Así les fue a los organilleros con la pandemia: ‘es más difícil pero sí se puede vivir de esto’
Víctor Maya, organillero desde los 15 años. Foto: Daniel Hernández/ La Lista

Presentes en la Ciudad de México y sus habitantes como un recuerdo que da vida y musicaliza sus calles, los organilleros son parte representativa de la vida en el Centro Histórico de la capital.

Sin embargo, con el impacto de la pandemia de Covid-19 y la baja afluencia de personas en las calles, estos trabajadores tuvieron que idearse otras maneras de llevar su música al público y hacerse de algunas ganancias.

Víctor Maya es uno de ellos. Con 20 años como organillero, llegó por necesidad a este oficio cuando tenía 15 años, para poder pagar sus estudios de preparatoria y luego la universidad.

Antes, su recorrido era junto con otros dos compañeros en los alrededores de la Plaza Tolsá, por lugares concurridos como los cafés La Pagoda y El Popular y hasta el Salón Corona. Mientras uno tocaba la música, el otro entraba a los locales y él, por ser el nuevo, pedía a los transeúntes una cooperación para la música.

Y aunque aún hay algunos que todavía tienen esa dinámica de trabajo, él y otros compañeros han tenido que salir del centro para seguir trabajando. Y no solo eso, incluso han llegado más allá de la Ciudad de México, con viajes a otras entidades, que han llevado a lugares tan lejanos como Tijuana. Pero ese no fue el único cambio en su trabajo ante la pandemia. Esta es su historia.

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Víctor Maya, organillero desde los 15 años. Foto: Daniel Hernández/ La Lista

La-Lista (L-L): ¿Por qué decidiste dedicarte a organillero? ¿Es legado familiar?

Víctor Maya (VM): En principio entré a trabajar a este oficio por necesidad. Entré a la preparatoria a los 15 o 16 años y necesitaba dinero. Mi primo ya tenía muchos años como organillero, entonces le pedí trabajo a él y eso me permitió pagarme los estudios de la prepa y la universidad.

Siempre decimos que en este oficio se entra por necesidad y uno se queda por gusto. Cuando ya tienes tiempo trabajando te va bien, entonces te puedes quedar a trabajar si te gusta. Si ya acabaste una carrera o tienes otras perspectivas, puedes dejar el oficio y dedicarte a otra cosa. También hay familias que se dedican a esto por herencia.

En mi caso no fue por herencia, mi primo fue el primero que entró; después trabajó mi hermano, en la actualidad también trabaja mi mamá, ya trabajamos como organilleros en la familia.

L-L: ¿Estudiaste a carrera o pensaste dedicarte a otra cosa?

VM: Yo estudié la universidad. Estoy en proceso de titulación en la carrera de Comunicación y Cultura y también me he dedicado a ejercer el periodismo durante cierto tiempo. He tenido otros trabajos, de chavo también fui mesero, anduve haciendo otras cosas, y en la carrera vi otras oportunidades, pero siempre he regresado al oficio del organillero, que es a lo que me dedicó al 100%.

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Víctor Maya empezó como organillero por necesidad; persiste por pasión. Foto: Daniel Hernández/ La Lista

L-L: Antes sí se podía entrar a cantinas, a los negocios y demás, pero con la pandemia ¿cómo ha cambiado el oficio?

VM: Después de la pandemia se ha puesto muy complicado el oficio del organillero y se han tenido muchas etapas. Al inicio de la pandemia, marzo-abril de 2020, nos quedamos sin gente. Cerraron cantinas, restaurantes y nos quedamos literalmente en la calle, en el espacio público, y también lo cerraron. Fue un momento de crisis para nosotros porque ya no hacíamos ni una fracción de lo que generábamos y sin lugares como Bellas Artes, no había turismo. Fue un momento muy estresante para nosotros.

Después de las primeras semanas de la pandemia empezamos a hacer algo que se solía hacer en otros tiempos y que llamamos cantonear, que es agarrar nuestro organillo e irnos a las casas, a lugares ya no tan turísticos, porque era ahí donde estaba la gente.

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Fuimos a las colonias, barrios populares, unidades habitacionales y empezamos a trabajar calle por calle. Eso nos permitió tener ingresos y se dio otro fenómeno: la generosidad de la gente con nosotros dándonos despensa.

Aunque no juntáramos mucho dinero, volvíamos con nuestras bolsas de conservas, que unos frijolitos, arroz, una botella de agua. Varios meses después de la pandemia empezaron a darnos muchos víveres y eso fue lo que nos mantuvo fuertes, porque aunque nuestro ingreso no fuera alto, sí lo que nos compartían.

Ya abrieron los restaurantes, pero en muchos no se puede pasar y en los que sí, hay muy poca gente y la economía está muy golpeada. No podemos volver a las calles de la pandemia. No hemos regresado a los lugares como antes de la pandemia, pero poder ir a las calles a las casas y el que la gente cooperara algo de comida o una moneda, nos ha podido sobrellevar la situación.

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Organizaciones y la sociedad civil ha apoyado a los organilleros en medio de la pandemia de Covid-19. Foto: Daniel Hernández/ La Lista

Además la sociedad civil se ha organizado, y si bien el gobierno no nos ha ayudado de forma constante, la gente sí ha hecho campañas de crowndfunding para organilleros, una el año pasado y una este. Se entregaron despensas y dinero en efectivo a los organilleros y se lograron comprar despensas.

Desde un principio pensamos dar esas despensas a los más necesitados. Entre los organilleros tenemos mucha gente grande trabajando y por lo general están en el mismo lugar tocando. Ya están mayores y no es tan fácil cargar un instrumento o llevar el organillo entre las calles. Algunos compañeros sí dejaron de trabajar al 100%, es a los que se buscó apoyar.

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Los jóvenes y las mujeres jóvenes también pudimos salir a otros lados con el organillo a buscar tener nuestros recursos, pero también tenemos madres solteras a las que se les dificultan esas lógicas.

Se volvió muy complicado para el organillero, bajaron mucho nuestros ingresos al inicio de la pandemia, después vino una época en que nos ayudaron mucho y ahorita se está estabilizando, pero vivimos igual que el semáforo: si se pone rojo nos ponemos rojos de coraje porque va a haber menos gente, si se va a verde, intentamos con nuestra sana distancia, gel y cubrebocas. Aprendimos a vivir la pandemia y tratar de sobrellevarla.

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Ante el cierre de actividades, los organilleros recorrieron las calles de las colonias. Foto: Daniel Hernández/ La Lista

L-L: ¿En tiempos de pandemia los organilleros pueden sobrevivir con el dinero que están recibiendo?

VM: Los organilleros hemos resistido a todo. Históricamente luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó destrozada. Lo que había eran organillos y los habitantes salieron a tocar música y reconstruir su ciudad.

En México lo que hacemos es aferrarnos al espacio público y la sobrellevamos. Es un oficio en el que podemos levantarnos más temprano y salir más temprano o trabajar más noche para completar el gasto.

No es una ganancia que nos permita vivir holgada y tranquilamente, pero es una ganancia que al estudiante le permite mantenerse como estudiante y a la madre soltera le deja llevar dinero a casa. En las familias ahora se estila que trabaja papá, hijo y esposa. Salen todos a trabajar y afuera comes. Si te va bien, haces un poco de ganancia.

L-L: Retomando las personas mayores que dejaron de trabajar, ¿cuántos organilleros dejaron de trabajar por la pandemia?

VM: Las cifras sobre organilleros no están consolidadas porque no existe un padrón oficial. Hay algunas listas que hacen un conteo, de tal forma se considera que aproximadamente habrá entre 300 o 400 organilleros. Podría nombrar a cuatro compañeros que dejaron de trabajar, pero porque eran muy grandes y sus hijos les dijeron “Ya estás muy grande, papá. Tú ya te quedas en la casa”. Eso es de lo que yo conozco, seguramente hay otros compañeros que dejaron de trabajar y sus hijos son ahora quienes llevan el dinero a casa.

L-L: ¿Hubo contagios entre organilleros?

VM: Es curioso. Según lo que estoy enterado, los contagios en el oficio fueron muy bajos. Han sido muy pocos los organilleros que trabajando se han contagiado y creo que se debe a varios factores: a que una organización civil nos regaló cubrebocas y estábamos felices por usar una mascarilla roja, unos incluso careta; además sí estamos muy en contacto con monedas, pero siempre caen en el gorro y al inicio usamos gel.

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Nos concientizamos de que se necesitaban esas prácticas. Los que se enfermaron fueron la minoría, pero quienes se contagiaron más fueron los familiares de los organilleros.

Siempre al salir a la calle tenemos ciertas normas de seguridad: llevamos gel, las monedas las guardamos, si usamos transporte público siempre usamos cubrebocas, antes de comer nos limpiamos con gel. Siempre buscamos que cuando recibimos monedas estiramos la gorra para que estiren la mano. Antes pasaban a platicar o agarrar el cilindro, ahora es un nuevo proceso.

L-L: ¿El uso de estos productos ha representado un gasto fuerte dentro de sus ganancias?

VM: El gasto que dedicamos para artículos de higiene personal subió. Sí tenemos que dedicarle más para usarlos constantemente y compramos por mayoreo o buscamos dónde está más barato. Todo se encareció, pero es un gasto necesario porque podemos no gastar en eso y no salir a trabajar o hacer lo contrario. Se volvió un gasto, pero uno que tenemos que hacer siempre.

L-L: ¿De qué otras maneras se reconfiguró el oficio tras la pandemia?

VM: Tras la pandemia he notado que ha habido más unidad entre los organilleros. Si te encontrabas uno en tu ruta de trabajo había muchos problemas de trabajo: “Tú siempre estás en el centro, ¿por qué estás en esta colonia que tú nunca venías? Oye, hermano, porque cerraron el centro”.

Entonces sí he visto más unidad entre los compañeros. Cuando alguien se enferma, todos lo sabemos. Si alguien se enfermó, si alguien se quedó sin trabajo… Me parece que ante una situación de estrés ha habido más unión entre los compañeros del gremio.

También mucha gente está pidiendo trabajo como organillero. Muchos nos preguntan si hay y la verdad es que no, porque los pocos que somos trabajamos a diario y casi no descansamos para poder mantener cierto nivel de ingreso.

L-L: ¿Sí se puede vivir solo de esto o necesitas de otro trabajo?

VM: Siempre se ha podido vivir de organillero, en la actualidad también. Es más difícil, pero lo que hemos hecho es buscar lógicas por si baja nuestro ingreso, tratar de subsanarlo. Los que nos dedicamos a esto antes y después de la pandemia somos los mismos, y sigue siendo nuestro único oficio y trabajo. Si yo antes salía a las 11:00 horas y regresaba a las 17:00 horas, sé que ahora no es suficiente, que debo estar desde las 9:00 horas trabajando y quizá hasta las 20:00 horas para tener un ingreso suficiente para tener todos mis gastos.

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