Reencontrarse
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Es jefe de información en Imagen Noticias con Yuriria Sierra en Imagen Televisión. Ha colaborado en Nexos, Proyecto 40 y Dónde Ir.  IG y TW: @alanulisesniniz

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Foto: Pixabay

“Son 16 relatos que se unen por una misma cosa, aquella que da nombre al libro, la que vuela la cabeza de los protagonistas, la que les anquilosa su ansiedad y los exprime una vez que su efecto pasa. Julian Herbert retrata varias historias en donde la cocaína es el punto en común. Diferentes escenarios y circunstancias, pero la misma línea conductora para sus personajes, no importa si se encuentran dentro de una habitación o en el baño de un bar. A todos los conecta esa fantasía de alivio que se apaga pronto, la risa que se hace llanto cuando llega la caída tras el vuelo frenético. La tristeza más sinsentido que se aferra a la memoria o, al menos, a ese momento en que la ausencia de droga es inevitable. Las ganas de nada, ni siquiera de aquello que hace sonreír en una mañana cualquiera. El engaño que se sabe así, pero que se quiere que sea verdad. Todo esto ahí, en los relatos que Herbert escribe teniendo a la cocaína como el punto de encuentro, como el centro de todo. Tal vez como intencionada analogía a la naturaleza real de esta protagonista, definida por el autor con sentido del humor, pero también con la crudeza necesaria para comprender el día, el momento que los protagonistas quieren contarnos, entre la violencia de las calles y la que les provoca aquello que no pueden soltar. ‘Cocaína (manual de usuario)’, está editado por Debolsillo…”

Lo anterior lo encontré en el archivo, lo escribí a propósito de aquella lectura hecha hace unos años, la traigo a cuenta porque en las últimas semanas, la radio y la televisión se han empapado de spots de la campaña contra las adicciones del gobierno de México. Y qué decir de tan desafortunado ejercicio: estigmas, clasismo, racismo, etc. Solo quienes pertenecen a grupos vulnerables están en contacto con “ese mundo”, solo quienes han sido objeto de abusos o crecido en condiciones desfavorables, ven en las drogas una vía de escape, esto según lo que ha dejado ver esta campaña que no abona un centavo al debate, por el contrario, lo contrae y lo lleva a los años en que la sra. Bush enviaba mensajes a la juventud de Estados Unidos a través de la televisión. 

“En el mundo de las drogas no hay final feliz…”; “Esta es tu sangre cuando te inyectas, cuando inhalas, cuando te accidentas bajo los efectos de las drogas, cuando le haces al díler, no importa qué droga química te metas, de todas formas te dañas”; “Los nazis crearon las metanfetaminas para convertir a sus soldados en series incansables y deshumanizados. Bajo su efecto, el ejército nazi inicia la peor guerra de la historia y crea los campos de exterminio. Hoy el cristal se usa para controlar la mente de jóvenes que buscan placer y la de jornaleros y maquiladores que buscan energía para trabajar día y noche”, expresa un par de piezas.

México no avanza ni siquiera en eso, en la discusión real de un asunto como lo es la adicción, un tema de salud pública que no se reduce a estereotipos o condiciones socioeconómicas; tampoco queda en asunto afectivo. No he visto hasta la fecha ninguna estructura del Estado que se preocupe por el combate de estos frentes en esa “otra guerra” contra las drogas que solo queda en la satanización, como si ésta fuera la única opción. La información no llega, solo pretextos para la culpa; tampoco hay opciones robustas para quienes desean recibir ayuda. Acaso solo queda la literatura para quienes desean encontrar un espejo que permita mirarse más de cerca y reencontrarse. 

“Hay algo en la vida que no permite que uno esté solo nunca; pero en la muerte no hay otra opción más que esa..”, escribe Mateo García Elizondo en Una cita con la Lady (Ed. Anagrama, 2019), por si alguien desea más bibliografía. 

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