Consejos para ser optimistas frente a la violencia
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

X: @oscarbalmen

Consejos para ser optimistas frente a la violencia Consejos para ser optimistas frente a la violencia
Varias mujeres participan en una manifestación por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Foto: Sashenka Gutiérrez/EFE.

Si me preguntan cómo mantenerme positivo sobre el futuro del país y la violencia en México, les diría que primero aprendan a meter un hilo en una aguja y luego vayan a las plazas públicas de Puebla con las madres de desaparecidos que bordan pañuelos y luego los cuelgan para que nadie olvide los nombres de sus hijos. Luego, entrenen para aguantar la respiración por un minuto y vayan a la morgue de Guadalajara con los padres del colectivo Por Amor X Ellos y pasen sus domingos entre el olor de los cadáveres dibujando en hojas blancas los tatuajes de los no identificados para que, si alguien reconoce esas señas particulares en internet, sepan donde encontrar a su hijo o padre.

Sientan su inquebrantable solidaridad. Sorpréndanse por su amor por los desconocidos, a pesar de que lidian con sus propias heridas. Después, úntense bloqueador y acompañen a las señoras de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos Nuevo León y maravillense con su habilidad para volar drones sobre montañas escarpadas donde creen que el crimen organizado oculta fosas clandestinas. Y piensen que hay algo inquebrantable en una abuela que no sabe usar WhatsApp, pero sabe volar por los aires para buscar desde el cielo una pista que la lleve a los brazos de sus nietos.

Aprendan a bailar cumbias, aunque en su ciudad no haya vida nocturna porque la apagó la violencia. Practiquen esos pasos con la seguridad de que un día volverá a encenderse la pista de baile. Tomen clases de cocina y conozcan la temperatura ideal de sus alimentos. Un día necesitarán ese conocimiento: la noche en que regresen las reuniones ruidosas con asadores que un puñado de bárbaros nos arrebataron.

Conozcan a los defensores de la tierra de su comunidad y pregúntense de qué fibras resistentes están hechos los corazones de quienes ponen el cuerpo para proteger una presa, un río, un bosque. Siembren un árbol y peleen contra quien los tala. Asegúrense de que siempre haya algo que ver crecer del otro lado de su ventana. Adopten perros viejos. Canten. Participen en la crianza de una niña o un niño. Sean feroces contra el odio y la intolerancia.

Hagan planes para visitar Culiacán; la gente de esa gran ciudad se los agradecerá. Incluyan también una visita a Acapulco, donde los habitantes se ahogan en la sal del abandono. Y tengan a la mano una ruta para recorrer las carreteras del país que un día volverán a estar libres de retenes y sólo quedará el violento golpe de un sol inclemente atravesando el parabrisas.

Sientan el ímpetu de huir del país por la sangre que salpica. Resistan esa urgencia. Quédense y acuerpen cada 10 de mayo a las madres veracruzanas que todos los días luchan por esclarecer qué carajos pasó en la fosa de Colinas de Santa. Quédense y apoyen a los migrantes que han sido desplazados por el cambio climático. Quédense y hagan de la calle, otra vez, una cancha de futbol para sus hijos con dos piedras como porterías. Quédense, quédense, quédense.

No se vayan. Aunque nos quieran vender otra idea, este país aún está de pie. Si me preguntan cómo mantenerme positivo sobre el futuro del país y la violencia en México, les diría que lean a las periodistas que no se callan en regiones de silencio, admiren a los empresarios que no se rinden en tierras de extorsiones, comprendan a los policías que se juegan la vida por su pueblo, aplaudan a los maestros que siguen dando clases en plazas de terribles narcos y cuiden a los médicos que ofrecen consultas gratuitas entre balas. Y sientan, en un lugar apretado entre el pecho y el alma, el orgullo de ser sus hermanos.

Aprendan a nadar para que un día regresen a las playas de Veracruz a comer tortas que salen vaporosas de la cajuela del auto. Lean sobre las ruinas arqueológicas en Chiapas que hoy es peligroso recorrer, pero que un día tendrán despejados senderos. Piensen qué harán cuando lleven a sus hijos a la Reserva de la Biósfera El Cielo cuando ya no haya más cárteles en Tamaulipas. Todos esos lugares volverán.

Y sientan en sus huesos ese amor que cala, esa digna rabia acumulada de 19 años de una mal llamada “guerra contra el narco”. Vean al otro, miren para adentro. Hay una fuerza invencible entre todos nosotros que sólo tira hacia un lado: la paz que inevitablemente llegará.

GRITO. Esta es mi última columna en La-Lista. 64 en total que compartí con ustedes durante 64 semanas. Agradezco al equipo de esta casa editorial por permitirme escribir cada entrega on total libertad y, especialmente, agradezco a los lectores. Cada línea lleva dedicatoria para ustedes. Espero verlos muy pronto en otra Zona de Silencio.

Síguenos en

Google News
Flipboard