Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo: la muestra que revive a la artista a través de sus prendas y objetos
La exposición Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo retrata a Frida Kahlo desde una mirada profundamente íntima y estética a través de las imágenes que transmiten diversas emociones.

El fotógrafo Guillermo Kahlo en la exposición Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo.
/Foto: Mariana López/La-Lista
En Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo, la historia no se cuenta con palabras ni pinceles, sino con hilos, texturas y silencios heredados. Esta exposición abre un umbral al universo más íntimo de Frida Kahlo, donde su ropa, tejida de dolor, orgullo y raíces, habla tanto como su arte.
A través de la mirada de su sobrino nieto, el fotógrafo Guillermo Kahlo, el visitante se encuentra con vestimentas y objetos nunca antes vistos, piezas que no solo cubrieron su cuerpo, sino que también protegieron su identidad, su rebeldía y su alma mestiza. Es un recorrido por su piel simbólica, esa que usó como escudo, declaración política y arte viviente. Aquí, Frida no solo se ve: se habita.
Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo: cuándo y dónde visitar
Del 26 de junio al 29 de septiembre, el Centro Cultural San Ángel se convierte en un umbral a otra dimensión: una donde la figura de Frida Kahlo no solo se observa, sino que se siente flotar entre telas, luz y memoria.
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La exposición, que es gratuita, reúne 14 obras de gran formato que nacen de una sesión fotográfica reciente en Miami, donde las prendas de la artista cobraron nueva vida en escenarios contemporáneos. Pero lo que aquí se presenta no es solo un homenaje: es una conversación íntima entre el lente y el alma.
“La idea que yo tenía en ese momento era interpretar las prendas de Frida y también recuperar la vida que tengo en Frida, no solamente describirla”, mencionó el fotógrafo Guillermo Kahlo en entrevista con La-Lista.
Algunas piezas parecen suspendidas en el aire, como si Frida misma respirara aún entre bordados y encajes; otras, como los corsets o blusas pesadas, recuerdan el peso de su historia, su cuerpo herido, su fuerza intacta. Esta exposición comenzó como un encargo, pero resistió al olvido.
“Siempre he creído que las fotos nunca deben estar guardadas; deben de llegar a las personas”, dijo Guillermo Kahlo. Y hoy llegan, gracias también a la invitación de la alcaldía Álvaro Obregón.
“Frida fue una mujer que lo ordinario lo veía extraordinario, lo ordinario lo volvía trascendente. Lo imperceptible lo volvía un evento. Su propio rostro lo hizo el rostro de muchas personas”, reiteró Guillermo Kahlo.
Frida Kahlo, presente en la actualidad
En el corazón de esta exposición no solo está Frida Kahlo, están también nuestras propias contradicciones, las que llevamos a cuestas sin resolver.
“En los seres humanos, así nuestra identidad, así es: una contradicción”, mencionó Guillermo Kahlo como un eco entre telas suspendidas y memorias bordadas.
Las imágenes de Frida, fuertes, vulnerables, etéreas y pesadas a la vez, no buscan retratarla desde fuera, sino tocar ese rincón interno donde todos, en algún momento, nos preguntamos quiénes somos. “Vamos por la vida tratando de resolvernos, de entendernos mejor con seres, por eso viajamos, por eso nos enamoramos”, comentó.
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“Estamos acostumbrados a correr constantemente, a correr grandes distancias, a dejar mucho tiempo en las calles y dedicarnos poco tiempo”, y es justamente ahí donde esta exposición se vuelve un acto de pausa, de contemplación. En medio del ruido diario, la muestra nos recuerda la importancia de observar, de conectar con algo más profundo que las prisas.
Frida Kahlo... entre el cielo y el infierno
En el universo visual de Vestir la eternidad. Frida vista por Guillermo Kahlo, cada imagen es un umbral, una herida abierta que también es puerta. Frida “oscilaba entre el infierno y el infinito”, y esa dualidad es lo que hace que su presencia, incluso en silencio, siga retumbando en quienes la observan.
Las fotos son pocas, sí, pero “cuentan mucho”, según el artista, pero cargan con la densidad de una vida vivida a contracorriente, de un cuerpo quebrado que se negó a dejar de volar. “Pies, ¿para qué los quiero, si tengo alas para volar?”, decía, y en cada prenda suspendida, en cada sombra suave o corset pesado, uno puede sentir ese impulso hacia lo alto, ese grito que se niega a desaparecer.
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La artista tenía ataduras fuertes, su cuerpo, el dolor, la sociedad, pero supo encontrar liberación en sus afectos, en sus pasiones, en el arte.
La exposición de Frida Kahlo nos permite ver no solo sus prendas, sino también sus desataduras: lo que la sostuvo y lo que la impulsó. “En lo que nos libera y lo que nos ata… el arte mismo”. En ese reflejo está también el nuestro.
Porque ver a Frida Kahlo es mirarnos a través de ella: reinterpretarnos, repensarnos. Preguntarnos qué nos sostiene y qué nos libera. Y es que al final, “un artista lo que aporta a la vida de las personas es su propio argumento”, dijo Guillermo Kahlo.
Esta muestra no busca dar respuestas, sino dejar preguntas vibrando en la piel: ¿Qué te agrega Frida Kahlo?, ¿cómo te ves a ti misma a partir de su imagen?, y, ¿dónde encuentras tu propia libertad? La exposición no solo viste a Frida de eternidad, nos invita a vestirnos también con las preguntas que su arte deja colgando, como alas, sobre nuestras espaldas.