Una nueva bestia
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Una nueva bestia
Foto: Pixabay

En lo que va de 2021 hemos sido testigos de cinco interrupciones de alto perfil en el suministro energético de distintas partes del mundo. 

  • En febrero, una tremenda helada provocó el gran apagón de Texas. 
  • En marzo, el atorón del buque Ever Given en el Canal de Suez obstaculizó el flujo de petróleo desde Medio Oriente hacia el Mediterráneo. 
  • En mayo, un ciberataque paralizó el tránsito de combustible a través del ducto Colonial y afectó a buena parte de la costa atlántica estadounidense. 
  • En agosto, un incendio en una plataforma marina redujo en 25% la producción de crudo pesado mexicano. Días después, el huracán Ida motivó la suspensión del 90% de la producción de petróleo y gas en el Golfo de México estadounidense, derrumbó líneas de transmisión de electricidad, colapsó en su totalidad el sistema eléctrico que atiende a Nueva Orleans, paró otra vez al ducto Colonial y dejó en pausa a cuando menos tres refinerías de Luisiana.

Como es aparente, la industria energética está sujeta continuamente a todo tipo de embates que complican su funcionamiento. Pero lo que llama poderosamente la atención es la naturaleza de estos embates recientes, que incluyen algunas constantes y algunas novedades.

Lo que pasó en México, el Canal de Suez y aún en Texas se debe a fundamentalmente al error humano. La falta de mantenimiento a los equipos de una plataforma petrolera, el descuido en la navegación del buque, la insuficiente inversión y la carencia de regulaciones para contar con instalaciones energéticas resistentes al frío. El error humano no es novedad, aunque hay protocolos para reducir su incidencia. Será parte de la experiencia mientras humanos haya en la Tierra.

Lo que ocurrió con el ducto Colonial y en Luisiana es, en cambio, la confirmación de que hemos entrado de lleno en una nueva realidad. Como el aprendiz de hechicero que pierde el control de sus poderes, la humanidad puso a la máquina de combustión interna y al internet a trabajar por ella, pero no atinó a adivinar plenamente las consecuencias negativas del conjuro: el impacto del calentamiento global y los ciberataques sobre su seguridad energética.

Ninguno de estos dos factores figuraba hace 50 años entre los principales riesgos para el suministro. Hoy demandan atención prioritaria porque el sistema energético que viene consistirá todavía más que hoy en redes que dependen de redes. 

El apagón de Texas aporta un muy dramático vistazo de lo que esto implica, con o sin error humano. La helada interrumpió el flujo de gas natural a través de ductos hacia las centrales eléctricas, que a su vez no pudieron suministrar la electricidad a través de líneas de transmisión para que los equipos de extracción y transporte de gas siguieran funcionando. Es decir, la falta de gas provocó la falta de electricidad y la falta de electricidad provocó la falta gas. 

Un ciberataque podría lograr lo mismo, quizá a una escala mayor, porque puede irrumpir en diversos frentes al mismo tiempo.

Las dos fuentes de energía en la que están fundadas las esperanzas para un futuro cercano con aire más limpio, el gas natural y las renovables, son muy vulnerables a estos nuevos riesgos. Si la electricidad generada con gas natural será el respaldo de aquella generada con el viento o el sol –por lo menos mientras mejoran las baterías o el aprovechamiento de alguna otra fuente de energía–, el imperativo de crear redes de redes robustas y resilientes crecerá.

Todo esto apunta a que la búsqueda de la seguridad energética se centrará cada vez más en la electricidad, aunque el acceso a los combustibles fósiles, la obsesión del siglo 20, siga en la mira. En un mundo que dependerá del triángulo de redes gas natural-electricidad-internet, el suministro energético se interrumpirá si cualquiera de estos tres componentes y eslabones deja de funcionar. 

Muchos gobiernos y empresas aún no despiertan completamente a esta nueva realidad. Cuando lo hagan, no encontrarán al mismo dinosaurio, sino a una bestia mucho más difícil de domar.

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