Las horas perdidas de la adolescencia Covid
Ángel Guardián
Las horas perdidas de la adolescencia Covid
Foto: Unsplash.com

Tengo a un adolescente en casa. Tercero de secundaria. Fan de Naruto. Fan de Pumas y del Manchester United. Su jugador de básquet favorito es Kawhai Leonard, de los LA Clippers, y cada día, por ahí de las 8 o 9 de la noche pide permiso para jugar en línea, conectándose con un puñado de compañeros de la escuela.

Durante las horas que corresponden al horario de la escuela, lo veo conectado, escucho sus participaciones en clase, también lo escucho bromear con sus compañeros durante algún break, lo veo cuando sale de su habitación para su refrigerio, y cuando se vuelve a conectar. Me cuesta trabajo pensar que no está atento a las lecciones o si sólo se hace pato. Las calificaciones que ha obtenido son muy buenas y bromeo con él cuando le digo que hasta me sorprende.

Él pertenece (aunque no tomó parte de) al rango de edades de chicos de 12 a 18 años que son objeto de un estudio sobre cómo pasan el tiempo los jóvenes que realizó un grupo de académicos incluyendo a Susan W. Parker, del CIDE.

El estudio hace referencia a lo que los chavos hacían previo a la pandemia y ya durante esta crisis sanitaria.

Hay un par de hallazgos que deberían ser una señal de alarma para los padres y para todos como sociedad. De acuerdo con las conclusiones del estudio, hay una reducción de 30% en el tiempo que estos chicos dedican a sus estudios y, durante la pandemia, la proporción de jóvenes entre 15 a 18 años que no están dedicados a la escuela es de 10% en relación con los tiempos pre-pandémicos.

Uno de los factores de estas reducciones (del tiempo que pasan los adolescentes en sus estudios y de que algunos dejen botada la escuela) es que los centros escolares están cerrados. Es decir, desde el arranque del confinamiento, en México más de 36.6 millones de estudiantes han tenido que quedarse en casa. Muchos de ellos toman clases bajo el modelo público de “Aprende en Casa” que diseñó la Secretaría de Educación Pública. Otros tantos, siguen los modelos de educación en línea que aplican institutos particulares.

Pero el caso es que el modelo de convivencia que implica tener los planteles abiertos tendrá efectos que todavía no se pueden calcular.

Y, como señala el estudio que comentamos, hay evidencias de que el cierre de escuelas trae riesgos. Entre los impactos a corto plazo, señalan, está el incremento en las tasas de deserción (como ese 10% que ya se ve); el que muchos niños entren a la fuerza laboral; el que sean víctimas de violencia; el que se detone el embarazo adolescente; y que se amplíen las disparidades socioeconómicas.

Ya para el largo plazo hay un riesgo tremendo para el futuro de estos chicos y sus familias: la pérdida de ingresos.

¿Estará afectando la pandemia el futuro de estos chicos más allá de las señales macro que nos dicen de las pérdidas económicas que dejará la pandemia? Es pronto para decirlo. El estudio del CIDE incorpora experiencias previas, como la pandemia H1N1, que duró apenas unas semanas, contra la actual de Covid de más de un año. La perspectiva me deja temblando, si bien mi adolescente en casa se ve feliz. Eso creo. Pero luego son tan expertos en tomar el pelo… y eso me preocupa más.  

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