Tierra quemada
Causa en Común *El autor es director general de Causa en Común
Tierra quemada
Foto: jplenio/Pixabay.com

La mutilación del gobierno desde el gobierno, nos dicen, entrará a fase turbo. De fondo, nada nuevo; buena parte del gobierno es ya inoperante, pero como la cosa viene en serio, y dentro de poco no vamos a reconocer el panorama, conviene no olvidar las razones de este frenesí.

No hay un texto inteligible que elabore sobre la transformación o sobre el tipo de país en el que eventualmente aterrizaríamos. Proyecciones de la propaganda de moda, ni el plan nacional de desarrollo ni los programas sectoriales son lo que dicen que son. Afortunadamente, tampoco es necesario reparar en cantaletas éticas y morales que tienen el valor que pueda merecer esa parodia involuntaria. 

La ansiedad por acaparar viene cruda, sin doctrina, pero razones hay. Buena parte de las instituciones que van a desaparecer, autónomas o no, estorban porque no se entienden, ni se pretende entender.

De hecho, en el evangelio de la ignorancia atroz se presume la designación de gente capaz de no encontrar indicio alguno sobre la naturaleza de su responsabilidad. En el desierto intelectual al que hoy aspira la administración pública, deben eliminarse las plazas de funcionarios que podrían suponer que las ocupan al margen de su preferencia política.

En este recuadro mental no son admisibles leyes, fondos, programas o estructuras que recuerden la pertinencia de la técnica, la importancia de los procesos para una política, o que regateen la debida obediencia a instrucciones sumarias; como tampoco es aceptable que, con la excepción de las sumarísimas Fuerzas Armadas, alguna institución pudiera recibir el crédito político que hoy corresponde a un solo cobrador.

En el evangelio de la ignorancia atroz se presume la designación de gente capaz de no encontrar indicio alguno sobre la naturaleza de su responsabilidad.

La culminación de esta catarsis de resentimientos y demoliciones, es la inmaculada comunión entre quien da y quién recibe un cheque, entre quién da y quién recibe un voto, en ese orden. Ya que cada quien valore si en todo hay alguna idea, pero no hay manera de no entender el objetivo y el método. 

La jibarización del gobierno es consecuente entonces con el gusto por instrumentalizar la ignorancia, la enfermedad y la pobreza con el abandono de funciones esenciales para cualquier Estado con pretensiones de brindar algún alivio social; y con los desplantes inequívocos de abyección o de enfrentamiento posando como travestis de política interior o exterior.

Desde luego hay que mantener funcionando mecanismos esenciales para cuidar lo que importa, la militarización, las oficinas de persecución, los elefantes blancos, áreas encargadas de dar contratos, la repartición de efectivo, la propaganda. Quizá se mantengan algunos organigramas con membretes alusivos a la defensa de libertades o derechos, a la ciencia o a la cultura. No por algún prurito, desde luego; quizá para subrayar el desprecio hacia principios que hoy son insolencias. 

Cuando no se puede ni se quiere imaginar, y tampoco negociar o matizar, o construir, la realidad es redundancia, y la debacle se puede dar por descontada. Mentira, no hay reforma, ni transformación, ni ahorros, ni epopeya de ninguna clase. Sólo una imagen y una voz, en infinitos ecos y reflejos de sí mismas. Una vanidad. Tierra quemada. La destrucción sublimada en un bostezo.

José Antonio Polo Oteyza es director general de Causa en Común

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