La coraza que habito

Comunicóloga y periodista por la UNAM, intentando ser documentalista. Amante del cine, los primates, las flores, el mar y las cumbias. Jarochilanga sensible y sobrepensadora, preocupada por lxs demxs e interesada en la lucha en contra del racismo, capacitismo y clasismo. Actualmente se desarrolla como adjunta de creación de contenido en RacismoMX.

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La coraza que habito La coraza que habito
Foto: RF._.studio

Un día seré libre… Seré libre presiento,
con una gran sonrisa a flor de corazón,
con una gran sonrisa como no tengo hoy.

Magda Portal

Hace unos días, se desató una polémica por la participación de las atletas Imane Khelif, de Argelia, y Prisca Awiti, de México, en los Juegos Olímpicos de París 2024. Derivado de esto, un sinfín de críticas y comentarios transfóbicos desfilaron en los medios de comunicación y las redes sociales. Todos, desencadenados especialmente por el hecho de que las dos no cumplían con los ideales hegemónicos y blancos que establecen el “cómo” debe de ser el aspecto físico de una mujer.  

Esto me hizo cuestionarme nuevamente: ¿Cómo debo verme para que los demás asuman que soy lo suficientemente mujer?

Cuando me miro al espejo, veo a una mujer fuerte, inteligente, capaz, amable, alegre, razonable, empática, adorable y maravillosa, con muchas virtudes que pude percibir en Imane, Prisca, mi madre, amigas, compañeras y mujeres que me rodean. 

Pienso en los años que tuve que hacer miles de dietas, planchar mi cabello, depilarme, usar cremas y miles de productos para verme como la sociedad establece que una mujer es atractiva. Me di cuenta de que mientras más quería llegar a esa belleza blanca y hegemónica impuesta, que me dictaba de qué medida y en qué zonas debo de tener mis cúmulos de grasa para verme “bien”, yo me frustraba, porque por más que lo intentara no lograba alcanzar ni el aspecto ni la talla adecuada.

Salía al mundo a ser infeliz (porque lo era y a veces lo vuelvo a ser) y a no reaccionar de manera “intensa”, “agresiva” o “tomándome todo personal” ante los comentarios de los demás, porque lo decían “por mi bien”. No podía darme el lujo de disfrutar mi vida sin el miedo que me causaban las miradas ajenas. Mi andar era triste, con pena, lleno de inseguridad, deseando pasar desapercibida y siempre portando una coraza: miles de capas de suéteres y chamarras que no dejaran ver mi cuerpa. Esto me impedía disfrutar de los placeres y las diversiones de la vida, llegué a decir mil veces que odiaba el sol, la playa o ciertos lugares por el pavor de mostrarme. 

Esto me llevó a reflexionar sobre el paso del tiempo y la verdad de que “el hubiera no existe”, pero si pudiera regresar al pasado, me gustaría abrazar lo que fui, soy y seré siempre. Dejaría de ser tan dura conmigo misma y con mis contemporáneas, porque no hay, ni habrá jamás, una regla que dictamine como una mujer debe ser y verse. 

A veces vuelvo a flaquear y me ensaño conmigo misma, pero entonces recuerdo el camino recorrido, me miro al espejo y abrazo mi vulnerabilidad.

Quiero terminar esto dirigiéndome a ti que me lees, ya sea en casa, en el baño o transporte, da igual. Esto no es otro escrito sobre el body positive, ni tampoco soy la policía de lo que debes de hacer para sentirte mejor o aceptar lo que eres, lo que somos, porque mi lucha constante es conmigo misma. Solo quiero que sepas que no existe una vara, parámetro o estándar que debas cumplir para ser mujer. Existen muchas formas de serlo y lo importante no es lo que digan allá afuera, sino que lo verdaderamente sientas. Lo importante es despojarte de tu coraza, tal vez decorarla, y entender que dentro de ella también hay vida, belleza, amor y mucha resistencia. Te abrazo, me abrazo, nos abrazo. 

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