‘El patrimonio ucraniano se encuentra bajo ataque directo’: por qué Rusia está saqueando los museos del país
Botín de guerra... Un peto de oro del siglo IV a.C. saqueado por agentes rusos. Foto: Efrem Lukatsky/AP

Cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania, la directora del Museo de Historia Local de Melitopol, ubicado en el sureste del país, Leila Ibrahimova, dispuso que se ocultara un conjunto de objetos de oro de la antigua Escitia. Pocas semanas después, fue secuestrada e interrogada por las tropas rusas.

Exigieron saber dónde se encontraba el oro de Escitia; ella se negó a cooperar. Posteriormente, la curadora del museo, Galina Andriivna Kucher, fue llevada a punta de pistola al museo y le pidieron que le mostrara a un “experto” y a los agentes rusos dónde estaba el oro. Ella también se negó a facilitar la localización de la colección. Más adelante, el 30 de abril, Kucher fue secuestrada en su casa y todavía se desconoce su paradero.

Según un informe sobre el robo publicado en el periódico New York Times, las tropas rusas terminaron hallando el botín de oro, que se remonta al siglo IV a.C., guardado en cajas en el sótano del museo. Los objetos fueron trasladados a Donetsk, en la región del Donbás controlada por Rusia, por “seguridad”, y el recién nombrado director títere del museo, Evgeny Gorlachev, declaró que los objetos de oro no eran únicamente propiedad de los ucranianos, sino que tenían “un gran valor cultural para toda la antigua Unión Soviética”. Sus palabras, cuidadosamente elegidas, tenían como objetivo borrar el patrimonio ucraniano de la colección y sustituirlo por uno soviético, uno que sugería que Ucrania volvía a formar parte de la esfera de influencia y control de Rusia.

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Una sala del museo dedicado al artista ruso Arkhip Kuindzhi, destruida tras los bombardeos de los separatistas apoyados por Rusia en Mariúpol. Foto: AP

Hasta la fecha, las fuerzas rusas han causado la destrucción o graves daños en 250 museos e instituciones de Ucrania. Veinticinco pinturas de la artista popular ucraniana Maria Prymachenko fueron incineradas después de que el Museo de Historia Local de Ivankiv fuera impactado por un misil. El museo Arkhip Kuindzhi situado en la ciudad sitiada de Mariúpol resultó gravemente dañado por un bombardeo que dejó las pinturas expuestas a la intemperie, colgando de las paredes entre montones de escombros. El Laboratorio de Vigilancia del Patrimonio Cultural, dirigido por el Museo de Historia Natural de Virginia en colaboración con el Instituto Smithsoniano, ya ha registrado más de 110 monumentos destruidos por las armas rusas. Sin embargo, además de destruir museos y galerías, las tropas rusas están acusadas de haber robado aproximadamente 2 mil obras de arte. Además del robo del oro escita en Melitopol, en la ciudad de Mariúpol se llevaron un pergamino de la Torá escrito a mano y un valioso evangelio impreso en Venecia en 1811.

Que los líderes despóticos se apoderen del arte como medio para reescribir la historia cultural de una nación y promover sus intereses no se trata de una novedad: en 1937, Hitler confiscó 17 mil obras de arte de más de 100 museos alemanes en menos de un mes. Algunas fueron mostradas en su exposición de Arte Degenerado, no obstante, muchas fueron destruidas o “perdidas”. Napoleón envió a París carros llenos de obras maestras de toda Europa: las esculturas clásicas Apolo de Belvedere y Laocoonte de Italia; El descendimiento de la cruz de Rubens de Bélgica. Sin embargo, estos últimos robos responden a los intentos de Putin de borrar la historia independiente de Ucrania y promover su propio modelo expansionista de un nuevo imperio ruso.

Es evidente que Putin considera que el oro escita es particularmente importante para la identidad cultural y la independencia de Ucrania. No es la primera vez que intenta reclamarlo para Rusia. En 2014, algunas piezas de oro escita fueron prestadas al museo Allard Pierson en Ámsterdam. Cuatro de los museos ucranianos que concedieron los préstamos se encontraban en Crimea. Cuando Putin invadió y anexionó Crimea, presionó a los Países Bajos para que devolvieran el oro. Se produjo una prolongada batalla legal y solo en octubre de 2021 un juez sentenció finalmente que las obras pertenecían categóricamente al Fondo Estatal de Museos de Ucrania y no a los museos de Crimea controlados por Rusia (las obras aún permanecen en las bodegas del museo holandés).

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El Museum of Local Lore (Museo de las tradiciones locales) de Mariúpol, que se incendió tras un bombardeo perpetrado por los separatistas apoyados por Rusia. Foto: AP

Cuando también se consideran las pinturas que fueron retiradas por la fuerza de la ciudad de Mariúpol, emerge un patrón claro. Estas obras fueron elegidas para socavar la identidad nacional de Ucrania. Las pinturas de artistas europeos occidentales no han sido el objetivo, por ejemplo. En cambio, el robo se ha centrado en las obras de artistas ucranianos y rusos. Por ejemplo, el pintor de paisajes marinos del siglo XIX Ivan Aivazovsky. Este artista, nacido en Feodosiya, un puerto de Crimea, fue un destacado artista romántico que pintó tempestades, atardeceres dorados y barcos azotados por tormentas. El un poco más joven Arkhip Kuindzhi, otro artista cuyas obras fueron retiradas, nació en Mariúpol. Sus pinturas son la calma que precede a la tormenta de Aivazovsky: paisajes de armoniosa tranquilidad. Ambos pintores trabajaron en regiones que actualmente se encuentran en Ucrania y Rusia, y ambos países reclaman a los artistas como propios. Otras obras robadas pertenecen a Tetyana Yablonska (1917-2005), una pintora ucraniana políticamente activa que nació en Smolensk, Rusia, y a Mykola Hlushchenko (1901-1977), que vivió en Donetsk desde muy joven pero que también nació en Rusia. La línea de pensamiento de Rusia parece consistir en que si se apodera de estas pinturas de artistas ucranianos-rusos, el territorio disputado que una vez llamaron hogar será el siguiente.

No obstante, hay esperanza. La resistencia que Ucrania está mostrando en la guerra se ve reflejada en la respuesta del país a este ataque paralelo contra su cultura. En la Bienal de Venecia, la exposición This Is Ukraine estuvo repleta de artistas, con el lema escrito a mano por el presidente Zelenski “Estamos defendiendo nuestra libertad” adornando el costado del edificio. Uno de los artistas participantes, Nikita Kadan, creó una obra a partir de fragmentos de metal dañados por la guerra, recolectados en el Donbás durante la guerra de 2014 y la actual agresión. El artista utiliza su cuenta de Instagram para registrar los daños causados a los museos ucranianos, pero también para mostrar la forma en que el país está protegiendo sus bienes culturales, publicando fotos de monumentos en todo el país, envueltos en cobijas y cinta adhesiva o rodeados de cientos de costales de arena. Todos los ucranianos son conscientes de que su patrimonio se encuentra bajo ataque directo.

La pieza estrella de la colección de oro escita de Melitopol es un pectoral o peto. Es una media luna ornamentada de oro trenzado con tres intrincados frisos. El ganado y los caballos, fundamentales en la vida de los escitas, son atendidos por hombres en el primer nivel, mientras que un panel decorativo de flores y zarcillos ocupa el centro. El panel inferior, sin embargo, es brutal. Seis grifos alados atacan a tres caballos, una personificación de los espíritus malignos que atacan sin piedad. A pesar de ser superados en número, los caballos luchan, intentando mantenerse en pie. Actualmente, el mensaje del peto parece tener una resonancia insólita, ya que Ucrania es testigo del robo de sus obras maestras por parte de un vecino que ya tiene las manos manchadas de sangre.

Charlotte Mullins es la autora de A Little History of Art (Yale, 16.99 libras).

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