‘Dos meses caminando fueron mi calvario’: Conoce a los migrantes que buscan refugio en México a través de la Comar Naucalpan ‘Dos meses caminando fueron mi calvario’: Conoce a los migrantes que buscan refugio en México a través de la Comar Naucalpan
Migrantes originarios en su mayoría de Cuba, Venezuela y Haití se concentraron afuera de la Comar en México para pedir refugio, una semana después de que Donald Trump subiera al poder. Foto: Alejandro Aguilar

Apenas cumplió Donald Trump una semana en el cargo y sus decisiones ya impactaron a miles de migrantes que llegaron a México. Las consecuencias de sus decretos contra la migración se perciben en el país y la oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), ubicada en Naucalpan, no se da a abasto para atender a las personas desesperadas por un cambio.

“Mi única meta era dejar Cuba”, “Cualquier lugar es mejor que Venezuela“, “Allá no hay comida, no hay negocios, no hay trabajo, básicamente no hay vida“, o “solo queremos venir a ganar dinero honesto”, son algunas de las frases que resuenan en la avenida Vagones, donde cientos de personas hacen fila –bajo el rayo del sol y en medio de la tierra– para iniciar el trámite.

La Comar en Naucalpan es una oficina que alguien olvidó en medio de la nada: no pasa transporte público por allí, el acceso no está pavimentado, el polvo vuela entre los aspirantes a un refugio y de la sombra de un árbol mejor ni hablamos. A los lados, solo pueden verse algunas fábricas que flanquean la oficina de ayuda a refugiados.

Cubanos, venezolanos y haitianos se arremolinan frente a un acceso que tiene cara de bodega antes que de oficina gubernamental. Y una ola humana, que se mueve al ritmo de los turnos, fluye hacia la entrada cada que se abre la puerta: 1, 5, 7, 11, 13, 19, 25, 34, 49 y 50.

La marcha no es continua y se detiene entre inconformidades, pero el orden prevalece, pues se distinguen por lo menos tres filas definidas, una por cada nacionalidad.

Los turnos, que van de 50 en 50, y que alcanzan los 300 al día, son el método que inventaron los propios migrantes para evitar el agotamiento y la desesperación de sus pares. El sistema responde a la lógica.

“No tiene sentido que todos estemos formados al mismo tiempo, los 3 mil, los 4 mil, así que mejor numeramos cada día y les damos cita. Se anotan conmigo, reviso las fechas y solo tienen que volver un día antes de que se incorporen a la fila”, explica un joven venezolano que presume el sistema recién creado.

Lo controversial es que si preguntas al personal de la Comar, ellos responden que no cuentan con sistema de citas y que el único requisito para ser atendido es formarse rutinariamente hasta que la cola se acabe.

El sistema “de apartado” es beneficioso para muchos, ya no es necesario acampar ni dormir a la intemperie ni temer por la seguridad a las dos de la mañana en plena zona industrial. Ahora, las familias se organizan y planean su visita a la Comar con anticipación.

Algunos trabajan un par de días para recabar lo del pasaje y otros reciben ayuda de vecinos o familia. Tal y como ocurre con Yamani, un joven cubano de 33 años, quien se traslada desde Zumpango, Estado de México, hasta Naucalpan.

‘Mi única meta era dejar Cuba’

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Yamani Delgado (centro) posa junto a su familia escogida mientras espera su turno para iniciar el trámite de refugio en México. Foto: Alejandro Aguilar

Yamani Delgado interrumpe sus chistes para contar su historia, apaga su cigarro a un costado de la camioneta que lo llevó a Naucalpan y ríe por lo bajo antes de ponerse serio. El joven de 33 años abandonó Cuba por Nicaragua y según relata vivió cosas espeluznantes que no vale la pena mencionar.

“Ahora mismo estoy en México y hay más oportunidades de salir adelante y tener mejor futuro, de tener una buena calidad de vida, personal y familiar. Nos arriesgamos a que nos pasara algo en el camino, pero finalmente llegué sano y salvo”, celebra.

El cubano pide a las y los mexicanos que tiendan una mano a la población en tránsito y les recuerda que “están intentando llevar una vida decente y no causar problemas”. Además, repite en varias ocasiones que su mayor deseo es trabajar, a fin de enviarle medicinas a sus seres queridos que no pudieron abandonar la isla.

Yamani era profesor de educación física en su natal Cuba, pero se dice dispuesto a barrer la calle y a practicar cualquier oficio con tal de instalarse indefinidamente. Mientras tanto, radica en Zumpango, donde ya formó una nueva familia. La familia no es de sangre, pero reúne a diferentes personas con un mismo anhelo: alcanzar una vida mejor.

‘Descarté Estados Unidos’

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Malvin Molina llegó a pensar que alcanzaría a cruzar a Estados Unidos antes de que llegara Trump al poder, pero se equivocó. Foto: Aura García/La-Lista

En cambio, Malvin Molina es venezolana y cruzó junto a su hija de 16 años la Selva del Darién, para escapar de su país. Esa selva es conocida por ser un centro neurálgico de la trata de personas y porque allí se cometen una serie de delitos graves.

Sin embargo, la señora de 45 años reconoce que la selva no se compara a lo que vivió en México, donde se convirtió en víctima de secuestro apenas cruzó la frontera. “Fuimos capturadas y me querían quitar a mi niña, pero Dios mi señor se apiadó de nosotras y nos dejaron libres”, dice.

Han pasado casi cuatro meses desde entonces, y Molina busca olvidar ese momento de terror para poder asentarse en Ciudad de México, originalmente su viaje tenía como destino final Estados Unidos, pero en vista de que Trump canceló el sistema CBP, One, los planes se ajustaron.

Ya descarté Estados Unidos y ahora solo quiero que me entrevisten, que me den el papel que ando buscando y poder estar tranquila”, comparte.

Malvin evoca el duro trayecto que libró por tierra, en autobús, por la selva y en medio de las fronteras. Dice que sufrió humillaciones y maltrato, pero particularmente no olvida que “el calvario fueron dos meses caminando y viviendo en condición de calle“.

Contra todo pronóstico, su fe sigue intacta y apela a ella para conseguir el status de refugiada y ofrecerle una vida buena a su pequeña.

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Los migrantes organizaron un sistema de fichas afuera de la Comar que les ahorra tiempo y garantiza su ingreso ordenado. Foto: Alejandro Aguilar

La Comar de Naucalpan acumula solicitudes de aquellos que decidieron cambiar los planes de último momento, de esas familias que temen a Trump, y que vieron esfumarse el “sueño americano” entre sus manos, pero no dieron todo por perdido y ahora hacen fila y resisten al sol en nombre del “sueño mexicano”.

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