Gas Bienestar y la desigualdad energética
Corto Circuito Paul es doctor en Políticas Públicas y cuenta con 14 años de experiencia en el sector energético donde destacan PEMEX, Brio Suministradora Energética y Ombudsman Energía México. Actualmente, es socio de Perceptia21 Energía y co-host de Corto Circuito. Adicionalmente, es profesor de la Escuela de Gobierno del Tec de Monterrey y el Colegio de la Frontera Norte, y ha sido investigador de NRGI, SEforAll y el BID. Twitter: @paulalejandros
Gas Bienestar y la desigualdad energética
Tanques de gas en camión distribuidor. Foto: SSP Puebla.

Si las autoridades estuvieran preocupadas realmente por el bienestar de la sociedad, en lugar de realizar acciones centradas en el control de precios y el asegurar la participación de Gas Bienestar en el mercado de gas LP, se preocuparían por hacer algo para atender la desigualdad energética que refleja nuestro país.

Mientras la energía eléctrica llega a más del 99% de los hogares en el país, no es lo mismo con el combustible necesario para la cocina o para calentar el agua particularmente en el sureste mexicano. La Encuesta Nacional sobre Consumo de Energéticos en Viviendas Particulares realizada por la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (CONUEE) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) da cuenta del dispar acceso a la energía en México.

Si analizamos el consumo eléctrico, por ejemplo, se puede ver una distribución uniforme de focos ahorradores es más de 80% y menos de 20% de los hogares utilizan bombillas incandescentes, lo que nos habla de que en tan solo 20 años se ha popularizado el uso de focos ahorradores de energía, ya sea fluorescentes o LED.

Sin embargo, cuando hablamos del uso de combustible para cocinar, los estados del norte del país –Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa y Durango, quienes constituyen la región cálida extrema– utilizan en su mayoría gas LP (77%) y gas natural (17%).

Por su parte, en la zona centro –que conforma la región templada del país y que agrupa a los estados de Nayarit, Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Hidalgo, Morelos, Colima, Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Michoacán y Guanajuato– el mayor combustible es el gas LP (85%) seguido por el gas natural (6%).

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En contraste, cuando nos adentramos en la zona sur que conforma la región tropical –que se encuentra integrada por Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo– es posible observar que la participación del gas LP baja (65%), desaparece el gas natural (0%) y aparece como gran segundo lugar, la leña (32%).

El uso de la leña en el sureste mexicano es brutal cuando se compara ese 32% con un 3% en la región norte y un 6% en el centro, lo que da cuenta de la disparidad de acceso a combustibles para cocinar y calentar el agua. Por un lado, podríamos decir que la falta de infraestructura provoca que los hogares en el sur del país dependan del uso de la leña, pero, por otro lado, también podríamos concluir que el hecho de que la leña sea gratis no permite construir una base sólida de consumo que sostenga las inversiones.

Sea cual sea el caso, las acciones de gobierno deberían encaminarse ha desarrollar por sus medios infraestructura necesaria para llegar a todas partes del país y desplazar el uso de la leña, la cual se asocia con enfermedades respiratorias y oculares. Podría hacerlo aprovechando que la red está en el 99% de los hogares del país, podría hacerlo creando cadenas de distribución propiedad del estado con utilidad social o podría hacerlo a través de los apoyos focalizados que ampara la Ley de Hidrocarburos para apoyar a las familiar marginadas o de escasos recursos.

Pero no, en lugar de preocuparle las familias más pobres, le preocupa que el Estado pierda participación en el mercado de gas LP, contribuyendo de esta manera no al bienestar de la sociedad, sino a mantener a perpetuidad la desigualdad energética entre las regiones de nuestro país.

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