Banana Republic
Causa en Común *El autor es director general de Causa en Común
Banana Republic
Andrés Manuel López Obrador en la conmemoración de la Marcha de la Lealtad. Foto: Lópezobrador.org.mx

El término surge de una novela del autor estadounidense O. Henry, Coles y reyes, que escribió a principios del siglo pasado, mientras vivía en Honduras. Se refiere originalmente a la forma en que, alrededor del cultivo de productos agrícolas y minerales, las multinacionales estadounidenses, apoyadas por su gobierno, ejercían una influencia determinante en diversos países centroamericanos y caribeños. Los golpes de Estado fueron rutina; la política del “gran garrote”, doctrina. El término aplica hoy de manera laxa a las “no-repúblicas” en las que cofradías políticas, empresariales y militares se agandallan un país esencialmente pobre, desigual e inestable. 

En las repúblicas bananeras con gobiernos de pensamiento corto y desastres grandes, las ceremonias son especialmente importantes. Si a ello se añade una inclinación grandilocuente, la mesa está puesta para espectáculos de órdago. Aunque a veces éstos son parte de un sistema, como el circo romano o las marchas de Nuremberg, también se entiende que, cuanto mayor el desaguisado, más grotesco el evento. Es el caso del último baile de la oligarquía cubana, en diciembre de 1958, mientras Michael Corleone decidía invertir en otro lado o, para ya no movernos de lugar, la farsa con los médicos cubanos, pretexto para mandar dinero a otra dictadura experta en ineptitudes y desplantes de caricatura .

En días pasados, mientras aparecen las vacunas, mientras continúan las masacres, mientras se conoce que durante la pandemia han descendido a la pobreza entre 9 y 10 millones de personas, dos noticias reinaron: una fue la accidentada caravana de aviones que, después de muchas vueltas, y de la cancelación de otros vuelos en aeropuertos aledaños, lograron aterrizar en una base aérea de 1952. La otra fue que, después de haber destruido al gobierno, después de haber corrido a la mala a decenas de miles de empleados, se decide crear patria en serio y se designa, por el mecanismo preferido en una autocracia, el decreto, la creación de una nueva plaza, una sola, aunque no cualquier plaza, sino una plaza de… “gobernador”. Nada menos se merece el edificio consentido, el del momento, el palacio. 

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Dos monumentos a la estatura de un gobierno. Si el presupuesto siempre será poco para sacar a millones de la pobreza, para levantar al sistema de salud, para proteger infinidad de empleos, para reconstruir policías, sí alcanza, cómo que no, para una austeridad impostada; desde luego alcanza para un desfiguro ceremonial de bostezo y de vergüenza, con todo y una nueva plaza administrativa para apuntalar, por el poder de una firma, al Estado mexicano. 

La república bananera ya está aquí, y no sólo como resultado desafortunado de relaciones de poder, sino también, habrase visto, como aspiración política. En la que quizá sea su última oportunidad, la mayoría de la dizque oposición es incapaz siquiera de imaginar y difundir, con mediano éxito, una crítica certera y sistemática al cataclismo en curso. Como si hiciera falta convencernos de su mediocridad, incluso le quiere competir al gobierno con algunas candidaturas dignas, sí, en efecto, de una república bananera. 

Vueltas da la vida, y ahora resulta que el gobierno de la soflama y el boato militar no se mantiene con el garrote imperialista, sino que se enfrenta por adelantado con un gobierno liberal en Estados Unidos. Como ya se dijo, cuanto peor la cosa, mayor el show. Pues cómo estará la cosa para que alguien haga semejantes cálculos. 

*José Antonio Polo Oteyza es director general de Causa en Común.

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