¿De dónde venimos?
Poder Prieto

Es actriz y activista guerrerense/mestiza. Egresada de CasAzul, Artes escénicas Argos. Sus proyectos más destacados han sido La orilla de las islas, documental comunitario dirigido por Julio López, y Consensuados, miniserie de YouTube. Junto con compañeres fundó la revista digital El Rostro Negado MX. Ahora es miembra activa del colectivo Poder Prieto.

Twitter: @ketlra_

¿De dónde venimos?
Foto: Pixabay

En el barrio se sabe que el origen es importante. La raíz que nos acompaña nos presenta ante el mundo o nos enemista con él. En el barrio sabemos que entre colonia y colonia hay un sinfín de contextos distintos. Por aquí puedes encontrar a un grupo de raperos haciendo valer su terreno, y por allá a un grupo de trovadores que viven en la nostalgia del ayer. Y sin embargo, a sabiendas de todas estas distinciones, algo tenemos por seguro: nuestra sangre es sangre guerrera, y nuestras tantas raíces son las responsables de ello.

Dicen los que “saben” que el tema de la identidad es asunto que no se aborda por acá. Que nosotrxs tenemos cosas más importantes que andar cuestionando sobre nuestro pasado. Viven al día y no hay tiempo para traer al presente las palabras de nuestrxs abuelxs. Dicen que el barrio no tiene una raíz propia, porque las raíces son solo cosa de los pueblos. Que somos una copia de todo y de nada.

El barrio es un ente migratorio. Se creó en el momento en que un grupo de migrantes plasmó su historia y huella en el pavimento en donde ahora se encuentra esta vecindad, este edificio departamental, el mercado de la colonia, el tianguis, la casa de cultura, el parque, las canchas, la taquería, las banquetas en donde se entablan las más productivas reuniones. Todos estos espacios, me cuenta doña Tere, una “hija del barrio” dedicada al negocio de la verdura, son herencia del previo camino recorrido. Y así ha sido siempre: pues si los aztecas no eran de aquí, ellos salieron de otro lado, pues. Con ellos y los que les siguieron empezó el barrio. Pa’ mí el barrio es como un pequeño Zitácuaro, el pueblo de mi madre. La pequeña Michoacán, el pequeño Oaxaca. Al final, pa’ donde quiera que mires, tenemos herencia de todo eso, y de todo eso se construyó esto que llamamos barrio.

La mayor parte de las personas que constituyen el barrio, al menos los barrios que yo he habitado, son personas que salieron, o cuyos padres salieron de su tierra, llegando a la capital y habitando en espacios que se fueron llenando de las mismas, o casi similares, semillas de su natal estado. Se formaron los pequeños Guerreros, los pequeños Hidalgos. Y también se combinaron entre ellos. Digamos que el barrio es una mezcla de orígenes distintos y poderosos.

En el barrio nos solemos preguntar, porque sí lo hacemos, ¿de dónde venimos? Y hay veces en las que creemos que de ningún lugar. Que nacimos de la nada. O al contrario, venimos de todos lados, que al final es confuso hallar un inicio propio. Algo que parece ser lo más seguro: el barrio es el lugar de lxs que alguna vez fueron indixs. Sí, es verdad, pero no fuimos indios, somos. Hay algo en nosotrxs que nos acerca más a esa identidad “india”, “indígena” o ancestral. Nos sabemos indixs, nos sabemos negadxs. Y sabemos que nuestra raíz más profunda nace de ahí, incluso la del ‘’güero’ de la colonia. Carlos, compa de la Guadalupe Tepeyac me decía: los que habitamos el barrio sabemos que somos los hijos de los vencidos, o de los que lucharon hasta no poder más, y mira que siguen luchando. Seguimos, porque habitar el barrio ya es una lucha. Y eso de luchar es muy indio, por eso somos guerreros.

Las personas que habitamos el barrio sabemos que partimos de una mezcolanza que refuerza nuestra sangre guerrera, pero también refuerza nuestra herida y nuestras batallas. Es una mentira que el barrio no tiene raíz, que partimos de un vacío y que no nos cuestionamos nuestra identidad. Hemos creado un origen propio, con nuestra cultura personal y nuestras batallas comunes. Pero reconocemos que nuestro origen partió de las ‘pequeñas’ culturas que se asentaron aquí, y las que siguen asentándose gracias a todxs esxs paisanxs que migran de su tierra madre. Al final, ser de barrio es ser parte de los que en algún momento fuimos despojados de algo, ya sea la tierra, la comida, la lengua, los hijos, la identidad, la vida. Partimos de la raíz del despojo, pero somos un chingo de despojados, así que cuidado.

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