Las terapias de conversión no son moda
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Las terapias de conversión no son moda
Foto: Temblores

Definitivamente no es un buen momento para dedicarse a la moda en México, no solo por la crisis económica y demás secuelas de la pandemia que la empujaron hasta el fondo de las prioridades entre las familias mexicanas, sobre todo porque hoy algunas de las protagonistas de esta industria han decidido montar una guerra en contra de la orientación sexual, la expresión y la identidad de género de sus clientes.

Sonados casos como los de Lucía Alarcón, la ahora exeditora de la revista Harper’s Bazaar México, quien fue separada de su cargo en el mes de julio tras haber expresado su apoyo a las terapias de conversión a través de Twitter. Después, la empresaria y promotora de la moda mexicana Sara Galindo usó su cuenta de Instagram para compartir información sobre este tipo de “terapias”. Aunque después pidió una disculpa, no era la primera vez que se veía envuelta en algo así, por lo que los reclamos no tardaron en llegar y ambas fueron duramente criticadas en redes sociales, incluso por varias celebridades.

Las terapias de conversión o ECOSIG (Esfuerzos por Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género) son procedimientos que prometen “curar” a personas con una orientación sexual distinta a la norma. Se trata de terapias psicológicas, psiquiátricas o religiosas que pueden llegar a involucrar el uso de medicamentos, hormonación, privación de la libertad y hasta violaciones correctivas. No son algo nuevo, pero han tenido un alarmante resurgimiento en los últimos años.

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Parece que la sociedad está muy sorprendida con este súbito retroceso en temas de derechos humanos. Yo no. Hace un par de años me invitaron a dar mi testimonio en el Festival Internacional por la Diversidad Sexual del Museo Universitario del Chopo, como parte de un panel en materia de activismo LGBT, pero algunos miembros más jóvenes casi me bajan a carcajadas cuando dije que aún era necesario pronunciarse y decir abiertamente “soy gay”. En redes sociales criticaron mi discurso por “anticuado”.

Meses después, en 2016, sucedió el tiroteo en Pulse, el club gay de Orlando, Florida, donde 49 personas murieron y 53 resultaron heridas, y entonces decir “soy gay” se convirtió de nuevo en el discurso de celebridades como Ricky Martin, que se convirtió en el rostro de una nueva ola de activismo dentro de esta comunidad. Apenas han pasado cinco años de aquella tragedia, pero henos aquí hablando de lo mismo y en una espiral descendente con casos como el de “Samuel” en España o la ciudad polaca que se declaró “zona libre de LGBT”. La realidad es que uno nunca sabe cuándo un régimen puede instalarse para crear división y echar abajo años de lucha en materia de derechos humanos. 

Entiendo la frustración y el miedo de quienes han sido forzados a terapias como éstas. Yo experimenté algo así en la preparatoria, cuando en mi casa pensaron que lo mejor para mí era desfilar por una larga lista de psiquiatras. Uno de ellos decidió que yo debía tener relaciones sexuales con una mujer para saber lo que era “normal”, así que contrató a una trabajadora sexual y me vi forzado a consumar este acto. Otro eligió someterme a un tratamiento de gasoterapias, una técnica cuestionable y francamente terrorífica.

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En la cartelera estrenó recientemente La llorona, pero yo quisiera aprovechar para recomendarles la anterior película del director Jayro Bustamante, Temblores (2019), donde el realizador guatemalteco explora el tema de las terapias de conversión. De la misma forma, producciones como Boy Erased y The Miseducation of Cameron Post han abordado esta problemática en los últimos años.

En mi trabajo dentro de los medios de comunicación también me ha tocado trabajar con mujeres homófobas, cuando colaboré en una sección de tendencias y estilo de vida de un periódico de circulación nacional. La vicepresidenta de Desarrollo Social y Cultural (a quien dejaré en el anonimato pues aún no comete el error de hacer públicas sus fobias) nos tenía prohibido hablar de temas LGBT, pues montó en cólera cuando publicamos una nota sobre la revelación de que Beto y Enrique de Plaza Sésamo eran una pareja gay. Su argumento fue “con los niños no”. Hoy hasta gracioso suena, pero no cuando puedes perder tu trabajo por ello.

Los casos de estas tres mexicanas se parecen por tratarse de mujeres que vienen de familias conservadoras y del privilegio, varias de ellas madres de familia que al mismo tiempo son profesionistas o empresarias, pero que se escudan en un malentendido compromiso por construir un mejor futuro para su progenie y se embarcan en una guerra ideológica para la que nadie las ungió, aunque ellas lo sientan como su deber. Uno pensaría que cambiarían de opinión si pudieran entender la tortura a la que estarían sometiendo a sus propios hijos e hijas, pero lo saben y lo harían de cualquier forma. Algunas madres se convencen de que esto es lo mejor para sus hijos, para su familia y para la sociedad. 

Las terapias de conversión no son moda, señoras. No pretendan imponer su pensamiento utilizando a los medios de comunicación como sus plataformas personales, pues tratar de impulsar los ECOSIG como si se tratara de otra opción de estilo de vida es criminal. Dejen de normalizar la tortura y de promover entre sus seguidores la persecución de las minorías. Si nosotros no nos metemos en sus camas, ¿con qué derecho se meten ustedes en las nuestras? Mejor regresen a hablar de lo que conocen y por lo que la gente las sigue. El público no será discriminado.

Cuando la gente habla del “poder” y la “influencia” que los gays supuestamente tienen dentro de los medios de comunicación, el espectáculo y la moda, yo solo puedo pensar que Anna Wintour es una de las ejecutivas más influyentes en un medio tan grande como Condé Nast y que lleva más de 30 años al frente de la revista de moda más importante del mundo, por lo que un hombre gay no ha vuelto a ser el editor de Vogue desde que Frank Crowninshield lo fue en 1936. Tal vez sería interesante que algo así volviera a suceder, solo para ver el mensaje que esto lanzaría.

Parece que las mujeres de las que hoy hablamos ven a la moda como el último bastión de su poderío, aunque olvidan que esta industria se construye gracias al talento de infinidad de creativos de la comunidad LGBT. Al menos Anna Wintour ha sido lo suficientemente inteligente para no pelearse con sus aliados, reconocer a su público y respetar la diversidad, pues ésta le ha otorgado el estilo de vida, el dinero y el poder del que ahora goza. Bien harían sus colegas en seguir su ejemplo.

BREVES

Una serie muy recomendable, por entretenida y por recrear fielmente la década de los 90, es Cruel Summer. A partir del 6 de agosto en Amazon Prime.

Durante este mes, Netflix ha lanzado el reto #QueMéxicoSeVea, con 31 películas mexicanas que están disponibles dentro de su catálogo. Muchas ya son de referencia, pero hay otros títulos como El club de los insomnesRencor tatuado o Dos veces tú que son más difíciles de encontrar.

El estreno de verano en salas de cine es The Suicide Squad, con toda la acción y efectos especiales que se disfrutan mejor en una pantalla grande.

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