Reseña de ‘Zero Fail’: Los agentes del Servicio Secreto de EU como protectores presidenciales (y universitarios borrachos)
El Marine One que lleva a Joe Biden sale del Jardín Sur de la Casa Blanca, mientras un miembro del Servicio Secreto hace guardia. Foto: Rex / Shutterstock

A veces, el Servicio Secreto de Estados Unidos se parece a un montón de universitarios en unas vacaciones financiadas por el erario público. En las palabras de un supervisor ebrio hablando con sus hombres en los preparativos para una cumbre en 2012, en Cartagena, Colombia: “No saben lo afortunados que son… Se van a coger a todo el mundo”. 

Es espeluznante que la debacle de Colombia no sea cosa de una sola ocasión, como deja claro Carol Leonnig. En su lugar, fue el episodio más flagrante de un cúmulo de espantos. Seis agentes fueron despedidos, y otros seis castigados”. 

Leonnig sabe de lo que escribe. Ganó un Pulitzer por su reportaje sobre los lapsos de seguridad en el Servicio Secreto, incluyendo la “despedida de soltero de Las Vegas” en Sudamérica, y fue parte del equipo del Washington Post que recibió el Pulitzer por su trabajo sobre la guerra de Edward Snowden contra la National Security Agency. 

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También trabajó con Philip Rucker en A Very Stable Genius, uno de los mejores y más informativos libros sobre el periodo de Donald Trump en la Casa Blanca. Ahora presenta su primer trabajo en solitario, Zero Fail. Ofrece un alarmante retrato de aquellos dedicados a proteger al presidente y echa un vistazo integral a una agencia que ha tenido mejores épocas. 

En 2009, Michaele y Tareq Salahi evadieron la seguridad de la Casa Blanca, y asistieron a una cena de estado con Barack Obama. En 2015, un par de agentes veteranos con resaca chocaron un vehículo oficial contra el complejo de la Casa Blanca

Han habido incidentes con disparos hacia la Casa Blanca, la invasión de un extraño, y la ocasión en que un guardaespaldas de Mike Pence metió a una prostituta. 

¿Cuál es el lema del Servicio Secreto? “Digno de tranquilidad y confianza”

Leonnig cuenta sobre agentes tomándose fotos con el nieto dormido de Donald Trump. Luego, Trump le preguntó a su supervisor, “No son pervertidos, ¿verdad?”. La respuesta fue: “Solo son idiotas”. 

Zero Fail argumenta convincentemente que los hombres y mujeres que cuidan al presidente, al vicepresidente y a sus familias, son explotados. Leonnig también asegura que el Servicio Secreto es víctima de un sistema atascado con tecnologías obsoletas, una cultura enredada con hacer las cosas de cierto modo porque siempre se han hecho así. 

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Cuando un joven agente presentó un enfoque nuevo para la situación, lo despidieron. Su crítica ahora construye una leyenda interna. 

Alguna vez parte de la Tesorería de EU, el Servicio Secreto ahora se encuentra dentro del Department of Homeland Security, pero este cambio al final hizo poca diferencia. Ser tragado por un Frankenstein burocrático no hizo mucho para levantar la moral. El Servicio Secreto se convirtió en otro cuerpo reconstruido atado al gabinete tras las consecuencias del 9/11. 

El incremento del presupuesto no duró. Los constantes viajes de Trump a Mar-a-Lago dejaron al Servicio Secreto operando al límite. 

“Trump retrasó 10 años a la agencia”, dijo un exagente, quien renunció durante el periodo de Trump, a Leonnig. “La cultura en general, y la forma de hacer las cosas dieron un gran paso hacia atrás”. 

El tiempo erosionó las imágenes de generosidad mostradas en Dallas en noviembre de 1963 y fuera del Capitol Hilton en 1981. Clint Hill se aventó a la limusina del presidente Kennedy. Rufus Younglood Jr, utilizó su cuerpo para proteger a Lyndon Johnson. Tim McCarthy detuvo una bala dirigida a Ronald Reagan. Jerry Parr cubrió al presidente. 

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Las ocurrencias no bienvenidas no siempre se resuelven. Como dijo el exagente Jonathan Wackrow: “Las políticas y procedimientos del Servicio Secreto nacen de la sangre”. 

Cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, los agentes escoltaron a Dick Cheney de su oficina pero se retrasaron para llevarlo a una ubicación segura. Las cadenas de mando bloquearon su entrada inmediata al refugio designado. Además, no tenían la llave. 

Al relatar el heroísmo, las fallas y debilidades del Servicio Secreto, Leonnig también abre la ventana de las familias a las que sirvieron los agentes. Los Clinton y los Carter por detrás de los Bush y los Reagan. 

Los agentes respetaban y admiraban a George y Barbara Bush. Y el sentimiento era mutuo. Los Bush “trataban a los agentes del Servicio Secreto que los protegían como partes de su familia extendida, no como  ‘servidumbre’ ”. En Navidad, los Bush retrasaron su celebración para que los agentes pudieran estar en casa con sus familias. El líder del equipo de los Bush le dijo a Leonnig: “Por eso los agentes estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por el presidente y la señora Bush”. 

Los Clinton estaban en el otro extremo del espectro. Las aventuras de Bill eran un dolor de cabeza y Hillary llegó a ser odiada. Y en cuanto a Chelsea, Leonnig relata cómo colgaba el teléfono cuando llegaban los agentes

“Me tengo que ir”, decía la Clinton más joven. “Los puercos están aquí”

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Cuando le recordaban que el trabajo de los agentes era “pararse entre ti, tu familia, y una bala”, Chelsea respondió: “Bueno, para eso les hablan mis padres”. 

La historia se esparció. La “boca sucia” de Hillary no ayudó a su postura con los que la protegían. Y por lo mismo, tampoco el personal y la cultura del Servicio Secreto, quienes eran conservadores y republicanos. Bill y Hillary crecieron en los 60s. El servicio militar y hornear galletas no eran lo suyo. 

Aún está por verse si el Servicio Secreto se recupera. En el periodo posterior a la insurrección del 6 de enero, “una oficial del Servicio Secreto llamó a los manifestantes armados ‘patriotas’ que querían revertir una elección ilegítima”, de acuerdo con Zero Fail. La agente también declaró falsamente a sus amigos que miembros de Antifa disfrazados iniciaron la violencia”, perspectiva sostenida por los secuaces del expresidente. Los miembros del equipo de seguridad de Trump fueron reasignados. 

Para rejuvenecer al Servicio Secreto hace falta mucho trabajo. Como mínimo, el libro de Leonnig ayudará a que las personas hablen y piensen en ello.

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