Sexo en un mundo de epidemias
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Sexo en un mundo de epidemias
Serie: Nacho. Foto: Lionsgate Plus.

Un estudio realizado en 2021 y publicado este año reveló que los adolescentes de Estados Unidos tienen menos sexo desde la pandemia. Según la encuesta de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), los jóvenes de entre 14 y 18 años experimentaron un descenso en su actividad sexual, que se ha extendido por tres décadas pero que se aceleró en los últimos años como consecuencia de las medidas de distanciamiento social.

Y aunque las razones parezcan obvias, expertos en salud piden no restarle importancia a estos hallazgos pues también demuestran que la salud mental es uno de los principales factores que alejan a los jóvenes del sexo, ya sea porque están tomando mejores decisiones para cuidarse o simplemente porque se han aislado. La encuesta de 2023 se está realizando para descubrir si esta tendencia fue solamente temporal.

Apenas en mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) levantó la emergencia internacional por Mpox -o viruela símica-, casi un año después de que se reportaran los primeros casos del brote en Europa. De acuerdo al informe final del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Mpox (junio, 2023), en México se presentaron 4 mil 21 casos confirmados, con un total de 30 defunciones, lo que nos colocó en el segundo lugar a nivel mundial en número de muertes por Mpox, solamente detrás de Estados Unidos.

Tener sexo y arriesgarse a contraer una enfermedad es casi ineludible. Pero en un mundo postcovid, donde en la actualidad se promueven métodos como la profilaxis de prexposición (PrEP), que muchos jóvenes han adoptado como método de prevención contra el VIH, casi como si se tratara de la panacea en temas de salud sexual, hay que sumar otra agravante: la cultura pop.

Es como si las nuevas generaciones tuvieran que volver a aprender todo sobre el sexo, y por eso hay muchas opciones de entretenimiento, desde la música hasta el cine, que intentan normalizar ciertas prácticas de carácter sexual. Si no es el perreo del reguetón, entonces es Babo con sus videos de porno hip hop. Y de paso, una ola de películas y series con diversos grados de contenido erótico, como The Idol, Nacho, Sharp Stick, Swallowed, Rotting in the Sun, How to Have Sex o MaXXXine.

Si además agregamos que este es un momento histórico, en el que no se pueden garantizar trabajos bien remunerados para todos porque los gobiernos están rebasados y las empresas son cada vez más explotadoras, de pronto resulta que es aceptable elegir el trabajo sexual y la pornografía como opciones laborales.

Tomemos como ejemplo la serie Nacho (Lionsgate Plus, Prime Video), un recuento en tono de comedia de la vida del actor porno español Nacho Vidal. En apariencia es una serie ligera y divertida, llena de humor, color y belleza, pero cargada de escenas que podríamos calificar como soft porn. Y no era para menos, tratándose de la bioserie dedicada al actor porno más legendario de España. Pero el problema no es su contenido sexual, sino la manera en que pretende glamorizar y aligerar todo, con imprecisiones históricas que no solamente se limitan a la moda y a la música sino sobre todo al contexto social.

Yo recuerdo cuando a inicios de los años 90 sostuve entre mis manos un ejemplar de la revista El País Semanal, que con audacia presumía en portada a una nueva generación de actores porno ibéricos, con Nacho Vidal como la punta de lanza (no es doble sentido). Yo tenía 15 años, había llegado recientemente a la Ciudad de México y apenas descubría los puestos de piratería que vendían películas en formato de videocassette y, en un rincón, escondían las películas para adultos.

Lo especial de aquella portada de El País era, precisamente, que no se escondía ni avergonzaba a sus lectores. Podías sostenerla en público, casi como si se tratara de una revista porno, y nadie te iba a criticar porque era una publicación de prestigio, con fotos de muy buen gusto y donde los editores proclamaban a los cuatro vientos el orgullo de que España tuviera una industria porno de nivel internacional. O sea, que ya era normal. Este fue un indicador de que aquel país había entrado a otro nivel de su famoso “destape”.

Pero la libertad sexual que se disparó a finales de los años 70, tras la dictadura de Francisco Franco, y que caracterizó a los españoles por décadas, no se asentó tan rápido como la serie Nacho pretende, no en la moral de las familias españolas. Tampoco tomó el arraigo que suponíamos tras el éxito de directores como Pedro Almodóvar, pues así lo ha evidenciado el reciente ascenso de la extrema derecha en aquel país. La serie da muchas piruetas para hablar de diversión y placer sin culpas, pues eso es lo que quiere proyectarle a una nueva generación de jóvenes que -en teoría- ya no tienen los mismos prejuicios.

Sin embargo, la culpa es un rasgo definitorio de varias generaciones cuando se trata del sexo y la manera en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Esta realidad es un estorbo para contar cualquier historia de ficción en la actualidad. Los más jóvenes no saben que, antes del internet, el porno era difícil de conseguir, casi clandestino y estaba manchado de vergüenza. Después fue un lujo, limitado a revistas importadas y canales de paga, y por lo mismo no se había normalizado, pocos tenían ese hábito o lo hacían a escondidas.

En Nacho se habla de la posibilidad de dedicarse a la prostitución (así se le llamaba antes que trabajo sexual, y vale la pena recordarlo por la carga de culpa que esa palabra aún tiene), o de hacer espectáculos de sexo en vivo y eventualmente convertirse en un actor porno para el consumo de la mirada pública. Así, como si nada, como si cualquiera lo hiciera o se considerara normal a finales de los años 80, como si OnlyFans existiera desde entonces o mandar nudes fuera una práctica socialmente aceptable.

Por más abierta que se haya vuelto la sociedad aún hay algo de descomposición social en la normalización de ciertas prácticas. Nacho ilustra la degradación como si se tratara de una comedia en tiempo actual con gente guapa. Martiño Rivas (quien interpreta a Nacho) y Andrés Velencoso parecen modelos de revista (Velencoso lo es), mientras que Nacho Vidal fue y siempre será una absoluta bestia sexual, porque en el porno no importaba si eras “feo” pues originalmente era un gremio a donde iban a parar los marginados. La gente guapa se reservaba para trabajos en la televisión y el modelaje.

La pornografía y el trabajo sexual tienen ramificaciones en temas de salud. La epidemia del SIDA golpeó fuertemente a la industria del porno en los años 80 y la hundió en el desprestigio. Al menos 27 estrellas del porno murieron a causa del VIH entre 1985 y 1992. Fue entonces cuando estas películas se alejaron del sexo sin protección y empezaron a promover el uso del condón en sus historias, además de que las compañías productoras implementaron protocolos para prevenir Enfermedades de Transmisión Sexual.

Hoy, el uso del condón está dejando de ser la primera opción para muchos jóvenes (según la misma encuesta de la CDC). Grandes farmacéuticas y sistemas de salud en el mundo promueven el uso del PrEP, un tratamiento para la prevención del VIH que se ha vuelto polémico porque no protege de otras enfermedades de transmisión sexual, por lo que algunos lo empiezan a señalar por el aumento de casos de sífilis en México. Según datos del boletín de la Dirección General de Epidemiología de la UNAM, en 2022 varias Enfermedades de Transmisión Sexual tuvieron un incremento importante.

BREVES

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