El público no quiere sentirse incómodo

Jueves 18 de diciembre de 2025

Carlos Celis
Carlos Celis

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

El público no quiere sentirse incómodo

La autocomplacencia y falta de pensamiento crítico se refleja en el tipo de producciones que el público prefiere.

Pluribus.jpg

Serie: Pluribus.

/

Foto: Apple TV.

Cuando lo piensas a profundidad, el panorama del cine a futuro no se ve tan optimista… aunque en esta columna de opinión no nos sorprende porque hemos hablado de estos temas desde que los cambios se aceleraron con la pandemia. Noticias recientes hablan de la adquisición que Netflix haría de un estudio tan importante como Warner Bros. y las muchas implicaciones de esta compra en temas de monopolización, propiedad intelectual e incluso memoria histórica.

Pero quizá el asunto que más preocupa es eso a lo que muchos se han venido refiriendo como la “netflixación” del cine, el arte y la vida misma: ver y entender el mundo a partir de la óptica, los códigos y la estética impuesta por Netflix. Un fenómeno que empieza desde algo tan sencillo como que todas las series y películas se ven “iguales”, algo que cualquier persona puede notar al compararlas con lo que se muestra en los cines, pero que con el tiempo terminará de normalizarse hasta que a nadie le importe.

Te recomendamos: 2025 y el cine del patriarcado

Y como parte de este proceso de homogeneización, adaptación y conformidad, está la autocomplacencia del público porque, mientras exista una falsa idea de confort, no reclamamos, no exigimos y no hacemos valer nuestro derecho como consumidores, mientras que las grandes corporaciones avanzan y nos obligan a renunciar a nuestras garantías a través de contratos virtuales que la mayoría de las personas firman sin siquiera leerlos.

Esa autocomplacencia y falta de pensamiento crítico se refleja en el tipo de producciones que el público prefiere, y aunque podríamos debatir que en la actualidad se toca una gran diversidad de temáticas en las historias, no se trata únicamente de qué tan polémicas pueden ser sino precisamente de cómo están contadas. Todas esas series y películas que tanto le gustan a la gente, independientemente de los temas que aborden, no son más que melodramas fáciles de entender que no exigen demasiada concentración ni reflexión.

El público no quiere sentirse incómodo. No quiere historias que remuevan traumas e inseguridades, no quiere pensar y no quiere complicarse. Quiere todo masticado y en la boca, pero tampoco lo va a admitir porque no quiere que lo traten como estúpido (aunque ya lo estén tratando como tal). Y cuando una producción no lo complace porque no la entiende o no cumple con sus expectativas, dirá que es mala y la castigará con su indiferencia.

Estoy hablando del gran público, el público masivo, el que en 2025 sigue viendo cosas como Stranger Things y Andor, los que volvieron popular algo como Mentiras y los que se animaron a ver Adolescencia, The Bear o Severance y les parecieron lo más audaz que han visto. No hablaremos de un fenómeno como Heated Rivalry porque entonces tendríamos que explicar por qué México sigue siendo un país homofóbico.

Esto te interesa: ¿Es la Generación Alfa la más ignorante de todas?

Sin embargo, en los últimos años han surgido en Hollywood otro tipo de producciones como The Rehearsal y The Curse (ambas creadas por Nathan Fielder), propuestas de humor negro que este año abrieron el camino para algo como The Chair Company. Y al mismo tiempo, una historia distópica como Severance ha generado apetito por productos similares, como Pluribus. Son títulos que, aun cuando han llamado la atención de un cierto nicho, no son lo suficientemente populares ni apetecibles para iniciar una conversación en otros mercados, como el mexicano.

El caso de Pluribus es interesante. Una serie de Apple TV escrita por Vince Gilligan (creador de éxitos como Breaking Bad y Better Call Saul), que se aparta de las historias sobre criminales para entrar ahora en los terrenos de la ciencia ficción. Pero lejos de apegarse a las convenciones de este género, es algo más parecido a un drama con tintes de humor negro que propone una reflexión sobre diversos temas, que pueden ir del fascismo y la mentalidad de rebaño hasta la defensa de la soberanía, según se le quiera interpretar.

Pluribus se ha convertido en la serie más vista en la historia de Apple TV y ya se confirmó su segunda temporada, pero me parece un caso ejemplar del fenómeno que trato de explicar hoy, ya que tras la respuesta positiva inicial (que yo atribuyo a la popularidad de su creador), el público en Estados Unidos fue perdiendo el interés pues cada capítulo se volvía más complicado y exigía más atención.

En el cine, estrenos recientes como Bugonia, Mátate amor y (próximamente) Alpha han provocado esta misma incomodidad en el gran público, pues acuden a las salas atraídos por actores como Robert Pattinson, Jennifer Lawrence o Emma Stone, quizá esperando historias románticas y comedias, pero se terminan enfrentando a propuestas experimentales o sumamente desafiantes.

El caso de Alpha, la nueva película de la directora francesa Julia Ducournau, merece un apartado especial. Estrenada en 2025 en el circuito de festivales (en México se pudo ver en el Festival de Morelia), se convirtió en un fracaso de crítica pues incluso los cinéfilos más exquisitos la encontraron confusa. Aunque ella ha explicado en entrevistas que la historia no sigue una estructura lineal pues intenta imitar la manera en que funcionan la memoria y los sueños, Alpha ha sufrido un rechazo generalizado.

También lee: SIDA: La epidemia que no acaba

Algo parecido está ocurriendo con otro próximo estreno, Hamnet de Chloé Zhao (Nomadland), que sin entrar en demasiadas complicaciones narrativas sí opta por evocar ideas y emociones a través de imágenes, símbolos y otras sugerencias que no pretenden decirle al público lo que tiene que pensar ni sentir, sino más bien invitarlo a reflexionar y a encontrar significados más allá de la historia que, de manera más convencional, se está contando en primer plano. Hamnet también está enfrentando resistencia desde diversos frentes.

Lo cual me lleva a concluir que, incluso los críticos más duros, están cayendo en demasiadas incongruencias. En la actualidad, hay un reclamo en el circuito del arte (y el cine) que tiene que ver con la manera en que -precisamente- plataformas como Netflix están volviendo al público más pasivo, creando historias consituaciones y diálogos sumamente obvios y literales. Pero, por otro lado, desprecian a directoras como Lynne Ramsey, Julia Ducournau y Chloé Zhao precisamente por arriesgarse y por no ser tan convencionales... Hay algo de machismo en toda esta situación, exponenciado por el algoritmo.

PUBLICIDAD