‘Todo se derrumba’: Colombia lucha contra la tercera ola del Covid en medio de disturbios
Trabajadores de un cementerio y una funeraria levantan un ataúd con los restos de un hombre que falleció de Covid-19 en el Cementerio del Parque en Zipaquirá. Foto: Fernando Vergara/ AP

Marisol Bejarano, doctora en la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital El Tunal en la capital colombiana, Bogotá, ha visto morir a personas, lentamente y alejadas de sus familiares, desde que comenzó la pandemia.

Ella ha estado en la primera línea mientras la enfermedad ha devastado el país sudamericano, cobrando más de 100,000 vidas, por lo que ha dado la noticia a sus familiares tantas veces que ya no lleva la cuenta. Pero poco podría haber preparado a la especialista de 28 años para lo que está viendo ahora.

“Nos hemos estado entrenando para esto desde que comenzamos nuestra formación médica, pero el costo psicológico de ver tantas muertes es pesado”, señaló Bejarano, alzando la voz por encima de la cacofonía de pitidos de las catorce máquinas de soporte vital de la UCI. “Esto es malo.”

Como gran parte de América del Sur, Colombia resiente los golpes de una creciente tercera ola de Covid-19. Alrededor de 40,000 vidas se han perdido a causa de la enfermedad desde mediados de marzo, casi 40% del número total de muertos.

Hay reportes de más de 25,000 casos cada día, con un promedio de muertes diarias de 590 en la última semana. Las redes hospitalarias en todo el país se han derrumbado, con la ocupación de las UCI en las tres ciudades más grandes, Bogotá, Medellín y Cali, por encima del 97%.

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Pero a diferencia de sus vecinos, Colombia ha llegado al punto más difícil de la pandemia cuando el país se convulsiona por disturbios sociales sin precedentes y protestas contra la desigualdad económica, todo lo cual se ha ampliado durante la pandemia. Y ahora, los médicos están viendo nuevas patologías preocupantes en la propagación del virus, incluso cuando se propagan nuevas variantes.

“La diferencia ahora es que mueren más jóvenes”, recalcó Bejarano, y agregó que la mayoría de las personas mayores en Colombia ya han sido vacunadas y que las protestas son más concurridas por gente joven. Los líderes de la protesta anunciaron la semana pasada una pausa temporal en las marchas masivas en respuesta a la tragedia en la salud pública, en atención a las súplicas de los funcionarios.

Casi la mitad de los pacientes bajo el cuidado de Bejarano, intubados e inconscientes, son menores de 65 años. Muchos de ellos sufren insuficiencia renal y probablemente morirán conectados a máquinas de diálisis y ventiladores mecánicos.

Mientras la doctora de rostro fresco y un equipo de técnicos revisaban a los pacientes, ocasionalmente repartían bromas para aligerar el estado de ánimo; un ayudante cargaba tanques de oxígeno (los suministros son escasos) a la UCI. Una enfermera, secándose el sudor de la frente, visitaba una máquina expendedora. Otro colocaba a un paciente en coma de costado para bañarlo. “Estamos agotados, nos enfermamos y nos pagan mal”, comentó Bejarano.

Cuando el Covid-19 llegó a Colombia en marzo de 2020, el hospital El Tunal tenía 32 camas de UCI. Ahora tiene 106 y cada una está en uso. Los pacientes que necesitan una cama tienen que esperar hasta que un ocupante se recupere o muera.

“Podríamos tener 1,000 camas aquí, podríamos ser el hospital más grande del mundo, pero la situación no mejoraría porque las tasas de contagio son muy altas”, apuntó Jhon Parra, el médico a cargo de las UCI del hospital. “Tenemos miedo y estamos psicológica y emocionalmente agotados”.

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Los factores que contribuyen al brote actual son innumerables.

El despliegue de la vacunación tardó en comenzar y a la fecha, solo el 20% de la población ha recibido una dosis. Las marchas y reuniones durante los disturbios han contribuido. Muchos colombianos, que el año pasado vivieron uno de los confinamientos más extendidos del mundo, se han relajado cada vez más en cuanto al uso de mascarillas y el distanciamiento social.

Mientras tanto, el gobierno del presidente Iván Duque ha seguido abriendo el país, en un esfuerzo por evitar mayores daños a la economía. Desde finales del año pasado se han abierto gimnasios, restaurantes y discotecas en algunas ciudades, con distintas salvedades. Y a pesar del aumento de casos, el país levantó la mayoría de las restricciones restantes el 8 de junio.

“Entiendo la necesidad de reiniciar la economía, pero no habrá mucha si todos están muertos”, dijo Parra durante un inusual descanso en su oficina. “Y la reapertura de la economía dio a la gente una falsa sensación de seguridad, por lo que dejaron de protegerse en las marchas y en otros lugares”.

Los expertos en salud pública han sido menos diplomáticos.

La respuesta a la pandemia ha sido un modelo de catástrofe. Es un escándalo”, dijo Román Vega, profesor de salud pública de la Universidad Javeriana de Bogotá. “Primero, tenemos una ola creciente de casos. En segundo lugar, tenemos bajas tasas de vacunación. En tercer lugar, tenemos un levantamiento social en curso. Cuarto, el gobierno ha decidido abrir aún más la economía a pesar de todo eso. Quinto, tenemos un sistema de salud incapaz de responder. Esto es una catástrofe”.

Ronny Suárez, un periodista que ha cubierto la pandemia en Colombia para el diario El Tiempo todos los días desde marzo de 2020, fue más allá. “Tenemos que decirlo muy claramente: como sociedad nos hemos fallado a nosotros mismos y a las víctimas”.

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A principios de este mes, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, recomendó a las personas que no se presentaran en los hospitales, excepto en los casos más graves, y les rogó que evitaran las marchas y protestas en persona.

En el estacionamiento exterior del hospital El Tunal se han habilitado grandes carpas con camillas y suministros básicos para que los médicos puedan atender a los pacientes de urgencias de forma rápida, sin admitirlos en el interior de los edificios principales. Ambulancias, algunas con sirenas a todo volumen, hacen cola por una cuadra para dejar a los pacientes.

Hasta ahora no han muerto personas mientras esperan a ser atendidas, como en Europa cuando comenzó la pandemia, pero eso va a suceder aquí a menos que la gente comience a protegerse”, comentó Daniel Huertas, de 34 años, quien dirige la sala de accidentes y emergencias. “Es frustrante, por decir lo menos, salir del trabajo y ver que la gente no lo hace”.

“Pero esto es con lo que estamos lidiando”, dijo el médico exasperado. “Todo se derrumba a nuestro alrededor.

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