Igualdad para orinar: mujeres de Ámsterdam ganan la lucha por más baños públicos
Geerte Piening tuvo que pagar la elevada multa por orinar en la vía pública en Ámsterdam en 2015, lo que la llevó a iniciar la campaña para conseguir más baños al alcance de todos. Foto: Roger Coulam/Alamy

Una noche de 2015, cuando Geerte Piening volvía a casa de un bar, la necesidad de orinar se apoderó de ella. Rápidamente sopesó sus opciones: era más de la hora de cierre en la animada zona de Leidseplein de Ámsterdam, lo que significaba que no podía meterse en un bar para usar sus instalaciones, mientras que el baño público más cercano estaba a 2 km de distancia.

Tuvo que acuclillarse en un callejón y pedir a sus amigos que la cubrieran para poder orinar. La policía no tardó en aparecer y le impuso una multa de 140 euros (2 mil 557 pesos) por orinar en la vía pública.

Pocos podían prever lo que vendría después. Tras una batalla de nueve años por la “igualdad para orinar”, en la que miles de personas salieron a las calles de los Países Bajos, este mes Ámsterdam anunció que abriría más baños públicos en octubre.

Al día siguiente de ser multada, Piening se levantó furiosa por la injusticia. “Había muchos urinarios para hombres cerca, pero yo no podía ir a ningún sitio a orinar”, explicó. “Pensé: vaya, esto es un problema”.

Piening, que entonces tenía 21 años, escribió una carta cuestionando su multa, señalando que en Ámsterdam había 35 urinarios públicos para hombres y sólo tres baños públicos para mujeres. “No sólo afecta a las mujeres, sino también a las personas en silla de ruedas”, dijo. “Es muy importante que haya sitios para todos”.

Después de que pasaran dos años sin ninguna respuesta formal, Piening se encontró de repente citada en el juzgado para hacer frente a la multa pendiente. “Pensé: ¿Qué? ¿Tengo que ir al juzgado? Ok, es raro, pero sí, vamos”.

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Empezó a correr la voz, compartiendo su incredulidad por haber sido llevada a los tribunales por la cuestión de la paridad de los baños. Una veintena de representantes de los medios de comunicación acudieron a documentar su comparecencia ante el juez, que desestimó su apelación, pero redujo la multa a 90 euros (mil 644 pesos) debido al tiempo que el caso había tardado en llegar a los tribunales.

El juez también ofreció su propia opinión sobre el asunto, diciendo a Piening que, a pesar de la falta de instalaciones femeninas, debería haber hecho uso de un urinario para hombres. “Puede que no sea agradable, pero es posible”, dijo.

Más tarde, mientras tomaba un café con sus seres queridos, Piening reflexionó sobre la sugerencia del juez. “Todos nos reíamos porque era ridículo”, dijo. “Creo que definitivamente no es posible”.

En todo el país, la respuesta fue mucho más aguda. Empezaron a surgir protestas en ciudades de todo el país, llamando a las mujeres a desafiar la opinión del juez.

“Se invita a las mujeres de todo el país a demostrar las (im)posibilidades de orinar en un urinario público construido para hombres”, dijeron los organizadores de una protesta acuñada como “Power to the Peepee”.

Otras personas publicaron fotos en internet en las que aparecían haciéndose nudo e intentando ambiciosas poses gimnásticas para cumplir las órdenes del juez, y algunas firmaron una petición en la que se pedía al ministro de Educación, Cultura y Ciencia del país que abordara la “igualdad en la micción”.

Entre quienes se sumaron al movimiento para combatir el sexismo sanitario se encontraba Ilana Rooderkerk, que en aquel momento era concejala de Ámsterdam.

“Hay cosas que una vez que las ves, no puedes dejar de verlas”, dijo Rooderkerk, que ahora es diputada en el parlamento holandés. “Y este es un ejemplo perfecto de ello: no es justo ni conveniente”.

Ella y Piening trabajaron juntas para presentar una ley municipal que exigiera a Ámsterdam ampliar el número de baños públicos accesibles. La reacción inicial fue dispar. “Al principio la gente se preguntaba qué problema había, o les parecía un poco raro hablar de ello”, explica. “Pero siempre he insistido en que cuando se trata de algo tan básico, ¿por qué no lo tenemos resuelto? Sobre todo cuando está resuelto para la mitad de la población de la ciudad, pero no para la otra mitad”.

Uniéndose a otras concejalas, empezó a recabar el apoyo de la opinión pública. Poco a poco la ciudad empezó a hacer cambios, colocando baños portátiles en los principales parques y zonas verdes durante el verano e informando al público de que podía utilizar las instalaciones de sitios como comisarías de policía y estaciones de bomberos.

Pero se tardó años en conseguir la victoria definitiva; este mes Ámsterdam comunicó que a partir de octubre habría nuevos baños públicos accesibles para sillas de ruedas. No se confirmó el número exacto, aunque la ciudad dijo que la inversión total sería de 4 millones de euros (73 millones 66 mil pesos).

Entre los que celebraron la noticia estaba Piening. “¿Cómo me siento? Realmente bien”, dijo. Los últimos nueve años han sido una prueba de paciencia, a veces agobiante.

Pero también ha sido un curso intensivo sobre cómo el diseño de las ciudades, que a menudo se remonta a una época en la que se esperaba que las mujeres permanecieran en casa, puede excluir activamente a segmentos de la población si no se cuestiona.

“Creo que la ciudad está construida en su mayor parte por y para hombres”, afirma. “Así que, si lo miro desde ese punto de vista, no me sorprende que sólo haya urinarios para hombres”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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