La era de los inodoros inteligentes está aquí, ¿estás listo para compartir tu huella anal con las grandes tecnológicas?
Foto: Guardian Design; Volanthevist/William Andrew/Getty Images

Durante los últimos 10 años, Sonia Grego ha estado pensando en los inodoros, y más concretamente en lo que depositamos en ellos. “Estamos muy centrados en el análisis de las heces“, comenta la profesora de investigación de la Universidad de Duke, con toda la desenvoltura de alguien acostumbrado a hablar de las funciones corporales. “Creemos que es una increíble oportunidad sin explotar para los datos médicos. Y no se aprovecha esta información debido a la aversión universal a todo lo que se relaciona con las heces”.

Como cofundadora de Coprata, Grego trabaja en un inodoro que utiliza sensores e inteligencia artificial para analizar los excrementos; espera tener listo un primer modelo para un estudio piloto dentro de nueve meses. “El inodoro que tenemos en casa no ha cambiado funcionalmente en su diseño desde que se introdujo por primera vez”, comenta, en la segunda mitad del siglo XIX. Por supuesto, ahora hay inodoros con capacidad para lavar los genitales, o asientos con calefacción, pero esto resulta básico comparado con lo que proyecta Grego. “Todos los demás aspectos de la vida, la electricidad, la comunicación, incluso los timbres, cuentan con capacidades mejoradas”.

El momento del inodoro inteligente ya está aquí y es un mercado potencialmente enorme: en los países desarrollados, todas las personas que pueden utilizan un inodoro varias veces al día. Grego añade que “ciertamente se imagina un mundo” en el que un inodoro que haga algo más que descargar los excrementos “esté al alcance de todos los hogares”. Existen numerosas empresas que trabajan para sacar esto al mercado: una competencia a muerte, por así decirlo.

Los innovadores de los inodoros inteligentes creen que el retrete podría convertirse en la herramienta definitiva de control de la salud. Grego considera que su producto, que analiza y realiza un control de las muestras de heces y envía los datos a una aplicación, proporcionará “información relacionada con el cáncer y muchas enfermedades crónicas“. Para los consumidores en general, proporcionará tranquilidad, comenta, al establecer “una base de referencia saludable”: “Disponer de una tecnología que haga un seguimiento de lo que es normal en un individuo podría proporcionar una alerta temprana de que es necesario realizarse un chequeo“. En el caso de las personas con afecciones específicas, como la enfermedad inflamatoria intestinal, el dispositivo podría proporcionar un seguimiento útil para los médicos. “Es muy difícil saber cuándo hay que intensificar o reducir el tratamiento”, dice. “Los biomarcadores basados en las heces pueden proporcionar esa información”.

En algún momento, piensa, un inodoro inteligente podría proponer sugerencias sobre el estilo de vida, por ejemplo, podría decirte que comas más fibra o determinados nutrientes, o averiguar qué tipo de comida provocó un episodio gástrico incómodo. “La ciencia de la nutrición está avanzando hacia la nutrición personalizada“, señala Grego. “Nuestra tecnología será un facilitador para esto, porque tienes información de lo que comes, pero podemos hacer que obtengas de forma continua la información de lo que sale”.

La tecnología del inodoro que está desarrollando el laboratorio académico de Joshua Coon se centra en la orina, porque es más fácil para tomar muestras y analizar. Se describe a sí mismo como “un entusiasta de los inodoros inteligentes”, en lugar de alguien que corre para sacar un producto al mercado, aunque comenta que está en conversaciones con líderes de la industria. “Se conocen varias miles de pequeñas moléculas diferentes que existen en la orina y que te permiten saber qué está pasando”, dice Coon, que es profesor de química y bioquímica en la Universidad de Wisconsin-Madison.

En un pequeño estudio que realizó, dos personas, una de las cuales era Coon, guardaron cada muestra de orina durante 10 días. “Resulta que se pueden detectar compuestos que diagnostican el ejercicio (muestran que hiciste algo); se puede ver cuándo un medicamento de venta libre entra en el sistema y se elimina; se pueden ver moléculas relacionadas con la calidad del sueño, la cantidad de grasa en la dieta, la ingesta de calorías”.

El estudio no estaba pensado para analizar la salud a largo plazo, dice, sin embargo, las implicaciones están ahí. “Combinando esto con los registros de salud y los datos sobre el estilo de vida, muchas de estas moléculas podrían correlacionarse con un riesgo importante de enfermedades y ser capaces de predecir mucho mejor la necesidad de intervención de una persona. Esa es la visión, si uno tuviera la capacidad técnica para realizar estas mediciones en un baño”.

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Numi, un “inodoro inteligente” diseñado por la marca estadounidense Kohler, en el Consumer Electronics Show de 2020. Foto: Steve Marcus/Reuters

En otros lugares se han realizado desarrollos similares. En 2018, Panasonic lanzó en China un inodoro inteligente que analizaba la orina y rastreaba la grasa corporal. Este año, en el influyente Consumer Electronics Show que se celebra anualmente, el fabricante japonés Toto anunció su “inodoro del bienestar“, un concepto, pero un elemento en el que está trabajando (anteriormente desarrolló un inodoro que analiza el flujo de orina). Sus sensores, incluyendo uno para el olor, tendrían como objetivo detectar problemas de salud y condiciones como el estrés, pero también realizar sugerencias sobre el estilo de vida. En una imagen proporcionada por la empresa, se visualizaba que el inodoro te enviaría una receta de ensalada de salmón y aguacate.

Los investigadores de la Facultad de Medicina de Stanford trabajan en una tecnología capaz de analizar las heces (incluido el “tiempo de caída de las heces”) y de hacer un seguimiento de la velocidad y el color de la orina, además de analizarla. Un artículo publicado este mes en el Wall Street Journal informó que los investigadores se asociaron con Izen, un fabricante coreano de inodoros, y que esperan tener prototipos para finales de año. Para diferenciar a los usuarios, Izen desarrolló un escáner que puede reconocer las características físicas de quien se sienta en el inodoro o, en palabras de los investigadores, “los rasgos distintivos de su anodermo” (la piel del canal anal). Al parecer, tu “huella anal”, como tus huellas dactilares, es única.

Vik Kashyap opina que estamos listos para ello (bueno, quizá no para los escáneres: en el estudio de Stanford sobre la aceptación de los usuarios, “el módulo menos favorecido es el de la huella anal”). La empresa de Kashyap, Toi Labs, ha trabajado en el ámbito de los inodoros inteligentes durante aproximadamente dos décadas y tiene un gran interés en la salud intestinal (se trató con éxito su propia colitis ulcerosa ingiriendo gusanos parasitarios). Ha visto fracasar los intentos de otras empresas de crear un inodoro inteligente, pero cree que ahora puede ser el momento de hacerlo. No solo se ha convertido en algo normal el seguimiento de nuestros datos a través de wearables como un Apple Watch o un Fitbit, sino que también somos menos quisquillosos. Kashyap lo atribuye al aumento del interés y la investigación sobre el microbioma y nuestra salud intestinal, incluida la popó, que “ha hecho que este tema ya no sea tan tabú“.

También cree que la pandemia aceleró las circunstancias: la carrera por el papel higiénico destacó el hecho de que la gente entró en pánico sobre cómo iba a limpiarse el trasero, mientras que los laboratorios han estado analizando las aguas residuales para rastrear el virus. “Y, por último, el costo de ofrecer sistemas de internet de las cosas basados en sensores en el hogar se ha reducido considerablemente. Productos como Alexa están bien establecidos y la gente comienza a darse cuenta de que su hogar evolucionará con el tiempo“.

Kashyap desarrolló un asiento de inodoro, TrueLoo, que puede fijarse a un inodoro ya existente y reconoce al usuario a través de su teléfono (una encuesta reveló que la mayoría de los británicos llevan su teléfono al baño) o a través de una combinación de parámetros fisiológicos: “¿Cuánto pesan? ¿Cómo se sientan en el asiento?”. Después analiza los excrementos “mediante métodos ópticos, observando aspectos como el volumen, la claridad, la consistencia, el color. Esencialmente, se trata de entender cuándo alguien tiene patrones anormales y después es capaz de documentar esos patrones y proporcionar informes que los médicos pueden utilizar para ayudar en el tratamiento de diversas enfermedades”.

Por el momento, TrueLoo está enfocado al mercado de los adultos mayores, personas con mayor riesgo de sufrir problemas genitourinarios y gastrointestinales, como aquellos que se encuentran en residencias, pero, según Kashyap, “tenemos la mirada puesta en que sea un producto de consumo que sea utilizado por cualquier persona que tenga un inodoro”.

Cuando Kashyap comenzó a pensar en analizar los residuos, pensó que debía seguir el camino de la bioquímica. “Pero con los años aprendí que existe una tecnología increíble en el ámbito del análisis visual”, comenta. También tiene un costo mucho menor. “La gente piensa: ‘Vamos a poner todos estos sensores tan complicados en un inodoro, vamos a hacer análisis químicos’. Cuando empiezas a hacerlo, comienzas a aumentar el costo. No puedes decirle a alguien: ‘Voy a sustituir tu asiento de inodoro de 20 dólares por uno de 2 mil dólares, o por un inodoro de 12 mil dólares’, realmente no es viable”.

Kashyap predice (aunque admite que no es imparcial) que alguna versión del inodoro inteligente “será el producto médico doméstico más importante del futuro. Los wearables tienen un límite, pero el inodoro constituirá una forma mucho más profunda de entender la salud de una persona”.

¿Todo esto, tu huella anal en el mundo, el análisis de la composición de tus movimientos intestinales, es una violación a la privacidad que va demasiado lejos? “¿Se puede mantener la seguridad?”, pregunta Eerke Boiten, profesor de ciberseguridad en la Universidad De Montfort en Leicester. “¿Qué tipo de organización tiene estos datos? ¿Con quién van a compartir los datos? ¿Con qué datos se combinarán? ¿Tendremos algún tipo de transparencia sobre el destino de estos datos? Se trata de un área en la que ni siquiera sabemos del todo cuáles son sus riesgos. Necesitamos una investigación significativa al respecto”.

A muchas personas “no les gustaría, por muy buenas razones, tener cámaras apuntando a su trasero”, señala Phil Booth, coordinador de MedConfidential, que aboga por la confidencialidad de los historiales médicos. Dicho esto, bajo la orientación de un profesional médico, “no existen necesariamente riesgos inherentes a la privacidad” en el uso de un inodoro inteligente como dispositivo médico, comenta. Sin embargo, la situación podría ponerse interesante si los datos creados por el uso general de los consumidores pertenecieran a una empresa: “Puede que confíes en esa empresa en particular, pero cualquier empresa se deja comprar por Google, Facebook o Amazon. Entonces, lo que creía que era algo para el control de mi propia salud se ha convertido en material para modelos de negocio de los que realmente no sé nada”.

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Inodoros inteligentes ensamblados en una fábrica de Hangzhou, al este de China. Foto: VCG/Getty Images

Según Booth, la gente compró Fitbits “pensando que se trataba de un artículo nuevo y atractivo para monitorear su ejercicio y, de repente, Google lo compra. En un instante, todos esos datos tan valiosos son absorbidos por una empresa que tiene otros objetivos”. Google lleva tiempo prestando atención al multimillonario mercado de la salud, con la intención de imponerse en el ámbito de los datos de salud: polémicamente, ha accedido a los datos médicos de 1.6 millones de pacientes del Servicio Nacional de Salud y de 50 millones de estadounidenses. ¿A Google le interesan tus hábitos en el baño? Bueno, ya patentó un sensor para el asiento del inodoro en 2016.

Cuando se trata de información sobre tus desechos corporales, Booth señala: “¿Qué datos están vinculando las empresas? ¿Qué intentan analizar sobre ti? ¿Perfilarte? Las llaman ‘casas inteligentes’, pero son casas de vigilancia”.

La información procedente de las muestras de heces y orina podría proporcionar todo tipo de datos: tu riesgo de padecer enfermedades, tu dieta, tu nivel de ejercicio; cuánto alcohol bebes y si consumes drogas. Incluso el registro de algo tan trivial como el momento del día en que vas al baño, por ejemplo, regularmente en la noche, lo que indica insomnio, podría revelar trastornos como la depresión o la ansiedad.

¿Dónde termina todo esto? ¿Podría la policía u otras personas implicadas en la vigilancia rastrear tu huella anal, a través de los baños públicos y domésticos inteligentes que visitas? ¿Se te podría solicitar una huella en una agencia de policía?

Imagina un mundo en el que los inodoros inteligentes de los centros de trabajo fueran capaces de detectar qué empleadas están embarazadas, o aquellos que consumen drogas, o corren el riesgo de padecer enfermedades físicas o mentales, lo que implica que podrían no ser tan productivos, o estar a punto de ausentarse del trabajo. “Piensa en Texas”, comenta Booth sobre las restricciones al aborto que se endurecieron recientemente en ese estado. “Si puedes saber si alguien está embarazada a través de sus popos, de repente la pregunta es: ‘¿Está buscando abortar? Eso está al nivel de Gilead, es ciencia ficción, pero ilustra el riesgo“.

No es tan descabellado imaginar que los padres utilicen la tecnología para comprobar si sus hijos adolescentes consumen drogas. “Una vez que comienzas a medir algo que es del cuerpo, se traspasa la línea de la privacidad“, señala Booth. “Si no se mide lo que ocurre con los movimientos intestinales de alguien, el movimiento intestinal es privado”.

Es un pensamiento alarmante, pero, dice Booth riendo, no es como si los gobiernos fueran a imponer inodoros inteligentes. Comenta que siempre habrá personas, las del movimiento del “yo cuantificado”, que estarán encantadas de autoevaluarse y hacer un seguimiento de sí mismas. Si los inodoros inteligentes son considerados dispositivos clínicos que recopilan datos médicos, “entonces se trata de un riesgo de infracción médica directo, no especial de los inodoros, sino porque se ha convertido al inodoro en una experiencia generadora de datos médicos. ¿Están gestionando esos riesgos correctamente?”

Coon también está consciente de los problemas. “¿Las compañías de seguros pueden saber lo que hay en tu orina? Puedes imaginar esos obstáculos, pero si la tecnología existe, y hay beneficios, la gente averiguará cómo resolverlo”. Kashyap comenta: “Tal y como yo lo veo, esto es básicamente parte de tu historial médico. Probablemente entraría en la misma categoría de riesgo, y, al menos en Estados Unidos, existe mucha protección en torno a los historiales médicos”.

¿Se convertirá el inodoro inteligente en un accesorio de baño normal? Esta pregunta solo puede aplicarse en los países desarrollados. Si queremos hablar de desigualdad en los inodoros, 3 mil 600 millones de personas, casi la mitad de la población mundial, no tienen acceso a un servicio higiénico seguro, y mucho menos a un inodoro que pueda controlar la calidad del sueño y la ingesta de fibra. Pero aquellos que trabajan en los inodoros inteligentes son optimistas. “Se trata de averiguar cómo podemos llevar la tecnología que tenemos en el laboratorio a un inodoro a una escala que sea asequible y robusta”, comenta Coon. “Ese es el reto. Podría ser dentro de 10 o 30 años, pero creo que es algo que va a suceder“.

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