Nobel de la Paz urge a creación de tribunal especial para juzgar a Putin
'Las víctimas me dijeron que sus perpetradores siempre se sintieron seguros de que evadirían su responsabilidad'. Oleksandra Matviichuk en el Consejo de Europa en Estrasburgo en enero. Foto: Anadolu Agency/Getty Images

La ucraniana ganadora del Premio Nobel de la Paz pidió la rápida creación de un tribunal especial para juzgar a Vladimir Putin y sus aliados por el crimen de agresión, argumentando que podría tener “un efecto de enfriamiento” respecto a las atrocidades cometidas por las fuerzas invasoras del Kremlin.

Oleksandra Matviichuk, directora del Centro para las Libertades Civiles, también comentó que el rápido inicio de los juicios por crímenes de guerra contra el presidente y los soldados rusos podría salvar vidas humanas al disuadir al ejército ruso de cometer nuevos crímenes. El inicio de los procesos judiciales podría tener “un efecto de enfriamiento” respecto a la brutalidad de las violaciones de los derechos humanos que las tropas rusas cometieron diariamente en Ucrania, comentó Matviichuk en una entrevista a The Guardian.

Algunas tropas, quizás no todas, se darían cuenta de que el régimen autoritario de Putin tiene fecha de caducidad, señaló Matviichuk. La posibilidad de que se haga justicia los ayudaría a darse cuenta de que no podrán “esconderme bajo el abstracto Putin y tal vez tendré que ser responsable de todo lo que cometa con mis propias manos”, explicó.

El Centro para las Libertades Civiles (CCL) ganó el Premio Nobel de la Paz en 2022, junto con la organización rusa de derechos humanos Memorial y el activista bielorruso encarcelado Ales Bialiatski. Fundado en 2007, el CCL ha luchado por el cambio democrático en Ucrania. Desde 2014, el centro ha documentado más de 26 mil crímenes de guerra en Crimea, territorio anexionado por Rusia, y en las dos repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Luhansk, gobernadas por representantes rusos.

Radicada en Kiev, Matviichuk viaja con frecuencia para recabar apoyo en las capitales occidentales con el fin de cerrar la “brecha de la rendición de cuentas”. Defiende la propuesta del gobierno ucraniano de crear un tribunal especial para juzgar a Putin y a otros dirigentes políticos y militares por el crimen de agresión, que no puede ser juzgado en la Corte Penal Internacional de La Haya.

Los aliados de Ucrania están debatiendo la idea, no obstante, los funcionarios indican que las conversaciones se encuentran en una fase inicial. A principios de este mes, la Unión Europea prometió que a partir de julio entraría en funcionamiento un centro internacional para el enjuiciamiento del crimen de agresión con sede en La Haya, con el objetivo de reunir y almacenar evidencia, pero aún se desconoce dónde y cuándo se escucharía esta evidencia.

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Matviichuk pronuncia un discurso en el foro de seguridad de Kiev en enero. Foto: Vladimir Sindeyeve/NurPhoto/Rex/Shutterstock

Matviichuuk también instó a los países occidentales a prestar más atención a una segunda dimensión de la “brecha en la rendición de cuentas”, ayudar a la saturada fiscalía nacional ucraniana a investigar decenas de miles de crímenes de guerra y atrocidades. Le gustaría ver a jueces y fiscales internacionales trabajando con sus homólogos ucranianos, quienes se enfrentan a una enorme y creciente carga de casos.

El 17 de febrero, el fiscal general de Ucrania, Andriy Kostin, señaló que su fiscalía estaba investigando 67 mil casos de crímenes de guerra. “Es muy obvio que ni siquiera la mejor fiscalía del mundo podría investigar de manera eficaz (tantos) procesos penales, especialmente durante la guerra. Por tanto, la pregunta es: ¿quién lo investigará?”, señaló Matviichuk.

A Matviichuk le gustaría que se establecieran ambos elementos –el tribunal especial y el apoyo a la fiscalía nacional de Ucrania– lo antes posible, en lugar de que se hiciera en un momento lejano, una vez que hayan terminado los combates. El mundo todavía tiene el “prejuicio” de ver la justicia internacional a través del prisma de los juicios de Nuremberg, señaló, cuando los criminales de guerra fueron juzgados solo después de que hubiera caído el régimen nazi.

“Es importante establecer (estos mecanismos) ya, porque cuando hablé con las víctimas, me contaron que sus agresores siempre se sintieron muy seguros de que evadirían su responsabilidad. Disfrutaban la impunidad”, indicó.

Matviichuuk citó una encuesta realizada por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev el verano pasado, la cual reveló que dos tercios de los encuestados (65.8%) dijeron que su mayor decepción al final de la guerra sería la impunidad de Rusia respecto a los crímenes de guerra. Putin y su círculo también deberían ser declarados responsables de los crímenes de guerra y genocidio, así como del crimen de agresión, señaló Matviichuk.

No se trató de actos esporádicos cometidos por determinadas brigadas, sino de una decisión política tomada en los más altos niveles en un intento de quebrar la voluntad de resistencia de Ucrania, señaló. “Esta política es muy cínica y pragmática”, comentó, señalando que fue especialmente visible después de la derrota de Rusia en Kharkiv y antes de la liberación de Kherson, a la que Rusia se adelantó destruyendo infraestructuras civiles. “Rusia intentó acabar con la resistencia de la gente y ocupar Ucrania mediante la herramienta que yo denomino el inmenso dolor de la población civil”.

Matviichuk habló desde Bélgica, donde la Universidad de Lovaina le concedió el doctorado honoris causa a principios de mes. Sus primeros viajes al extranjero el año pasado después de la invasión fueron desconcertantes. Cuando se encontraba “en un lugar seguro de algún país europeo, con reuniones, con café, con gente que habla con tranquilidad, sonriendo”, empezó a sentir que estaba enloqueciendo, que tal vez la guerra era una terrible pesadilla. Ahora esos sentimientos ya desaparecieron. “Ya no necesito este mecanismo de supervivencia”, dijo.

Incluso después de 20 años trabajando en el ámbito de los derechos humanos, incluidos ocho años documentando atrocidades cometidas en territorios controlados por Rusia, no estaba mentalmente preparada para la invasión a gran escala del 24 de febrero de 2022. “Nunca volveremos a ser los mismos que éramos antes de la invasión a gran escala, porque la violencia cambió a las personas y el dolor tiene una característica muy singular… A veces puedes sentir que estás exhausto con este dolor”.

Su organización lleva años trabajando con defensores de los derechos humanos rusos. La cooperación se intensificó después de 2014, cuando colapsó el gobierno autoritario cleptocrático de Víktor Yanukóvich, lo cual provocó la anexión de Crimea por parte de Putin y la ocupación de las ciudades de Donetsk y Luhansk por parte de los apoderados respaldados por Rusia. “Putin no le teme a la OTAN, le teme a la idea de libertad, que se acercó a sus propias fronteras en 2014”, señaló.

Los activistas rusos de derechos humanos se enfrentan a una persecución sin precedentes: “Su propia sociedad los culpa. Son etiquetados como agentes extranjeros, son encarcelados, golpeados, algunos de ellos tienen que salir del país. Algunos de ellos están en espera de procesos penales y decidieron que se quedarán ahí hasta el final”. “Cuando les pregunté cómo puedo ayudarlos en esta situación, siempre respondieron: Si quiere ayudarnos, por favor, tenga éxito. Porque el éxito democrático de Ucrania repercutirá enormemente en las posibilidades de cualquier futuro democrático de la propia Rusia”.

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