Migrantes feministas
Decidencias

Escritora y periodista independiente. Feminista. Ha publicado en medios como Chilango, Animal Político, Emeequis, Quién, Cambio, Esquire, entre otros. Coautora de Amar a madrazos, Los Nadie, A mí no me va a pasar y Siempre estuve en riesgo. Twitter: @baronesarampant

Migrantes feministas
Foto: Alexa Herrera / La-Lista

Tengo un adulto mayor en casa. Ese adulto mayor ha hecho las veces de mi padre desde que mi papá murió. Como sucede en toda familia, lo que él piensa de mí es importante excepto en una cosa: el feminismo.

El adulto mayor del que hablo nació antes de la Segunda Guerra Mundial, vivió tanto tiempo que cuando el PRI se fue del poder conoció un mundo diferente al que siempre sería y a pesar de que vienen de dimensiones diferentes: lo enseñé a usar un iPad. 

Yo puedo considerarme una migrante digital, pero él ¿qué es?

Yo creo que es un migrante digital también. Le cuesta trabajo pero lo intenta. No comprende bien del todo la forma en la que funciona pero pasea su tableta para todos lados, con música, la misa del día de hoy, youtubers conspiracionistas o los noticieros de China. 

He escuchado varias veces cuando se refieren a gente de su edad el clásico “le tocó vivir otros tiempos, no va a cambiar”, pero lo veo usar una tableta y pienso que sí, que la gente sí cambia, que la gente sí aprende nuevas cosas, que la gente sí está dispuesta a renovarse, pero ¿qué se necesita?

Voluntad

Estoy hablando de él y de su tableta pero también de todas las personas que no han mostrado ni un poco de voluntad para cambiar esa visión donde las mujeres somos menos, merecemos menos y calladitas nos vemos más bonitas. 

Entonces tratamos con ellos y parece que entramos en una máquina del tiempo donde respetamos esa condición de “vivieron otros tiempos” y por un segundo nosotras volvemos a esos tiempos, nos reconocemos disminuidas ante los ojos de los más cercanos. No sé si ese es un acto de amor o un acto de respeto hacia sus edades, pero ¿y dónde quedamos nosotras? Cuando lo que debería suceder es subirlos a esa máquina del tiempo y traerlos para acá, al día de hoy cuando las mujeres no pueden esperar más y la lucha es de todos los días.

Porque no importa qué tan feministas seamos si compartimos el hogar con una pareja machista, si en el aula el profesor también lo es, si en la oficina el jefe se impone siempre como un macho y maltrata, ofende o hace y acepta “bromas” sobre las mujeres. 

Somos feministas y la frontera son los otros, los otros que no quieren transitar a la exigencia de que las mujeres sean consideradas en todo su esplendor y no en las limitaciones que nos han impuesto durante tanto tiempo. 

El feminismo tiene que ser con la otredad, pero los otros andan resistentes al cambio, porque la voluntad también significa la renuncia de sus privilegios y aprender a mirar con otros ojos. 

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Parece que los otros van diciendo en silencio: no quiero que nos consideren como iguales, no quiero que tengan los mismos sueldos que nosotros, no quiero que una mujer ocupe un puesto de directiva, no quiero que tengas voz, quiero seguir controlándote, quiero seguir cosificándote, quiero seguir pensando que tu vida no vale nada.

El machismo sucede en nuestros espacios de forma naturalizada y normalizada, pero los tiempos van solicitando nuevos cambios, se necesitan hombres pensándose y actuando diferente en su relación con las mujeres y en su relación con ellos mismos. 

Las opciones existen, pero no hay más que pensar: esa perspectiva que me hace un macho está mal y hay que corregirla. 

Ya sé, suena muy simple y es muy complejo. Pero terminar con el androcentrismo que tiene como medida del mundo al hombre es urgente, contar con hombres que rompan el pacto y sean traidores activos del patriarcado es lo esperable para que sucedan los cambios. Es sabido que los hombres escuchan a otros hombres, por lo tanto también requerimos de trabajo político colectivo, hombres hablando con otros hombres para reconocer la violencia que reproducen.

¿Cómo les llamamos a esos hombres que transitan en los espacios de reflexión y conciencia y que actúan de forma concreta, objetiva, asertiva y lo hacen sin propaganda? 

Nombrar a estos hombres es una tarea realmente difícil. 

Pienso en términos como aliados o deconstrucción y la forma en la que se ha usado, pero no me convencen, sobre todo porque veo en sus procesos que son condescendientes.

Me atrevo a proponer una nueva etiqueta, mi propia etiqueta: Migrantes feministas.

Cuando alguien ha tomado la decisión de moverse, lo hace de un salto. Pensar en feminista significa moverse del lugar en donde se está para habitar otro muy diferente. Implicará una nueva forma de pensamiento y también una forma diferente de relacionarse con las personas.

Lo hemos hecho las mismas mujeres al incorporar el feminismo a nuestra vida, dejando el propio machismo incorporado en nuestras vidas. Lo cierto es que cuando comienzas a mirar con las gafas violetas ya nada cambia, se presenta frente a los ojos y se comprende. Si así lo viven las mujeres, ¿por qué no ha de sucederle igual a los hombres?

Pienso que si mi adulto mayor ha podido hacerse un migrante digital, que sufrió negación y resistencia y luego se animó, pues no importa que le cueste trabajo si tiene actitud y voluntad para intentarlo. Nadie dijo que sería fácil.

Repitan conmigo: se necesita voluntad, voluntad, voluntad. Mucha voluntad.

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