Especialista y apasionada del sector energético. Es directora general de Energía a Debate, co-conductora del programa Corto Circuito, VP de Asuntos Públicos del Cluster Metropolitano de Energía. Es socia directora de Hidrógeno21 y P21 Energía.
Es periodista, politóloga, conferencista, emprendedora, yogui, melómana, amante de los animales y ratón de biblioteca.
Twitter: @Abril_More
Nos roban, ¿el aire?
Las empresas privadas no son el enemigo de México, la visión de corresponsabilidad les ha permitido ser un aliado e incluso un apoyo tanto para el gobierno federal como para los gobiernos estatales. También, han sido un contribuyente importante para mejorar la calidad de vida de muchos ejidatarios.
Las empresas privadas no son el enemigo de México, la visión de corresponsabilidad les ha permitido ser un aliado e incluso un apoyo tanto para el gobierno federal como para los gobiernos estatales. También, han sido un contribuyente importante para mejorar la calidad de vida de muchos ejidatarios.
“Las hectáreas de nuestro ejido han sido completamente destrozadas por esa empresa”. “Nuestras fuentes de abastecimiento de agua están totalmente contaminadas, se nos muere el ganado y nuestras tierras ya no producen”. “Será una gran empresa, pero sólo explota la riqueza de nuestro país y nos roba para beneficiar a unas cuantas personas; a nosotros, los campesinos, no nos toca nada y sólo nos hacemos cada día más pobres”. ¿Les suena familiar?
¿Quizás? Si bien estas citas fueron creadas por mí, están basada en una realidad que me tocó vivir y escuchar de primera mano de los afectados por la empresa nacional de hidrocarburos en los estados de Tabasco y Veracruz. Pero estas externalidades no son exclusivas del sector petrolero.
Las empresas de energía y las grandes obras de infraestructura como la refinería Dos Bocas, el Tren Maya, los parques de renovables o las mismas hidroeléctricas, por mencionar algunos proyectos, generan de manera intrínseca un impacto social y/o ambiental en las poblaciones vecinas en las que se encuentran.
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Sin embargo, hoy en día, más allá de las obligaciones que marca la Ley de la Industria Eléctrica en materia de contenido nacional, impulsar la transferencia tecnológica, de atender los principios de sostenibilidad y respeto a los derechos humanos de las comunidades y pueblos de las regiones.
La mayor parte de las empresas privadas han desarrollado una cultura de trabajo que busca integrar a las comunidades con la actividad industrial, brindando beneficios tangibles en materia de empleo, salud, medio ambiente, educación, obra civil, los cuales coadyuvan al desarrollo y crecimiento de las comunidades.
Por ejemplo, un análisis que llevó a cabo el INEGI para la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE) mostró un crecimiento importante en cinco municipios del estado de Oaxaca, en los cuales se encuentran la gran mayoría de los parques eólicos: Juchitán de Zaragoza presentó en “Unidades Económicas Municipio” un crecimiento arriba del 123 por ciento comparado con la entidad.
Lo mismo sucedió en los municipios de Tamaulipas: Mier y Llera tuvieron un crecimiento mayor al 24 por ciento en unidades económicas, comparado al casi 8 por ciento de la entidad. A partir de que se instalaron los parques eólicos, la producción bruta de Güémez y Llera creció en tres cifras comparados con otros municipios de sólo una o dos.
Los parques por sí mismos ya representan un beneficio a la población ya que no sólo generan energía eléctrica sino también empleos. Los 65 parques eólicos en 13 estados de la República han generado más de 15 mil empleos y las 72 centrales fotovoltaicas en operación en 17 estados, más de 70 mil empleos directos e indirectos en toda la cadena de valor, tanto para parques a gran escala como en generación distribuida, según señala la ASOLMEX.
Las empresas privadas no son el enemigo de México, la visión de corresponsabilidad les ha permitido ser un aliado e incluso un apoyo tanto para el gobierno federal como para los gobiernos estatales. También, han sido un contribuyente importante para mejorar la calidad de vida de muchos ejidatarios.
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Para que se den una idea, un ejidatario que quizás no contaba con las herramientas para hacer productivas sus tierras, hoy por la renta de éstas y el aporte de las utilidades de algunas de las empresas operadoras de los parques eólicos ingresan para sus familias arriba de $60 mil pesos mensuales y una buena parte de la población que, sin tener tierras arrendadas, que vive cerca de la infraestructura de las empresas, es beneficiada por las obras de inversión social de estas empresas.
Cierto es que la obligación de brindar una mejora calidad de vida a los habitantes es de los tres órdenes de gobierno. Las empresas asumen el compromiso de transformar las externalidades en positivas para apoyar al mayor número de población que puedan; sin embargo, como cualquier negocio, no tienen la capacidad de apoyar a todos, como los gobiernos tampoco la tienen; por eso, con voluntad y trabajo conjunto entre empresas, gobierno y sociedad se puede lograr un mejor desarrollo para el pueblo de México. Porque los parques eólicos no nos roban el aíre sino nos brindan aire para seguir creciendo.