Día de la abogada y el abogado
Perístasis

Director del Seminario de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho de la UNAM, socio de la firma Zeind & Zeind y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. X: @antoniozeind

Día de la abogada y el abogado
Foto: Pixabay

Dedicado a mis alumnas y alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Nación.

“… No olvide que al ejercer dicha profesión las personas que ponen en sus manos la defensa de su patrimonio, su honor, su libertad y tal vez su vida, confían no solo en su saber, sino también y acaso más en su lealtad y honradez, estimando que sería incapaz de anteponer a su interés legítimo, sus propios intereses o pasiones…”

El anterior es un fragmento de la protesta que, al sustentar un examen profesional, las nuevas licenciadas y licenciados en Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México rinden. Se trata de las convicciones que a lo largo de los estudios profesionales se generan y que en el día cúspide de esta etapa de su vida se obligan a honrar.

En esta semana en la que se celebró el día de la abogada y del abogado, es importante recordar primero todo la importancia que ellos tienen en las relaciones que se dan al interior de una sociedad y que, por su complejidad, requieren que sean claras y que en caso de surgir alguna controversia esta se arregle conforme a lo establecido en la norma y siempre buscando que se haga justicia.

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Definitivamente, el papel que juega la abogacía dentro de una sociedad democrática es fundamental y requiere de ser objeto de una mejora continua, y esto no solo desde un punto de vista técnico.

Precisamente en este año es muy importante recordar que el mes pasado la reforma en materia de derechos humanos del año 2011 cumplió su primera década de existencia, tratándose de una reforma con la intención clara de un cambio profundo que pone al centro a las personas. En reformas de esta envergadura y en ésta en específico, la abogacía es protagonista, pues su influencia en la defensa y promoción de derechos fundamentales –como son la seguridad jurídica y el acceso a la justicia– es indudable e insustituible.

A pesar de lo anterior, esta como otras profesiones se encuentran expuestas permanentemente a que aquellas convicciones –como las señaladas al principio de este texto– no sean debidamente honradas y, en cambio, sean absolutamente ignoradas en lamentablemente no pocos casos.

Por ello, se debe tener claro que la abogacía en todo momento cumple con una responsabilidad histórica que no solamente se limita a la representación de las personas cuando ya se está ventilando una controversia, sino que, como marcan las tendencias que día a día se están fortaleciendo, ésta puede convertirse en el principal agente que diseñe las medidas preventivas para mitigar el riesgo de que aquellas controversias se presenten o, de que en caso de presentarse, antes de ventilarse puedan establecerse mecanismos que resuelvan el conflicto generando el menor daño posible a las partes y dando prioridad a que aquel tejido social tan lastimado en los últimos tiempos no se afecte más y, en la medida de lo posible, se restablezca.

La abogacía como profesión liberal requiere en todo momento que las mujeres y los hombres que la practican busquen su capacitación continua en aras de fortalecer el aspecto técnico de la misma pero, es tan o incluso más importante, que cada día que pasa busquen cimentar más aquello que se comprometieron a honrar, respondiendo a la confianza que un día las personas decidieron depositar en ellas y en ellos. La persona y la sociedad deben ser los ejes alrededor de los cuales orbite la abogacía, pues son ellos su origen y destino.

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