Guardabosques levantan montaña con trampas para animales halladas en parque de Uganda
Fotografías que muestran el montón de 12 toneladas de cepos y trampas metálicas enredadas revelan la lucha contra los cazadores furtivos.
Fotografías que muestran el montón de 12 toneladas de cepos y trampas metálicas enredadas revelan la lucha contra los cazadores furtivos.
“En los últimos 10 años hemos retirado alrededor de 47 toneladas de cepos y trampas para osos“, comenta Michael Keigwin, el fundador de la Fundación para la Conservación de Uganda (UCF), una organización benéfica que colabora con las autoridades responsables de la vida silvestre del país.
Hablando desde la capital de Uganda, Kampala, Keigwin se refiere a un conjunto de fotografías que muestran un montón de 12 toneladas de cepos enredados y trampas metálicas. Las imágenes, en las que aparecen guardabosques del gobierno de Uganda posando con las trampas, ilustran una historia de éxito africano y un mundo de dolor, dicen aquellos que ayudaron a crearlo.
El montón, apodado “montaña de trampas”, se juntó a lo largo de 12 meses como parte de los continuos esfuerzos de conservación en el parque nacional de las Cataratas Murchison de Uganda. En la parte inferior hay trampas para osos, que los cazadores furtivos utilizaban para capturar elefantes, hipopótamos y leones. En la parte superior hay trampas de alambre para animales más pequeños.
El parque de 5 mil km2 de extensión y sus famosas cataratas del río Nilo en su momento dieron guarida al Ejército de Resistencia del Señor (ERS) dirigido por Joseph Kony, uno de los grupos militantes más infames del mundo. En 2010, había disminuido el poder del ERS y, casi tan pronto como se consideró que el parque estaba libre de combatientes, la autoridad del gobierno ugandés encargada de la conservación de la vida silvestre comenzó las obras de restauración.
Para Jeff Morgan, fundador de Global Conservation, una ONG que trabaja con Keigwin y los guardabosques para restaurar y proteger el parque, las fotos de la montaña de trampas muestran el riesgo que corren los animales, los guardabosques y los aldeanos de “ser mutilados y asesinados”.
Con el fin de poner definitivamente las trampas reutilizables fuera del alcance de los cazadores furtivos, el montón, al igual que otros anteriores, está siendo enterrado en los cimientos de los nuevos edificios del parque, que comprenden alojamientos para guardabosques, un depósito de armas, un laboratorio veterinario y una estación de policía.
Además de financiar la recolección de trampas, Global Conservation aporta al equipo de la UCF de Keigwin alrededor de un millón de dólares (unos 17 millones de pesos) para la gestión del parque, equipos para guardabosques y lucha contra la caza furtiva, desarrollo comunitario y cursos de formación para “ecoguardas“. Los ecoguardas viven en las comunidades circundantes y su trabajo incluye la recolección de trampas y alertar a los guardabosques sobre los animales salvajes que vagan fuera de la zona protegida del parque y deben ser devueltos.
Entre las demás organizaciones benéficas que financian a la UCF figuran Tusk Trust, International Elephant Foundation y David Shepherd Wildlife Foundation. Durante la última década, el esfuerzo colectivo para proteger la vida silvestre del parque ha permitido la recuperación de las poblaciones. El número de jirafas de Rothschild ha aumentado de 400 a más de 2 mil, y la manada de cobos de Uganda (una especie de antílope) se ha cuadruplicado, pasando de 40 mil a unos 160 mil, comenta Keigwin.
Sin embargo, el doble problema de la pérdida de ingresos turísticos durante la pandemia de Covid-19 y los daños que las inundaciones del año pasado causaron en la agricultura y la pesca han creado lo que Keigwin denomina “crisis de la caza furtiva“. Los últimos 18 meses, señala, han sido brutales y los equipos recolectan aproximadamente 100 trampas y cepos nuevos cada día.
“Económicamente, la situación es mala aquí para la gente. El Covid-19 fue muy malo para la industria turística (que ayuda a financiar las operaciones del parque), y las inundaciones del Nilo, que superaron ampliamente los niveles récord, destruyeron los cultivos y perjudicaron a las personas y a la vida silvestre”, explica.
La consecuencia es que un número aún mayor de personas “quieren los animales para venderlos a las redes de delincuencia organizada que comercian con carne de animales salvajes, marfil y contrabando de vida silvestre”.
Otro problema inminente es la exploración petrolera en la zona, una ironía, señala Keigwin, dado que los equipos de guardabosques nacionales con frecuencia carecen de combustible para sus vehículos.
Para los cazadores furtivos, los hipopótamos son un objetivo prioritario. Más del 60% de los hipopótamos que habitan el parque han sido capturados en los últimos años por el marfil de sus dientes y su carne, explica Keigwin. Para combatir las pérdidas, que Keigwin y Morgan describen como una guerra contra la naturaleza, y evitar que las redes delictivas depreden animales e inciten a las comunidades locales a hacer lo mismo, consideran que el turismo debe prosperar, proporcionando empleos y dinero.
“La batalla por la vida silvestre está en pleno apogeo. Para ganarla, tenemos que apoyar el turismo de vida silvestre, la mayor fuente de ingresos en divisas de Uganda, que da trabajo a más de un millón de personas, y tenemos que crear más empleos y más salarios. Esa es la forma más rápida de impedir que la gente cace animales furtivamente y los venda a redes delictivas”, explica Keigwin.
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