México avanza al abismo de la seguridad energética
Ángel Guardián
México avanza al abismo de la seguridad energética
Cuba podría atenuar por ahora su severo déficit de combustible. Foto: Especial
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En los últimos meses podemos decir que, en términos de seguridad energética, México estaba al borde del precipicio… y dio un paso adelante. Entre las cuestionables formas de pretender rescatar a Pemex (más allá de que pudiera ser un acierto disminuir el endeudamiento y aligerar su carga fiscal), con la cancelación de las rondas petroleras, o cerrar el paso a las inversiones en energías limpias, se ha conformado un amargo cóctel que amenaza nuestra seguridad energética.

Y pensar que hubo varios años en que México lideraba o se encontraba entre los líderes globales en esta materia.

En el ranking bianual que genera el Instituto para la Energía Global de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, México entre 2012 y 2018 figuraba entre el primero y cuarto lugares de los países que de alguna forma tenían asegurado su futuro energético.

De acuerdo con los reportes del instituto, el que México tuviera a uno de los mayores productores de crudo del mundo, con una demanda nacional relativamente baja de energéticos per cápita (en comparación con los países de la OCDE), así como un nivel relativamente bajo también de emisiones de carbono por persona, eran señales de una fuerte seguridad energética.

Todo esto, afirmaba en años pasados el centro de estudios, concluía en un factor que, de cierta manera, debería emocionar a la 4T si recurre a ellos para fundamentar su cerrazón a la Reforma Energética del sexenio pasado. Y es que, de acuerdo en 2012 con la US Chamber, “México, que tiene un poder monopólico sobre su producción y venta petrolera, tiene el mayor nivel de seguridad energética del mundo”.

Muchas de las condiciones de las que hablaba el instituto se mantienen. México es un país muy rico en recursos y el consumo energético es bajo, tanto por ser un país emergente como por los efectos de la pandemia.

Sin embargo, hay señales de que la seguridad energética podría estar migrando a una pobreza energética. La producción petrolera, por ejemplo, va a la baja y el uso de combustibles va al alza si bien con el paréntesis pandémico. Hay indicios de que la manufactura se recupera y, seguramente, en algún momento la gente se va a movilizar más.

Ya para 2018, México había caído del lugar 4 (que tenía en 2016) al 11 en el ranking. El próximo se liberará en 2022 con datos de 2020. ¿Cómo llegaremos? Hay datos ominosos al respecto. Uno de ellos, el que mencionaba en este espacio la semana pasada, el gran apagón de fines de diciembre de 2020.

Como refiere Eduardo Prud’homme, director de la consultora Gadex, ese evento que afectó a 10.3 millones de usuarios, se debe considerar una señal de una vacilante seguridad energética. Además del deterioro en la infraestructura, que se ha agravado los últimos dos años, el consultor afirma que, en un ambiente politizado como el actual, es grave que un evento que deriva de algo operativo se convierta en una discusión ardiente de política energética.

Y lo peor, agrego, es que la seguridad energética se nos va, como agua en arena.

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