Hiram Ruvalcaba: A 8 días de nacido, mi hijo ya conocía los balazos
Escritor Hiram Ruvalcaba, autor de "Padres sin hijos". Foto: Cortesía

Una vieja frase de Sigmund Freud considera que la infancia es destino, aunque es esta etapa de la vida y la relación entre los menores y sus papás algo que ha llamado la atención en la vida y literatura de Hiram Ruvalcaba, quien en Padres sin hijos ahonda en este vínculo vital.

El escritor jalisciense ganó por esta obra el Premio Nacional de Cuento José Alvarado 2020, pues muestra la forma en que se desenredan los lazos paterno-filiales algunas veces marcados por el temor y la incomprensión entre dos mundos distintos, dejando heridas y aprendizajes en ambas partes.

Sin embargo, los relatos que abren y cierran este ejemplar ahondan en las consecuencias de los feminicidios y lo que les depara a los huérfanos, marcados con unas heridas que a veces no cierran a lo largo de su vida.

“Lo que estaba yo tratando de reflexionar en estas historias es este tipo de relación agridulce que existe en las familias fragmentadas por la violencia, porque de repente no es posible establecer relaciones paterno-filiales verdaderas o relevantes o influyentes”, afirmó el narrador el que forma parte de una generación entre los que figuran Armando Salgado, Lizeth Sevilla, Vladimir Ramírez y Jaime Jordán Chávez.

En entrevista para La-Lista, Hiram Ruvalcaba habla sobre su obra, las relaciones entre padres e hijos, las paternidades existentes en México y sobre todo la forma en que lo ha marcado el nacimiento de su hijo Naím.

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Portada del libro “Padres sin hijos”, de Hiram Ruvalcaba. Foto: Cortesía

La-Lista (L-L): ¿Cómo surge el libro de cuentos Padres sin hijos?

Hiram Ruvalcaba (HR): Siempre he traído un rollo con la paternidad, desde que me di cuenta de que mi padre no era una criatura perfecta sino un individuo lleno de defectos, preocupaciones y virtudes, pero digamos que siempre he estado en torno a la literatura con el padre. Pedro Páramo, la gran novela de Juan Rulfo sobre la paternidad fallida; Franz Kafka, otro que tenía rollos muy intensos con su padre; y Kenzaburo Oé, que tiene muchos libros en torno a la paternidad junto a su hijo Hikari, quien tiene una enfermedad.

Hace tres años, cuando se publicó mi libro pasado, La Noche sin Nombre, me enteré que iba a ser papá. Entonces me dije: “¿Sabes qué?, esto va a provocar un cambio en mi manera de ver el mundo”. Nunca imaginé qué tan grande iba a ser, pero sí sabía que iba a pasar algo, sobre todo porque yo escribo desde mis obsesiones y preocupaciones más oscuras.

Por ejemplo, el cuento de Elefantes marinos, del papá que olvida a su chiquillo en su carro, una historia tan terrible que ha pasado muchas veces, es un miedo que siempre tuve y sigo teniendo, que algo le pase a mi hijo.

La presencia de Naím, que así se llama mi bebé, como una promesa, una posibilidad, un terror nuevo que agregarle a la vida, fue fundamental para que tuviera un cambio y empezara a escribir historias en torno a las preguntas “¿Hasta dónde somos capaces de criar a una persona a nuestra imagen y semejanza?” y “¿Cuánto daño le podemos hacer a los hijos sin darnos cuenta?”.

L-L: ¿A partir de la relación con su padre es que se determina su forma de actuar con su hijo?

HR: Finalmente uno construye las relaciones familiares con base en la experiencia. Yo tuve una buena relación con mi papá, estuvo presente, que es mucho más de lo que puede decir mucha gente en México. Vivimos en un país donde prácticamente la mitad de los hogares tienen un padre ausente por diversos factores: el trabajo, lo mató el crimen organizado, no quiso hacerse cargo…

Paradójicamente al mismo tiempo vivimos en un país donde la figura del padre esta idealizada como la máxima autoridad. Ya de grande reflexioné cuáles habían sido los momentos más importantes en la relación padre-hijo. La enfermedad es un momento que te acerca muchísimo a la familia, yo estuve muy enfermo cuando era bebé, mi bebé también se enfermó, y esta especie de paralelismos, de iluminación que uno experimenta, también son importantes.

Mi literatura se construye con base en la experiencia humana y lo que trato de transmitir es cómo experimento la relación de padre. Hay un desdoblamiento de la propia relación con mi papá y la que intento tener con mi hijo.

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L-L: ¿Cómo entender ahora a las paternidades violentas?

HR: El tema de las paternidades que se pierden por la violencia me parece muy complicado. Tienes un promedio de 7.5 mujeres asesinadas al día, según una cifra de 2017, la mayoría por sus parejas o maridos, y que dejan hijos al desamparo, a los que el Estado empieza a reconocer su existencia.

Son hijos que quedan volando con algunos parientes a los que les va bien, pero que tienen que lidiar con la pérdida de la mamá, el suicidio o el abandono del papá; pierden a un lado de la familia casi siempre, que es el lado del papá hasta que ya no lo pueden contactar.

Es muy importante qué está pasando y qué pasará con esos niños. El Estado reconoce y atiende a 238 huérfanos de feminicidios, una cifra risible al cálculo que hicimos, una cantidad ínfima de una serie de niños que crecen con una gran cicatriz.

Es un tema difícil que vale la pena preguntarnos como sociedad, ¿qué estamos haciendo con estos niños? Porque los niños son de todos, es algo que no entendemos en pleno Siglo XXI, la infancia nos pertenece a todos. Tenemos que ocuparnos de ellos como sociedad, y eso va respecto a los huérfanos por la violencia feminicida.

L-L: ¿Cómo ha cambiado la paternidad?

HR: Uno siempre va a creer que es buen padre, trata de hacer lo que puede. La mujer y el hombre que se asumen como padres responsables, hacen lo que tienen a la mano. Creí que cuando fuera padre a los 30 años no cometería tantos errores y pues no, estaba equivocado, no estaba preparado para la vida que viene. Hay que capacitarnos más para ser padres.

La vida es diferente hace 60 o 30 años y nosotros necesitamos capacitarnos porque es una milagrosa responsabilidad que nos conduce al límite de nosotros mismos.

L-L: ¿Cómo es este aprendizaje?

HR: Ha sido sumamente enriquecedor, pero es importante recordar que tu hijo es un ser aparte, no te pertenece, va a tener sus propios intereses, sus propios gustos e inclinaciones.

Al mismo tiempo en que lo educas para que forme parte de esta sociedad, también aprendes qué cosas de esta sociedad no encajan tan bien en la naturaleza del infante.

Los niños son anarquistas, por eso a mucha gente no le gustan porque gritan, incomodan, picotean, juguetean. Para muchas personas acostumbradas a convivir con adultos es perturbador, los niños son perturbadores, por eso son tan buenos personajes en la literatura de horror, creo yo. Me ha gustado mucho más ser padre que ser hijo.

@casalibrouanl

“Padres sin Hijos” de Hiram Ruvalcaba navega entre los monstruos de la paternidad ?#libros #librosrecomendados #fyp #parati #librosen60seg ♬ Call me – 90sFlav

L-L: ¿Considera que con el empoderamiento de la mujer y el feminismo cambia la figura paterna?

HR: Creo que debería afectar, definitivamente. Fui criado en un hogar patriarcal donde mi papá tomó responsabilidades en la crianza, pero todavía decía: “Voy a ayudar a tu mamá a cambiar tus pañales”.

Estas nuevas masculinidades están embebidas de feminismo. Me parece una buena oportunidad para que el hombre disfrute de la paternidad porque me da la impresión, no puedo juzgar lo de antes porque era otra realidad, pero eso nada más de verte a ti mismo como un proveedor y llevar la lana a casa y que la mujer se encargue de los hijos, es perderte de una gran oportunidad.

Mi papá y nosotros disfrutamos de esta relación porque él se comprometía con sus hijos, cosa que no pasó con mis abuelos porque se iban a trabajar todo el día y llegaban a la noche muy cansados, no te da la energía para estar con ellos.

Ahora que la mujer trabaja, estudia y toma estas decisiones y lugares usualmente masculinos, los hombres también deben tomar el otro lado también, que tratemos de hacer nuestra parte. Es importante en estos tiempos cuestionar todas las cosas que nos enseñaron, porque no todo lo que nos enseñaron corresponde con nuestra realidad.

Lo mejor es buscar, con empatía, una justicia o equidad social en el mero sentido de que todos tratemos de ser lo más feliz posible.

L-L: ¿Cómo atender la situación en que quedan los huérfanos de la violencia?

HR: Creo que si ves a un niño en problemas, lo correcto como adulto es que lo apoyes. Si ves a un menor enfermo, échale la mano; si están haciendo algo mal, como atravesarse la calle, y no saben hacerlo con seguridad, lo correcto es corregir.

Ciertamente para temas tan complejos como es la violencia del crimen organizado, el Estado debe intervenir necesariamente. La sociedad y el Estado deben estar para el apoyo económico, psicológico; el seguimiento a estos casos traumáticos es sustancial. Desde mi punto de vista esos son dos elementos absolutamente indispensables para que los niños crezcan bien.

Con el tema del Covid-19 se ha hecho más evidente que la educación es importante, curiosamente volvió a los hogares; tendríamos que estar más involucrados en la educación de los hijos. Fuera de ello son tres ejes: una sociedad empática, un Estado responsable y una educación integral.

L-L: ¿El Estado ha actuado de forma oportuna?

HR: Ha empezado a hacer cosas. En Jalisco hace como dos años empezaron a revisar el tema de los niños huérfanos de la violencia feminicida, pero ya están viéndose estos casos. Respecto al 2010, en 2021 ciertamente ha habido pasos adelante.

El camino está muy largo, la violencia contra la mujer no ha disminuido, de hecho se recrudeció con la pandemia, pero definitivamente de no hacer nada a empezar a hacer algo y darle seguimiento, estamos mucho mejor que antes.

El punto más importante es que haya una educación empática respecto a la violencia que no tiene que ver con el narco o el crimen organizado, son papás, son hermanos, tíos, novios que a lo mejor se les bota y matan a una persona. Ese rollo es creo yo uno de los temas que como sociedad debemos estar tratando urgentemente.

L-L: En el cuento Cómo mueren los pájaros un niño consuela a su padre, ¿su hijo cómo ha llegado a consolarlo?

HR: Mi hijo me ha regalado muchas felicidades silenciosas. Tener un hijo, cuando es una decisión pensada, es algo importante, es un proyecto personal de crecimiento. Recuerdo que mi mamá me dice que lo más importante de ser padre es ser capaz de decir “Tengo qué hacer esto porque mi bebé lo necesita”, y me lo comentó en un momento cuando mi hijo estaba hospitalizado y yo estaba cansadísimo.

Creo que eso ha sido lo más importante, ser capaz de reconocer cuáles son los espacios en que necesitas crecer para que tu hijo esté mejor. Para mí en ese sentido ha sido una bendición, me ha enseñado cosas sobre mí mismo que ninguna otra experiencia humana o literaria me ha enseñado antes.

Me recuerda mucho unos versos de Rosario Castellanos: “Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño que un día se erigirá en juez inapelable y que acaso, además, ejerza de verdugo. Mientras tanto lo amo”. Y sí, a lo mejor mi niño en algún momento me va a pedir cuentas de muchas cosas, pero por lo pronto amarlo me hace feliz y me hace sentir humanamente pleno.

Me preocupa mi país porque tengo un hijo de dos años. A lo mejor no suena como un motivo de mucha valía, pero para mí esta nación en que crece necesita mejorar demasiadas cosas. Ocho días después de que nació, mataron a balazos a dos cuates a una cuadra de la casa. A ocho días de nacido, mi hijo ya conoció los balazos. Los niños de esta generación crecieron sin conocer otra cosa que la violencia.

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