El reto humano: voluntarios para infectarse con Covid
El voluntario de pruebas de desafío humano de Covid Alastair Fraser-Urquhart. Foto: Cortesía

Si se le puede creer a Dominic Cummings, exconsejero del primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, dijo que este último era tan escéptico de que el Covid-19 fuera una amenaza a principios del año pasado que estaba dispuesto a inyectarse él mismo en televisión con la enfermedad. Pero hay voluntarios reales, jóvenes y sanos, que fueron elegidos para que los infectaran con el virus, todo en nombre de la ciencia.

Estos voluntarios se enlistaron para participar en “las pruebas del reto humano”, que desde hace tiempo han sido muy útiles para desarrollar vacunas para enfermedades como tifoidea y cólera.

La primera prueba del mundo para el Covid empezó en marzo en Reino Unido y con ella los científicos intentan establecer cuál es la dosis mínima que se necesita del virus para provocar una infección en los voluntarios de entre 18 y 30 años.  

Sin embargo, Cummings, en la séptima hora de su comparecencia ante la audiencia de investigación de los Comunes la semana pasada, sugirió que las pruebas del reto tenían que haber empezado mucho antes. Si se hubiera hecho así, la campaña de vacunación habría empezado en septiembre de 2020 y no meses después.

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Alastair Frase-Urquhart se inscribió al “instante” para ser parte de la prueba del reto. Él trabaja como gerente de 1Day Sooner en Reino Unido, una organización sin fines de lucro que promueve el reto humano de voluntarios para estudios.

Alastair declaró: “Fuimos muy, muy afortunados de que mi ARN fuera una plataforma viable, pero no hay garantía: Y si es totalmente inservible, con una prueba para el reto pudimos haberlo descubierto en semanas y no en meses”.

Frase Urquhart fue uno de los primeros participantes de la primera fase del reto, donde se hacían exámenes previos a los voluntarios que se quedaron en cuarentena en el hospital Royal Free en Londres.

Unos días después, el virus se administró de forma nasal por un científico con equipo de protección personal, mientras Fraser-Urquhart estaba acostado en la cama con camiseta y jeans. Había como seis personas en equipo de protección total en la habitación designada: “Uno de ellos se quedó en una esquina contando los segundos… como si fuera un lanzamiento de cohete o algo así”, contó Fraser Urquhart. 

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La experiencia fue igualmente aterradora y sorprendente, dijo. “Estar en un cuarto con una gran cantidad de virus extraordinariamente puro según el grado médico… parecía agua, pero no esperas ver así al coronavirus”.

Después de la dosis, las personas se acuestan 10 minutos y luego se sientan y se quedan así otros 20 minutos, explicó Jacob Hopkins, quien fue el primer voluntario en quedar afectado directamente por el virus. “Cuando terminamos… chocamos las manos. Fue un momento muy extraño, como: ‘¡Yeih, Covid!’, y luego empezó todo”.

Después de la exposición, los participantes fueron monitoreados 24 horas al día durante al menos 14 días, con muestras de sangre e hisopados nasales diarios. Fraser Urquhart y Hopkins se sintieron bien los primeros días después de la exposición, pero tuvieron un par de días “difíciles” antes de regresar.

“Honestamente, no fue fácil pero fue increíble. Se trata de una de las mejores cosas que he hecho en mi vida y probablemente la mejor”, confesó Hopkins. “Cuando eres parte de algo que puede hacer tanto bien… realmente el sentimiento es sorprendente por estar tan involucrado”.

Cuando lo dieron de alta, se les empezó a dar seguimiento por al menos un año para que los investigadores revisen síntomas de largo plazo. Se les compensará con 6,350 dólares por su participación. Fraser-Urquhart ya donó parte de su compensación a Gavi, la Alianza de Vacunas, y piensa dar lo demás a otras fundaciones.

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“Es bueno ser capaz de demostrar que al menos algunos voluntarios del reto humano estuvimos motivados solamente por el altruismo”, comentó. “Esta compensación no tuvo que ver con mi decisión”.

Algunos científicos han expresado reservas por la exposición de voluntarios al Sars-CoV-2, el virus detrás del Covid-19, para el que no hay cura, aunque algunos tratamientos ya demostraron que pueden ayudar.

Los que proponen las pruebas voluntarias argumentan que los riesgos que plantea el coronavirus a los jóvenes y sanos son bajos y que los beneficios para la sociedad son altos. 

Estos beneficios incluyen aumentar potencialmente el desarrollo de la segunda generación de vacunas mientras los países en desarrollo luchan por satisfacer una demanda que rebasa por mucho la oferta de las primeras vacunas. También podrían usarse para comparar a diferentes candidatos a vacunas, a desarrollar tratamientos y a aumentar el conocimiento científico del virus.

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