¿Qué sabemos sobre las raíces rusas de la mayor empresa de cannabis de EU?
Con permisos en todo el país, Curaleaf está posicionada para devorar una parte importante del mercado del cannabis en Estados Unidos. Foto compuesta: AP, Getty Images, Alamy

Nueva Jersey está lejos de Moscú. Sin embargo, cuando comenzó la venta de cannabis en el Estado Jardín el 21 de abril, una de las siete empresas afortunadas en realizar las primeras compras se ocupaba de los rumores de que estaba a punto de ser sancionada tras la invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Putin.

Mientras los proyectiles rusos caían sobre la población civil en Kiev y Kharkiv el 24 de febrero, un usuario de Twitter inició el rumor de que Curaleaf –la principal empresa de cannabis del mundo, valorada en 4 mil 220 millones de dólares y con operaciones en 23 estados de Estados Unidos y en varios países– estaba a punto de ser sancionada, ya que su presidente y su principal inversionista habían hecho fortunas en la Rusia de Putin.

No era cierto. Ni el hombre ni Curaleaf fueron sancionados, y todos han negado estridentemente cualquier asociación actual o en curso con el Estado ruso. No obstante, existe una conexión innegable con el país.

Boris Jordan, el presidente de la empresa, nacido en Estados Unidos, pasó la mayor parte de dos décadas en Rusia, desde principios de los años 90, donde adquirió reputación como el banquero de inversiones extranjeras más prominente del país y, según admite él, “alguna vez tuvo una estrecha relación con Putin”, quien asumió la presidencia rusa de manos de Boris Yeltsin el 31 de diciembre de 1999. Tras las elecciones de 2004, la relación se deterioró, pero Jordan mantuvo su presencia en Rusia, dirigiendo una empresa de inversiones y dirigiendo una empresa de seguros parcialmente respaldada por el magnate Roman Abramovich, actualmente sancionado. Jordan sacó a bolsa la aseguradora el año pasado.

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Un cliente en una tienda de productos electrónicos observa al entonces jefe de NTV, Boris Jordan, dando una conferencia de prensa en 2001. Foto: Wojtek Laski/Getty Image

Andrey Blokh, un ciudadano con doble nacionalidad radicado en Moscú y asociado desde hace tiempo de Roman Abramovich, es el segundo principal accionista de Curaleaf, según los archivos de divulgación disponibles públicamente. (En el momento cumbre del precio de las acciones de Curaleaf, sus participaciones convirtieron a estos hombres en auténticos multimillonarios. Incluso después de que las acciones de la empresa cayeran más del 60%, entre febrero de 2021 y la actualidad, las participaciones de Jordan en Curaleaf todavía tienen un valor de 900 millones de dólares y las de Blokh de 760 millones).

Antes de crear empresas en 2014 que entraron en la industria del cannabis en Las Vegas –firmas que Curaleaf adquirió en 2017–, Blokh estuvo asociado con Abramovich en varios acuerdos, incluyendo la compra en 1998 de Sibneft, una importante empresa petrolera. Abramovich posteriormente admitió que la subasta de Sibneft estuvo manipulada. No existen indicios de que Blokh estuviera tan implicado.
Con licencias en todo el país, Curaleaf está en condiciones de acaparar una parte importante del mercado estadounidense del cannabis, cuyo crecimiento se calcula en 75 mil millones de dólares para el año 2030. No obstante, las fuentes de su capital no han sido analizadas con detenimiento.

‘Capital oligárquico’

De acuerdo con Louise Shelley, fundadora y directora ejecutiva del Terrorism, Transnational Crime and Corruption Center (Centro de Terrorismo, Crimen Transnacional y Corrupción) y experta en el flujo de capital que entra y sale de Rusia, hay motivos para analizar con detenimiento todo negocio que tenga vínculos financieros históricos con el dinero ruso.

En términos generales, Shelley, profesora en la Universidad George Mason en Washington DC, comentó: “Nadie ha hecho dinero en Rusia sin, como mínimo, un acuerdo o un acomodo con el Kremlin”.

Las realidades políticas en Rusia clasifican las fortunas adquiridas y mantenidas desde que Putin subió al poder como lo que Shelley denomina “capital oligárquico”. Se trata del dinero en efectivo que fluye desde Rusia con la aprobación del gobierno –y, en algunos casos, con un recorte por parte del gobierno– hacia bancos occidentales y medios de inversión con sede en países con estado de derecho.

Aunque las empresas occidentales que operan en Rusia –y los espectáculos públicos como la confiscación de los yates de lujo de los oligarcas sancionados– han acaparado la atención pública, señala Shelley, el movimiento histórico del capital oligárquico hacia Estados Unidos, Reino Unido y otras democracias occidentales ha recibido una menor atención.

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Clientes esperan en fila frente a Curaleaf mientras Nueva Jersey da inicio a la venta de cannabis recreativo en abril. Foto: Hannah Beier/Reuters

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Clientes en el dispensario de Curaleaf en Bellmawr, Nueva Jersey. Foto: Joseph Kaczmarek/REX/Shutterstock

Se trata de una crítica que puede ser aplicada tanto a Curaleaf como a cualquier otro negocio estadounidense e internacional.

Otros expertos en Rusia y la cleptocracia adoptan una postura más moderada que Shelley. “Me parece difícil actuar contra personas como (Jordan)”, comentó Anders Aslund, economista, exasesor de Boris Yeltsin y del expresidente ucraniano Leonid Kuchma, y autor del libro Russia’s Crony Capitalism: From Market Economy to Kleptocracy.

Aunque Jordan se ganó la reputación de ser “la cara fea del capitalismo occidental en Rusia en los años 90″ y sin duda fue políticamente activo durante el primer mandato de Putin –”Lo que hizo por Putin con (el canal de televisión) NTV en 2000 y 2001 fue horrible”, dijo Aslund– Jordan ha mantenido desde entonces un perfil más bajo, manteniéndose alejado de la política y de industrias sensibles como el petróleo y el gas, los metales preciosos y la defensa. Y aunque es más probable que magnates más ricos o prominentes hayan sido influenciados por el gobierno de alguna manera, la fortuna de Jordan pudo haber sido lo suficientemente pequeña como para permanecer bajo el radar del Kremlin, añadió Åslund.

La riqueza de Jordan

Según Forbes, Jordan es un multimillonario “que se hizo a sí mismo” y que “se inició en las inversiones” en Moscú en la década de 1990. Blokh, cuya riqueza Forbes calculó en 1.9 millones de dólares en 2021, salió de la lista de multimillonarios este año, no obstante, la revista describió su fortuna como también “creada por él mismo”, señalando su período como presidente de Sibneft –una importante empresa petrolera que Abramovich revendió al gobierno ruso en 2005 por más de 50 veces su precio de venta en 1995– así como su papel en la consolidación de la industria láctea rusa bajo la marca Unimilk, la cual posteriormente fue vendida al conglomerado francés Danone en 2010.

Aunque Forbes no identifica las fuentes de riqueza de los dos hombres más allá de sus intereses empresariales en Rusia y sus más recientes empresas de cannabis, Victoria McEvedy, abogada de Jordan en Londres, mencionó “importantes intereses empresariales fuera de Rusia”, entre ellos la consolidación de Telecity, un centro de datos europeo, y empresas energéticas activas en los campos petroleros de Bakken en Canadá. “En conjunto, los activos estadounidenses, canadienses y europeos representan más del 80% de la cartera actual del señor Jordan”, afirmó McEvedy.

Shelley no dispone de información privilegiada o interna sobre Jordan, Blokh o Curaleaf en este contexto. Más bien, señala, su crítica se refiere a un patrón general, y hace hincapié en que el conocimiento público del fenómeno más amplio, así como el análisis de los diversos flujos de acuerdos, son de interés público.

Jordan y Curaleaf rechazaron ser entrevistados para este artículo. En una respuesta escrita sobre las preguntas enviadas a Curaleaf, McEvedy rechazó el análisis del CV de Jordan como ” un amplio intento para descubrir evidencias donde pudiera haberlas”.

“Boris Jordan es un estadounidense de ascendencia rusa y ucraniana con intereses comerciales en Estados Unidos, Europa y Rusia”, indicaba parcialmente el comunicado de McEvedy. “Su único interés comercial en Rusia consiste en una participación minoritaria en las acciones de una empresa de seguros minorista que atiende a clientes de clase media”.

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Productos de THC en el establecimiento de Curaleaf en Bellmawr. Foto: Hannah Beier/Reuters

“Como inversionista extranjero y estadounidense, no está ni ha estado afiliado al gobierno”, añadió el comunicado, señalando que Jordan vivió por última vez en Rusia en 2003 y que no había estado ahí desde enero de 2022.

“Pedimos responsabilidad y hechos en lugar de conjeturas e insinuaciones”, continuó el comunicado de McEvedy. “Se resistirán enérgicamente los intentos de relacionarnos con el gobierno ruso o sus políticas”.

“Al igual que los intentos de explotar la actual indignación contra dichas políticas para obtener ventajas competitivas y personales, se trata de un camino peligroso para todos y discrimina injustamente a los estadounidenses de ascendencia rusa”.

Jordan comentó a Barron’s en 2018 que “dividía el tiempo” entre Moscú y Miami Beach, el lugar donde se deshizo de un departamento penthouse de 26 millones de dólares ese año. (En ese momento, Forbes se refirió a él como un “capitalista de riesgo ruso”).

Y aunque en marzo renunció a la presidencia de Renaissance Insurance, con sede en Moscú, conserva una participación del 35% en la empresa. Su abogada indica que esta empresa no tiene contratos gubernamentales ni clientes comerciales. Jordan también fue presidente de un grupo de inversión llamado Sputnik, el cual borró su página web después de la invasión. En la actualidad, la página web consiste en una página de inicio que indica: “¡Volveremos pronto! Lamentamos las molestias, pero estamos realizando tareas de mantenimiento en estos momentos”.

Se intentó contactar a Blokh, incluso mediante el envío de cartas certificadas a sus domicilios en Moscú a través de Kazajistán, ya que ningún servicio de correo de Estados Unidos o el Reino Unido entrega correspondencia en Rusia. No se recibió ninguna respuesta.

Respuesta a la guerra

Las conexiones de Curaleaf con Rusia no son nuevas, como señaló la defensa de McEvedy. En 2018, Barron’s publicó un artículo titulado “Una de las empresas de marihuana más ricas de Estados Unidos tiene profundas raíces rusas”.

No obstante, Curaleaf y Jordan parecen estar conscientes de que se encuentran en una posición delicada.
Inmediatamente después de la invasión –pero en medio de una caída en los precios de las acciones de la empresa que había comenzado una semana antes– Curaleaf lanzó una campaña defensiva de relaciones públicas. Presentada como una respuesta a los rumores falsos en las redes sociales de que la empresa sería sancionada, los críticos señalan que estas defensas contuvieron datos cruciales.

En un comunicado de prensa publicado un día después del inicio de la invasión, Curaleaf describió la guerra selectiva de Rusia como la “crisis Rusia-Ucrania“. Posteriormente, Jordan fue entrevistado para un artículo no crítico de Forbes del 3 de marzo –titulado “No, la mayor empresa de cannabis del mundo no es propiedad rusa“– en el que se describió a sí mismo y a Blokh, quien vive en Moscú, según los registros comerciales de Ohio y Nevada, como “patriotas estadounidenses, que son muy, muy pro-estadounidenses” y a la guerra como una “catástrofe” y un “desastre”. No obstante, ha sido criticado por no condenar explícitamente a Putin o al Kremlin como el agresor en estos comunicados de prensa y en su Twitter; en cambio, se considera que ha adoptado un tono de “ambas partes”.

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Plantas de cannabis medicinal cultivadas antes de que florezcan durante un recorrido de los medios de comunicación por las instalaciones de Curaleaf en Ravena, Nueva York, en 2019. Foto: Hans Pennink/AP

Eso es algo revelador, dicen los críticos. Incluso más incómodo para Curaleaf es el hecho de que Jordan y Blokh lograron conservar sus fortunas y permanecer en el negocio ruso incluso después de que Putin tomara el poder y comenzara a flexibilizar la autoridad estatal respecto a las empresas de capital.

Jordan comentó en su momento que el aumento del sentimiento antiestadounidense después de que Putin ganara un segundo mandato como presidente en 2004 era algo preocupante, según los telegramas diplomáticos de 2007 publicados en WikiLeaks, y que había sido objeto de ataques en los medios de comunicación rusos debido a su ciudadanía estadounidense

Aquellos que mantuvieron su fortuna y evitaron el destino de Mikhail Khodorkovsky y su empresa, Yukos –que en 2003 fue confiscada y vendida, a la vez que Khodorkovsky fue encarcelado– deben tener algún vínculo con el Kremlin, ya sea una relación o una cooperación directa, señaló Shelley, de nuevo sin hacer referencia a los casos específicos de Jordan o Blokh.

McEvedy negó estridentemente cualquier insinuación de algún vínculo permanente con el Kremlin y reafirmó la ciudadanía estadounidense de Jordan.

Sin embargo, algunos magnates rusos se han visto señalados como ejemplos. En abril, el banquero Oleg Tinkov se vio obligado a vender sus activos en lo que denominó una “liquidación” después de criticar la guerra en una publicación de Instagram. Tinkov y Khodorkovsky solo son algunos de los ejemplos más destacados que demuestran el concepto de Rusia como “Estado mafioso”, popularizado en el influyente libro de 2014 de Karen Dawisha, Putin’s Kleptocracy.

Las leyes de sanciones existentes no contemplan el flujo de capital oligárquico hacia las empresas estadounidenses, que Shelley calificó como una “preocupación creciente”.

Las campañas destinadas a crear conciencia, como la “lista de Rusia” de Yale School of Management, la cual identifica a las empresas con sede en Occidente que tienen negocios en la Rusia de Putin, han disuadido las inversiones de capital en Rusia. (Cabe destacar que las empresas de Jordan no figuran en esta lista). Sin embargo, el flujo inverso –el capital oligárquico ruso que ha sido o es invertido en empresas de Estados Unidos, Reino Unido y otros países que cuentan con un estado de derecho– no ha sido sometido al mismo escrutinio. Algunos opinan que debería estarlo.

Las autoridades estadounidenses parecen estar al tanto. El 28 de abril, el gobierno de Biden dio a conocer una propuesta de un nuevo y extenso conjunto de “autoridades para la incautación de bienes vinculados a la cleptocracia rusa”. No obstante, Shelley, directora del Terrorism, Transnational Crime and Corruption Center, alberga dudas sobre si esto pondrá fin al flujo de capital oligárquico. Jordan financió sus participaciones en Curaleaf a través de una segunda empresa, Gociter Holdings, radicada en Chipre. Shelley señala que “todavía es necesario que se investigue más a los inversionistas, algo que no forma parte de la propuesta”.

‘Una prueba de fuego evidente’

En su comunicado, McEvedy rechazó las críticas relativas a los antecedentes de Jordan por estar basadas en antiguas noticias. Eso es cierto, sin embargo, las viejas noticias no son buenas.

En una ocasión, Jordan afirmó tener una estrecha relación personal con Putin, según un telegrama diplomático de Estados Unidos publicado por Wikileaks, aunque la relación se deterioró después de que Putin adoptara una postura más beligerante y antiestadounidense. Además, aunque Putin tenía el suficiente aprecio por el estadounidense como para nombrarlo jefe de una importante cadena de televisión –un cargo que Jordan perdió después de que a Putin no le gustara su cobertura sobre la masacre en el teatro Dubrovka–, en particular, eso no significó el fin de las inversiones rusas de Jordan. Tampoco pareció repercutir en su respeto por Putin en aquel momento.

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Boris Jordan, a la derecha, habla mientras el multimillonario ruso Roman Trotsenko escucha durante una sesión celebrada en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo en 2011. Foto: Bloomberg/Getty Images

En una columna de opinión de 2007 publicada en el periódico Washington Post que, según dice McEvedy, los editores le pidieron a Jordan que escribiera para explicar la popularidad de Putin, este escribió que Putin y su partido, Rusia Unida, contaban con un amplio apoyo popular porque ofrecían resultados. A estas alturas era evidente que las elecciones rusas estaban manipuladas, que algunos de los llamados partidos de la “oposición” eran ramificaciones del Kremlin y que la oposición legítima, incluidos los disidentes y los periodistas, como el exagente del FSB Alex Litvinenko y la periodista Anna Politkovskaya, terminaban muertos. (La columna de opinión también afirmaba que Jordan seguía “radicado” en Rusia, lo cual contradice la afirmación de McEvedy de que él abandonó el país en 2003).

Los colegas banqueros que conocieron a Jordan durante su apogeo en la década de 1990-2000, cuando los corresponsales de los periódicos Financial Times y el Washington Post lo perfilaban y solicitaban su opinión, comentan que Jordan se esforzó por cultivar sus relaciones con altos funcionarios gubernamentales y empresariales, de los cuales algunos ahora están sancionados. Y su cautela respecto a Putin y su negativa a culpar abiertamente al líder como agresor encajan en ese patrón de comportamiento, aseguran.

“Él era un actor importante en Rusia”, comentó a The Guardian Bill Browder, otro banquero de inversión nacido en Estados Unidos que se adentró en el salvaje Moscú postsoviético en la década de 1990. Desde entonces, Browder se ha convertido en un destacado crítico de Putin después de que su abogado, Sergei Magnitsky, fuera detenido y golpeado hasta la muerte en una prisión rusa en 2009 tras haber denunciado la desenfrenada corrupción. El nombre de Magnitsky fue utilizado posteriormente en la histórica ley del Congreso de 2012 que sancionaba a los empresarios rusos implicados en la corrupción en dicho país.

Jordan figura como un personaje antipático en los libros de Browder sobre sus experiencias en Rusia, aunque no sin motivo. Jordan fue uno de los principales asesores “del oligarca más rico, Vladimir Potanin”, y fue un participante entusiasta en el juego del oligarca, señaló Browder.

Otros altos ejecutivos de Curaleaf tienen vínculos con Rusia. Peter Derby, quien fue nombrado director de la empresa en 2018, pasó una década en el país, según la biografía de Eurasia Foundation. Él fundó Troika Dialog, el primer banco de inversión de Rusia, en 1990.

Karl Johansson, quien también se unió a Curaleaf como director en 2018, fue un socio gerente en las operaciones de Ernst & Young en la antigua Unión Soviética entre 1995 y 2000 y trabajó para la empresa en Moscú desde 2006 hasta 2014, según su biografía publicada en la página web de Curaleaf.

Además de haber logrado mantenerse vivo en los negocios rusos y de haber realizado en el pasado importantes tratos con actores del poder, tales como Roman Abramovich, que actualmente fueron sancionados, la firme negativa de Jordan a criticar al Kremlin –y, tal vez, terminar como Tinkov o Khodorkovsky– constituye un dato clave para Browder.

“La prueba de fuego más evidente para utilizar con cualquier persona que tenga vínculos estrechos con Rusia consiste en saber si está dispuesta a criticar públicamente a Putin por Ucrania”, señaló Browder. “Y si uno lee los comunicados de Boris Jordan, ¿está criticando públicamente a Putin, o se acerca siquiera a eso?”.

“A menos que esté dispuesto a hacerlo, con base en sus experiencias pasadas, plantea serias dudas sobre sus posibles relaciones con rusos de alto nivel”, agregó.

McEvedy, asesor legal de Jordan, rechazó esta apreciación. “Como inversionista extranjero y estadounidense, él no está ni ha estado afiliado al gobierno”, indicaba su carta. “El Sr. Jordan se opone a la violencia, al derramamiento de sangre y a la destrucción en Ucrania y ha solicitado negociaciones para poner fin a la guerra y detener el sufrimiento”.

El mercado estadounidense del cannabis

Por el momento, Curaleaf ha acumulado una posición dominante en el sector de la marihuana, además de defensores en la industria y en el Capitolio. Los principales grupos de presión indican que la empresa ha demostrado su compromiso con las promesas de la legalización de la marihuana en materia de justicia social, incluyendo el reparto de la nueva riqueza de la industria del cannabis legalizada con las personas de color marginadas que más sufrieron durante la guerra contra las drogas.

En Washington, las grandes empresas de marihuana son representadas por una organización llamada United States Cannabis Council, de la que Curaleaf fue miembro fundador.

En un comunicado, Steven Hawkins, CEO del grupo, elogió a Curaleaf –de la que se descubrió que infringió la legislación laboral durante las campañas de organización sindical en Arizona y Massachusetts– “como líder en responsabilidad social corporativa” y eludió las preguntas relativas a los antecedentes de sus directivos.

“Ninguna situación geopolítica debería ser explotada para obtener ganancias a expensas de individuos o empresas que no tienen nada que ver con la situación”, indicó el comunicado de Hawkins, añadiendo: “No aprobamos los intentos de mala fe para socavar la posición de una empresa respetable”.

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Productos de cannabis de Curaleaf en Nueva Jersey. Foto: Hannah Beier/Reuters

Los principales demócratas que forman parte del caucus del cannabis de la Cámara de Representantes, incluido Earl Blumenauer, de Oregón, quien también copatrocinó la Ley Magnitsky, rechazaron realizar comentarios para este artículo.

La única representante electa que realizó comentarios fue Nancy Mace, una representante republicana de Carolina del Sur, que el otoño pasado presentó la States Freedom Act (Ley de libertad de los Estados), una versión republicana de la legalización federal de la marihuana.

“Por supuesto, desconfío de cualquier inversión extranjera en la industria del cnnabis estadounidense, sobre todo en vista de las recientes acciones de Rusia en Ucrania”, indicaba un comunicado enviado por la oficina de Mace, que añadía que la States Reform Act “está enfocada a la inversión estadounidense en el cannabis estadounidense”.

Otros grupos de defensa señalaron el preocupante capital oligárquico en el sector inmobiliario, la tecnología y otros ámbitos. “Está repercutiendo en toda la economía”, señaló Aaron Smith, cofundador y director ejecutivo de National Cannabis Industry Association, cuyos miembros son, en su mayoría, pequeñas empresas.

Por el momento, poner fin a la prohibición federal del cannabis y garantizar que los afroamericanos y latinos perjudicados por la guerra contra las drogas se beneficien de la legalización de la marihuana son prioridades más importantes que preocuparse por las “nefastas fuentes de capital”, señaló.

“A menos que haya sanciones o alguna acción por parte del departamento de Estado, depende del consumidor elegir dónde gastar sus dólares”, añadió. “Y personalmente creo que los consumidores deberían favorecer el cannabis de Main Street y no el de Wall Street de todas formas, independientemente”.

El problema radica en que con Curaleaf, no todos tienen esa opción. Y eso está diseñado. Al igual que otras grandes empresas de marihuana estadounidenses, Curaleaf “mantiene una huella operativa de estados con licencia limitada principalmente”, informó la empresa en una presentación anual de inversionistas en 2020, “… con altos obstáculos naturales para la entrada y participantes limitados en el mercado… ayudando a garantizar la protección de la participación del mercado de la empresa”.

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