Sismo: Entre el susto y la normalidad
De acuerdo con las autoridades, los edificios no sufrieron daños de consideración. Foto: José Arrieta

Una hora después del sismo de 7.7 grados de intensidad que sacudió a la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2022, todo parecía normal en las calles del Centro Histórico. La gente, apresurada, seguía en las tiendas, caminando, conversando.

El aroma dulce y herbal de la loción de Siete Machos que impregnaba el ambiente de la Plaza de los Artesanos, en Uruguay 75, y las pláticas casi susurrantes entre locatarios y curiosos, presagiaban que ahí las cosas aún no habían terminado.

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Expertos del escuadrón Topos revisaron el edificio. Foto: José Arrieta

“Yo se los dije: anoche el cielo estaba aborregado, pero nadie cree ya en esas cosas. Y mire, por no creer, ya nos quedamos afuera otra vez”, dice Nayeli González, locataria que dice haber pasado algo similar hace cinco años.

Porque, puntuales como son las desgracias, volvió a temblar como en 2017 y como en 1985. De acuerdo con las autoridades locales, en esta ocasión una persona falleció tras caerle el techo de una tienda Coppel en la ciudad Manzanillo, Colima. Además hay algunos daños materiales en otros estados, pero ninguno de gran consideración.

Hasta el edificio vecino de la Plaza de los Artesanos, en Uruguay 73, llegó un escuadrón de la brigada Topos para evaluar el riesgo que vivían tanto los vecinos como quienes ocupan dicho edificio. Por precaución, los integrantes de este grupo pidieron a los curiosos y paseantes que apagaran sus cigarros.

“Dicen que había una fuga de gas, pero ya la cerraron con el ladrillo ese, mientras que llegan los técnicos ya para que la cierren bien”, sostiene Nayeli, quien señala que, si bien la loción puede ayudar o no, por lo menos huele bien.

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Foto: José Arrieta

Menos fortuna tuvieron los 35 habitantes de los predios ubicados en Zaragoza y Arista y Zaragoza y Cuauhtémoc, en las colonias Guerrero y Buenavista, respectivamente, quienes ante el riesgo que corren en sus domicilios, tendrán que permanecer temporalmente en el Deportivo Cuauhtémoc, mientras se evalúa a profundidad la seguridad de sus casas.

De regreso en la calle de Uruguay, una nube de fotógrafos se agolpa alrededor de la alcaldesa de Cuauhtémoc Sandra Cuevas, quien llega a bordo de una motocicleta en la que se está transportando a lo largo y ancho del corazón de la ciudad. Los locatarios ven en esta ocasión la oportunidad de pedirle ayuda.

“El edificio este quedó mal desde el 17, nunca volvieron a revisarlo y mire, si no es hasta que tiembla otra vez, no vienen”, señala una de las vendedoras, de delantal de mascota rosa.

En un gesto histriónico, la alcaldesa dice que se va a quedar hasta que Protección Civil evalúe, que no se sienta desprotegida, que aquí está su número de teléfono, márqueme ahorita para que vea que sí es, porque va a estar pendiente del caso.

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Calle de Palma. Foto: José Arrieta

Una comitiva de policías, locatarios y burócratas va atrás de la alcaldesa que entra a la plaza, que se sube por las oscuras escaleras del edificio de Uruguay 73. Una mujer que se ostenta como dueña del inmueble, impide la labor de los medios. Ya nadie se encuentra con la tensión necesaria para pelear.

“El edificio del mercado está en perfecto estado, afortunadamente toda la estructura metálica está bien, no sufrió ningún daño; estamos citando a los propietarios del edificio de este lado (Uruguay 73) para que nos permitan el acceso porque está cerrado, sin embargo, lo que ya revisamos del edificio tiene daños exclusivos en aplanado, a la estructura, en este momento, no le encontramos ningún daño”, informa Antony Daniel Finan, el director de Protección Civil.

Además de otros negocios, en Uruguay 73 existen bodegas de productos chinos. Hasta allí llegan algunos comerciantes que quieren entrar, enterarse de cómo están sus bienes, pero el acceso está prohibido por los administradores. Una joven que intentaba tener informes y fue rechazada se encoge de hombros y sigue su marcha.

Hay otros puntos que son reportados con problemas. Un edificio en la calle de Palma, que luce tranquilo salvo por el paso de un convoy de patrullas y una ambulancia de la Guardia Nacional, y otro en la calle de López, paralela al Eje Central, que sigue luciendo de forma inalterable sus escaparates de electrodomésticos.

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Calle de López. Foto: José Arrieta

“Hubo quien ni se enteró; de hecho yo me di cuenta porque todo se empezó a mover, los de Morena con su escándalo ni dejaron escuchar la alarma”, señala un joven empleado de la paletería Maya, que se encuentra frente a la Plaza Cándido Mayo que es usada de forma regular para fines políticos.

El aroma dulzón de la calle de Uruguay se confunde con el del pan recién hecho que sale de la panadería La Ideal, localizada en la acera del frente. Dos hombres de traje oscuro le exigen a la alcaldesa que revise un edificio ubicado en Insurgentes y Durango, que está abandonado pero cuyas paredes se ladearon por el sismo. Cuevas decide dividir sus fuerzas y envía al director de Protección Civil al punto, mientras ella se dirige al Deportivo Guelatao.

“Pero entonces, ¿ya podemos abrir?”, grita uno de los locatarios mientras la comitiva de la alcaldía se marcha rápidamente para evaluar otro de los muchos sitios reportados con algún tipo de problema.

No hay respuesta. El silencio momentáneo, la expectativa, se disipa entre los gritos y pregones habituales del Centro de la Ciudad de México. La vida continúa exactamente igual.

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