Marcha, congreso y reforma electoral
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

Marcha, congreso y reforma electoral
La Misión resaltó que las recomendaciones del informe apuntan a cambios puntuales en materias específicas. Foto: Michael González/La-Lista.

“¡Miren!… A-li-to… demócrata”, dijo con ironía el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando pasaba lista, en su conferencia mañanera del lunes 14 de noviembre, de los personajes de oposición que habían marchado junto a decenas de miles de personas el domingo previo, protestando por su iniciativa de reforma electoral con la consigna “el INE no se toca”. “¿Por qué no pones la cartelera de los demócratas?”, había pedido el presidente a su vocero antes de hacer aquella pausa en la foto del contingente del PRI, partido con el que hace apenas unas semanas había logrado los votos necesarios para sacar adelante la reforma constitucional que permitirá al ejército mantenerse en tareas de seguridad y tutelar a la Guardia Nacional, durante al menos un lustro adicional.

El destino en el Congreso de una reforma constitucional en materia electoral, en votos, tendría viento a favor si esa alianza insólita entre PRI y Morena, se replicaba al menos en algunos puntos de la iniciativa de reforma electoral.

Tal vez por eso, mientras criticaba a personajes de partidos de oposición que participaron en la marcha (los de polémicas trayectorias, algunas llenas de desprestigio como Elba Esther Gordillo), el presidente mostró imágenes de un Power Point con membrete de la “Secretaría de Seguridad Pública” y el título “Personajes que asistieron a la marcha”. Después de ese recuento de nombres vino el de fotografías donde se les veía en la manifestación que ha ocupado la agenda mediática y la propia mañanera casi toda esta semana. 

Cuando se detuvo en Alejandro “Alito” Moreno e ironizaba sobre la supuesta convicción de demócrata que del personaje, se detuvo en quienes le acompañaban y preguntó, con tono menos burlón: “¿está (Rubén) Moreira también?”. Sí estaba en la imagen y el presidente cerró: “no, pues también… puro demócrata”.

El presidente del PRI y el coordinador de la bancada en la Cámara de diputados de ese partido presentes en una manifestación contra su iniciativa de reforma constitucional es un mensaje que muestra matemáticamente inviable, en este momento, el avance de la propuesta.

No es posible que haya reforma constitucional a menos que se obtengan, de entrada, el voto a favor de dos terceras partes de la cámara de diputados, es decir, 334 de las y los 500 legisladores deben respaldar la propuesta para que avance: Morena-PT y PVEM son partidos aliados y suman 276 votos. Necesitan entonces convencer a 58 diputadas y diputados más para una reforma constitucional y el PRI tiene 69, pero con su presidente y coordinador parlamentario el escenario es que no habrá reforma, al menos no ahora, no esa.

La marcha en contra de la iniciativa, celebrada el domingo pasado en las calles de la Ciudad de México y otras entidades federativas, es la manifestación masiva más nutrida y exitosa en la que han participado y convocado grupos de oposición, quienes lograron aglutinarse entre miles de personas que no militan necesariamente en esos partidos, pero coinciden en abrazar la “defensa” del Instituto Nacional Electoral, que ven en riesgo en caso de que prospere la iniciativa.

El duelo de cifras respecto a la asistencia en la marcha o si una nueva manifestación, ahora convocada por el gobierno será mayor o no, no modifican la regla de dos terceras partes en la cámara para cambiar la constitución. Tampoco el hecho de que al menos la encuesta del propio INE muestra que los temas planteados en la reforma no los ve con malos ojos la mayoría de población.

Los acuerdos políticos deben ser sensibles al entorno y tomar en cuenta los símbolos y reclamos legítimos, pero si se buscan cambios de fondo, la construcción de acuerdos no es viable en entornos de confrontación virulenta entre las partes. Por lo pronto, no habrá reforma. 

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