De poder a poder
Causa en Común *El autor es director general de Causa en Común
De poder a poder
Andrés Manuel López Obrador, de gira por Coahuila. Foto: Lopezobrador.org

En todas sus expresiones, el gobierno es cada vez más frágil, más lento, menos profesional, más ineficaz. Con las diferencias que se quieran, probablemente no haya presidente municipal o gobernador que gobierne. ¿Aquí quién manda? Pues depende en dónde se pregunte, y a quién se pregunte, y cuándo se pregunte, porque la respuesta nunca es obvia; en todo caso, en ningún lugar se puede decir con una cara seria que ahí gobierna “el gobierno”. Eso no significa, desde luego, que no haya asuntos oficiales de valor: nómina, permisos, contratos, lo que queda de policía. De hecho, una síntesis concluyente de nuestra deformidad social es que un político con cargo puede ser tan importante como para matarlo y tan poco importante como para también matarlo. 

El caso es que las redes comunitarias, empresariales, formales e informales, criminales algunas, tienen márgenes crecientes para relacionarse con el gobierno, del ámbito que sea, o para actuar sin él, o contra él. Y mientras bailan juntas anomia y estructuras, el Ejecutivo, visionario siempre, igualito que el señor que serrucha el piso en el que está parado, se regodea en una arbitrariedad que socava los fundamentos institucionales, económicos y financieros de su poder. Por los resquicios de esta arbitrariedad inepta, que en tiempo récord es ya proverbial, podrá quizá emerger una semi-dictadura maltrecha, especializada en hecatombes. Pero eso ni de lejos es un retorno. En los últimos cien años se crearon instituciones para todo lo imaginable; se gobernó a sana distancia de los extremos; se entendía la importancia de crecer y de modernizar; se pregonaba “la educación, la ciencia y la cultura”. Se construyó una estatura nacional. Desviaciones, todas, o casi; ineptitud, a raudales, pero con tantita memoria de corto plazo alcanza para extrañar lo que había, en toda su insuficiencia. 

También lee: ‘Las reformas de AMLO las van a tumbar los jueces porque están mal hechas’: Jesús Garza Onofre

Ahora, un Legislativo que chapotea en la indignidad, vota leyes incomprensibles desde el sentido común. Ahora, una caricatura de “la autoridad”, inmóvil frente a una caseta tomada, espera que los jefes engolen la voz para decir algo que incluya la palabra “pueblo”. Y ya no digamos si gesticula un presidente gringo y mafioso, o aquí adentro el magisterio, una iglesia, un grupo criminal, o algún empresario de los especiales. Entre los escombros de las instituciones, siempre emerge alguien o algo para extorsionar al extorsionador. Es ahí, en el México a ras de tierra, que se tejen constelaciones amorfas, siempre cambiantes, fuerzas que nadie entiende, pero que incorporan ciclos de venganzas interminables que impiden que al menos coagule algún cacicazgo. 

El nuevo régimen “popular” es impotente frente a la realidad que no pasa por una oficialía de partes, y de ahí la importancia suprema de voltear el lenguaje. El palacio y el cuartel son la marca rancia de la casa. La mentira es el orgullo del estadista. La cacería morbosa es justicia. Los cheques, política social. Las vacunas, misión cumplida. Los derechos, sabotaje de traidores. 

Mientras tanto, allá donde el poder se come crudo, allá donde no se entra sin permiso, quizá alguien, sentado donde siempre, platicando con los de siempre, voltee hacia el delirio que grita y destruye, y quizá, sólo quizá, esboce con tranquilidad una sonrisa.

Síguenos en

Google News
Flipboard