Las drogas y el alcohol no te hacen más creativo, revela un estudio
Al escritor Hunter S. Thompson le gustaba la cocaína, el whisky y el ácido antes de ponerse a trabajar. Foto: Michael Ochs Archives/Getty Images

Desde la infame rutina diaria de Hunter S. Thompson antes de escribir, que consistía en consumir cocaína, Chivas Regal y ácido, hasta la afición de Vincent Van Gogh por el ajenjo y el hábito de Andy Warhol de tomar medicamentos recetados, la idea de que las drogas y el alcohol producen grandes obras de arte está profundamente arraigada en la cultura.

Sin embargo, los investigadores descubrieron que se trata de un mito, muchas drogas, como el alcohol, las anfetaminas y la psilocibina (hongos alucinógenos), no inspiran creatividad. En cambio, afirman que los viajes, la exposición a la cultura, la meditación y los programas de educación son más eficaces.

El Dr. Paul Hanel, del departamento de psicología de la Universidad de Essex, comentó: “No hace nada para mejorar la creatividad. La gente no se beneficia de ello, simplemente no tiene ningún efecto”.

“Lo que se escucha en los medios de comunicación son los casos de personas que potencian con éxito su creatividad usando drogas, pero no se oyen los ejemplos en los que alguien consumió drogas y se desmayó y, por tanto, su creatividad fue menor”.

Los investigadores, de la Universidad de Essex y la Universidad Humboldt de Berlín, examinaron cientos de artículos para llegar a sus conclusiones. Otro artículo publicado tras su trabajo reveló que las personas que consumían psilocibina –infamemente popular por sus efectos creativos en Silicon Valley– tenían la impresión de ser más creativas bajo los efectos de la droga, pero en realidad su rendimiento era inferior al de su estado sobrio.

Jennifer Haase, coautora del estudio en la Universidad de Humboldt, señaló: “Las ideas generadas bajo los efectos de las drogas a menudo parecen inconexas o poco adecuadas como soluciones posteriores. Dados los numerosos efectos secundarios asociados al consumo de drogas, no es científicamente sensato recomendar su consumo para conseguir un mejor rendimiento creativo”.

No obstante, Hanel reconoció que puede haber algunos contextos específicos en los que las drogas potencien la creatividad; por ejemplo, si se tiene una visión bajo los efectos de los alucinógenos y se pinta un hermoso cuadro inspirado en dicha visión.

Muchos artistas se permitirían diferir de las conclusiones de los científicos. Gran parte del último álbum de Harry Styles, Fine Line, fue creado bajo los efectos de los hongos alucinógenos, que, según él, le ayudaron a “divertirse y ser creativo”. El productor electrónico Jon Hopkins comentó que las “locas experiencias cósmicas” de los psicodélicos fueron una de las principales inspiraciones de su último álbum, que estaba estructurado para reflejar “la construcción, el clímax y la liberación” de un viaje alucinógeno.

La cantante y compositora canadiense Lights dijo que era constructivo no “pintar todas las ‘drogas’ con el mismo pincel”, y en su lugar explorar cuidadosamente los beneficios y los inconvenientes, y las situaciones en las que pueden resultar útiles o perjudiciales.

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Lights consume psilocibina, pero comenta que se ha “idealizado” el papel de las drogas en la creatividad. Foto: Matt Barnes

La cantante ha estado alternando tres meses de microdosis de psilocibina y un descanso de tres meses para “acelerar el desarrollo de caminos positivos mientras practica actividades meditativas o creativas”, lo cual, en su opinión, le ayuda a estar en un estado de paz en lugar de depresivo. “En general, creo que la mayoría de las personas descubren que son más eficientes desde el punto de vista creativo cuando son capaces de retener y disfrutar de la concentración”.

No obstante, consideraba que con frecuencia se “idealizaba” el papel de las drogas en la creación artística, cuando su consumo indebido suele reflejar problemas de salud mental. “El ‘artista problemático’ fue mucho más atractivo en el pasado que la idea de un artista con una mente sana”.

Bryan Saunders, artista estadounidense que creó 50 autorretratos bajo los efectos de drogas como el Valium y el líquido inflamable, coincidió en que era fundamental cuidar la salud mental. El artista sufrió daños cerebrales durante su experimento y ahora solo consume drogas recetadas por un médico. “Lo principal que aprendí fue: ‘¡No consumas demasiadas drogas diferentes al mismo tiempo demasiados días seguidos!'”, señaló.

Sin embargo, valoraba la relación entre las drogas y arriesgarse, la novedad y la cultura juvenil. “Siempre me ha parecido que el empezar a dibujar o pintar con la percepción de mis cambiantes sensaciones físicas me daba un gran potencial para la creatividad. Sobre todo cuando se consume la droga por primera vez”.

Rona Cran, profesora asociada de literatura estadounidense en la Universidad de Birmingham, comentó que la visión idealista del artista-adicto procede de una reacción a la cultura socialmente conservadora de la posguerra, y que es algo que pertenece cada vez más al pasado.

Cran investiga a los escritores y poetas de la generación Beat, cuya obra y vida estaban fuertemente asociadas a drogas como la marihuana, el speed (metanfetamina), la heroína y, en menor medida, el LSD.

“La contracultura de la década de 1960, y su preludio en la de 1950, también fue una cultura de alcohol y drogas”, explicó, con rentas económicas que permitían que los artistas pasaran su tiempo socializando en bares, fiestas y clubes de Nueva York, “donde se hacían conexiones, se compartían ideas, se cerraban tratos y germinaban colaboraciones”.

Sin embargo, esto ocultaba los problemas de adicción, la delincuencia y las muertes prematuras, así como el hecho de que fomentaba un ambiente “alienante y excluyente” para muchas personas, incluidas las mujeres, las personas de determinadas creencias o procedencias y las personas que necesitaban un trabajo estable.

La mayoría de los escritores del siglo XX no eran adictos al alcohol ni a las drogas, señaló, pero la obsesión cultural con la inspiración procedente de los narcóticos refleja la forma en que “se celebraba e idealizaba la bebida y el consumo de drogas”, desde la cultura de los cafés del París de la década de 1920 hasta la contracultura de los años 60 y la escena punk de los 70 y 80.

“El speed le dio a Joe Brainard la energía necesaria para hacer mucho arte en poco tiempo; el alcohol le permitió a Frank O’Hara ser el ‘poeta hablador’ cuya obra todavía se lee y se adora en la actualidad; William Burroughs, adicto a la heroína durante toda su vida, forjó la totalidad de su carrera como escritor relacionándola con su consumo de drogas”, explicó.

Pero añadió que esta narrativa ignoraba el hecho de que muchos tuvieron un final horrible: Burroughs le disparó a su esposa durante un juego de “William Tell” mientras estaba borracho, O’Hara no pudo sobrevivir a sus heridas después de ser atropellado por un vehículo en 1966 porque su hígado estaba muy inflamado, Ernest Hemingway se suicidó de un disparo y Jack Kerouac murió a los cuarenta años por cirrosis.

Cuatro ejemplos del siglo XX

Amedeo Modigliani

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Modigliani en su estudio. Foto: Bettmann Archive

La escena artística parisina de principios del siglo XX se desarrolló en los bares, y uno de sus vástagos más infamemente célebres es Modigliani. Se dice que el pintor italiano creó el modelo del artista problemático. Desarrolló su característico estilo de retrato bajo la influencia del ajenjo, la cocaína y la marihuana, además de unirse a Pablo Picasso en sesiones de fumar opio en su estudio.

No obstante, sus adicciones también resultaron ser su talón de Aquiles: se quedó sin un centavo intentando financiar sus hábitos y murió a los 35 años de tuberculosis agravada por el abuso de alcohol y drogas.

Hunter S. Thompson

Quizás el escritor más asociado a las drogas. La agenda de Thompson es infame. Empieza levantándose a las 3:00 de la tarde, seguido de una copa de Chivas Regal, y alterna entre la cocaína y la hierba “para reducir los efectos” hasta que toma ácido justo antes de medianoche y está listo para escribir, terminando la sesión con champaña y fettuccine alfredo en el jacuzzi a las 6:00 de la mañana.

Tanto esta agenda como sus novelas de culto Miedo y asco en Las Vegas y El diario del ron son las que han hecho perdurar su fama literaria, y se podría decir que su tendencia a vivir la vida al límite dio lugar a su estilo pionero de escribir periodismo gonzo. Milagrosamente, vivió hasta los 67 años, cuando, temiendo la llegada de la vejez, se disparó en la cabeza.

Andy Warhol

Aunque no era tan drogadicto como muchas personas de su entorno en el Nueva York de mediados de siglo, Warhol era adicto al Obetrol –comercializado en la actualidad como Adderall–, una píldora para adelgazar de anfetamina que tiene un efecto similar al del speed.

Aunque al principio la tomaba para mejorar su salud mental, se cree que su dosis diaria contribuyó a su frenética actividad artística a medida que progresaba su carrera, y posiblemente a su muerte a los 58 años.

The Beatles

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The Beatles grabando el video promocional de Strawberry Fields Forever en 1967. Foto: Jane Bown/The Observer

El rock’n’roll es probablemente el género más icónicamente vinculado a las drogas, mientras que la contracultura de los años 60 es el movimiento cultural con el que más se le asocia. The Beatles ejemplificaban ambos.

Eran fanáticos de la marihuana, que les enseñó Bob Dylan, lo cual llevó a John Lennon a describir Rubber Soul como el “álbum de la hierba” de la banda. Sin embargo, lo que más los influyó fue su experimentación con el LSD y las experiencias psicodélicas, que sirvieron de inspiración para Revolver, considerado actualmente su álbum más innovador.

Mientras otros grupos de la época, entre ellos Grateful Dead, Jefferson Airplane y The Doors, intentaban hacer música bajo los efectos del alcohol, The Beatles querían captar la sensación de consumir LSD.

Como señaló Ringo Starr: “Descubrimos enseguida que si tocabas estando drogado o perdido de algún modo, era una música de mierda, por lo que vivíamos esas experiencias y después las incorporábamos en la música”.

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