¿Cómo podemos pagar las deudas globales por el Covid? Atacando a los poderosos
Foto: Raam Gottimukkala/Pixabay.com

Ben Tippet/The Guardian

El Covid-19 ha dado un duro golpe a la economía mundial. Los gobiernos de todo el mundo ya han inyectado 11 trillones en medidas fiscales para mantener la economía a flote y la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) calcula que los países emergentes necesitarán 2.5 trillones adicionales de inmediato para evitar el colapso económico. No abordar las consecuencias económicas tendrá consecuencias devastadoras.

En respuesta a la gran pregunta ¿cómo vamos a pagar por esto?, afirmo: necesitamos una respuesta global y debe ser progresiva. Recientemente, describí 10 posibles formas de recaudar casi 9.5 trillones al año durante la próxima década, lo suficiente no solo para cubrir los costos de la pandemia sino para cubrir las inversiones necesarias para abordar las otras crisis sociales y ambientales que enfrentamos.

Antes de presentar algunas de estas propuestas, vale la pena abordar la cuestión de si es necesario reembolsar las deudas. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI), el principal arquitecto de la austeridad, dice que los gobiernos ricos pueden permitirse acumular deudas elevadas sin consecuencias negativas. Se argumenta que un gobierno (tal como un hogar que puede administrar una hipoteca más grande cuando la tasa de interés es baja) no tendría problemas para pagar sus pagos porque las tasas están en un mínimo histórico.

Los gobiernos no son bancos

Además, como estos gobiernos pueden pagar sus deudas en su propia moneda, siempre tienen la opción de imprimir dinero. Este es un privilegio no disponible para ningún hogar con su hipoteca. Se trata de una postura bienvenida de la narrativa de austeridad predicada por los gobiernos de todo el mundo tras la crisis de 2008. Pero para hacer frente a la escala y el alcance global de la crisis económica que enfrentamos, necesitamos propuestas más progresistas para recaudar fondos y no simplemente “endeudarnos más”.

Y, más importante, muchos países pobres ya enfrentan cantidades peligrosas de endeudamiento, además de que 64 países ya pagan más por el servicio de su deuda que por atención médica. Esto no es culpa de estos países, sino del legado de décadas de políticas neoliberales y la más larga historia de desigualdad colonial. Como esta deuda se debe cada vez más en monedas extranjeras, estos países no tienen el privilegio de imprimir dinero para pagar a sus acreedores.

Para lidiar con ello, los países de bajo ingreso requieren que se cancelen sus deudas y se inyecte dinero a sus economías. Siguiendo el llamado de la UNCTAD y Progressive International, la comunidad internacional debería cancelar 1 trillón de dólares de las deudas de los países de bajos ingresos y emitir 25 trillones de dólares de derechos especiales de giro (DEG), la propia moneda internacional del FMI. Así como un cupón de regalo te deja dinero para gastar en otras cosas, un país que recibe los DEG puede cambiarlos por moneda real para pagar su deuda externa, dejando así dinero para atención médica y la reducción de la pobreza.

Una idea que va permeando

La comunidad internacional lentamente considera estas ideas. Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, ha afirmado que la emisión de nuevos DEG ” no está descartada”, y el G20 acordó en noviembre cancelar algunas de las deudas de los países más pobres del mundo. Sin embargo, los planes del G20 reciben críticas por no incluir a los acreedores privados, que cada vez más exigen rescates a los países pobres en lo que David Malpass, presidente del Banco Mundial, ha llamado “el equivalente moderno de la prisión de los deudores”.

La cancelación de la deuda y la emisión de DEG son dos posibles mecanismos de financiación que pueden ayudar a los países de bajos ingresos. Hay otras políticas que pueden recaudar fondos para todos los países, al mismo tiempo que abordan la desigualdad y promueven la paz. Necesitamos darnos cuenta de que la pregunta, “¿cómo vamos a pagar por esto?” debería ser “¿quién va a pagar por esto?”

Impuesto a la riqueza, no es una mala idea

Abogar por una tributación progresiva será clave para ganar este debate. Hay argumentos sólidos para que el canciller del Reino Unido, Rishi Sunak, implemente nuevos impuestos a las empresas y personas adineradas que se han beneficiado durante la pandemia. Pero este enfoque no debería limitarse al Reino Unido. Si se implementa en todo el mundo, un impuesto a las ganancias en exceso podría recaudar 104 mil millones de dólares al año y un nuevo impuesto a la riqueza levantaría hasta 4.4 trillones de dólares al año, en teoría, suficiente para pagar todo el gasto por el Covid-19 en solo un par de años.

La coordinación global también puede ayudar a garantizar que las corporaciones y los ricos no oculten su riqueza en paraísos fiscales. Según el FMI, cerrar los paraísos fiscales (y gravar las ganancias corporativas, y la riqueza individual oculta, a las tasas actuales en los países donde viven y venden sus productos) recaudaría entre 200 y 600 mil millones de dólares al año.

Un antecedente esperanzador

Esto requiere, evidentemente, una enorme cooperación internacional, pero hay un precedente. En 2010, el presidente de EU, Barack Obama, aprobó la Ley de Cumplimiento Tributario de Cuentas Extranjeras (FATCA, por sus siglas en inglés), que obliga al intercambio automático de datos entre bancos extranjeros y el Servicio de Impuestos Internos de EU (IRS). El G20 y la OCDE implementaron un esquema de intercambio similar en todo el mundo en 2014 con un estándar común de rendimiento de cuentas. Si bien estas reformas excluyen a los países de bajos ingresos y dejan una considerable riqueza y ganancias ocultas en el extranjero, es una prueba de que la presión pública, el escrutinio, y la voluntad política pueden generar cambios.

Recuperar el 10% del gasto militar mundial, como lo solicitan grupos de presión globales y el senador estadounidense Bernie Sanders, es otra herramienta clave que podría recaudar 191,700 millones de dólares al año a nivel global, lo suficiente para financiar 43 veces a la Organización Mundial de la Salud. Si esto parece utópico, considere el hecho de que Corea del Sur ha dicho que recortará el presupuesto de defensa del próximo año en 2% (738 millones de dólares) y Tailandia en 8% (557 millones), y que el dinero se destinará a un fondo de ayuda en casos de desastre y un paquete de estímulos, respectivamente.

La pandemia ha expuesto los costos de un mundo profundamente desigual y ha mostrado las posibilidades de una acción radical. La acción política puede promulgarse en unas semanas si los líderes políticos lo consideran necesario. Sin embargo, como señaló Gus O’Donnell, exjefe del servicio público británico: “La ley de hierro de los cambios fiscales se escucha cuando los perdedores gritan”. Cerrar los paraísos fiscales, reorientar el gasto militar y cancelar las deudas enfrentará una fuerte resistencia de las personas más poderosas del mundo. Pero tal vez haya una oportunidad en la que un movimiento fuerte podría darnos la recuperación que necesitamos y la oportunidad de que realmente todos podamos “reconstruir mejor”.

*Ben Tippet es investigador y autor de Split: Class Divides Uncovered.

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