2020: El año que se nos fue de las manos en economía y otras cosas
Nunca nadie predijo paneles de acrílico y tapabocas en las terminales automotrices del país. Foto: @generalmotorsmx

Si una revisa las portadas de los periódicos y los portales de noticias del 27 de febrero de 2020 no da crédito de todo lo que pasó después. 

Ese día nos enteramos que un mexicano recién llegado Italia presentaba síntomas leves de covid 19. Casi fue una curiosidad que nos ponía como parte de un fenómeno global de una enfermedad que se movía de oriente a occidente. 

Ese mismo jueves, día la noticia financiera la daba Arturo Herrera, secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), donde defendía que, a pesar de que analistas e instituciones habían rebajado sus expectativas de expansión económica para México para 2020 (de 2% de crecimiento del PIB según esta cartera), el gobierno no haría ningún ajuste. El día previo, Banxico y HR Ratings habían recortado los anoréxicos pronósticos de crecimiento a 1%  por la baja inversión que se esperaba para el año y por los conflictos comerciales entre EU y China. 

“Nosotros no la reducimos si lo hace o no Banxico, nosotros realizamos ajuste sólo cuando se presentan los precriterios en abril”, dijo el funcionario.

La realidad fue más veloz que el calendario formal de Hacienda: el 21 de abril inició la fase 3 del manejo de la pandemia, se suspendieron todas las actividades no esenciales del sector público, privado y social (¿alguién había escuchado alguna vez esa calificación dentro de las actividades y servicios productivos?), y se extendía el confinamiento total (o la Jornada Nacional de Sana Distancia hasta el 30 de mayo).

Al 30 de abril, 64 días después de esa entrevista, el número de pacientes aumentó exponencialmente, llegando a 19,224 casos confirmados y 1,859 (9.67%) fallecidos. 

Volviendo a esa misma última semana de febrero de 2020, el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE) declara que el coronavirus no representaba una amenaza para la balanza con China, “está controlando, no es tan grave la pandemia, como la veíamos al principio, por lo que le pensamos que no afectará en materia de comercio exterior”, decía su director Fernando Ruiz Huarte, quien estimó que por el contrario podríamos aumentar en 2% las exportaciones a ese país

Por su parte, los analistas de Goldman Sachs publican en su reporte de “Mapeando los canales de transmisión e impacto del brote del coronavirus en América Latina”, que “México sería la economía de América Latina menos afectada de un contagio directo de la desaceleración de China provocada por la emergencia sanitaria del coronavirus”. Sin embargo, sí identifican un efecto en las finanzas públicas mexicanas, derivado de menores ingresos por petróleo, que resultarían de una caída en el precio internacional del hidrocarburo. Un efecto que se potencia en el contexto de menor producción de Pemex.

El 25 de febrero, los medios titulan un hecho inédito: el PIB mexicano se contrajo 0.1% en 2019, su primera caída en una década. En la misma jornada, Alfredo Coutiño, director económico de Moody’s Analytics, dijo que si se materializaban las promesas de inversión en infraestructura el crecimiento podría llegar al 1% en 2020. 

La agencia calificadora estaba en sintonía con el FMI que acaba de anunciar que recortaba a justo el 1% su estimación de crecimiento para la economía mexicana en 2020, “por la persistente debilidad de la inversión como el principal motivo de estancamiento”. 

Más optimista fue Standars & Poors que publicó su estimación el 26 de febrero de que “la economía de México registrará un avance gradual para 2021 y 2022, años donde prevé que podría alcanzarse un crecimiento de 1.5% y 1.8% respectivamente” y explicaban que si persiste la incertidumbre por la ratificación del TLCAN, la economía registrará un avance de apenas 0.4% en el PIB de 2020, en “el peor de los escenarios”.

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Las autoridades tampoco habían dado señales de alarma. 

El jueves 27 de febrero del año pasado, el presidente dijo en la conferencia de Palacio Nacional ante la confirmación del primer caso que “tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales, la capacidad para hacerle frente a este caso de coronavirus. Estamos preparados”. El, todavía poco mediático, subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell dijo esa mañana que “en caso de llegar a una transmisión generalizada, el número de personas afectadas podría ser similar al de la influenza: una tercera parte de la población del país y ante un “potencial escenario epidémico, con probabilidad de que se registren muertes, podría ocurrir hasta dos meses después de detectarse los primeros casos”, es decir entre abril y mayo. 

Leer las noticias de la última semana de febrero de 2020 da angustia: nadie lo vio venir. 

¿Cómo hubiera sido la trayectoria económica de México si efectivamente esta pandemia no hubiera tenido ni la magnitud ni la virulencia que sigue demostrando? Un crecimiento de la economía del 1 o 2%, una inversión extranjera directa de 29,000 mdd (poco más que en 2019), una desocupación de 3.7% (“la más alta registrada desde 2016, prevenía el INEGI), un tipo de cambio de entre 18,60 y 18,95 pesos (“volátil por el llamado virus de Wuhan”, publicaba CIBanco) y una inflación de 3 a 3,5 % a causa de fuertes “shocks internacionales, como la guerra comercial e incluso las negociaciones del T-MEC con EU”, vaticinaba Roger Aliaga-Díaz, economista en jefe de América Latina y director de Vanguard Investment Strategy Group.

Otro mundo.

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