¡Hey, Mr. Postman!
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

¡Hey, Mr. Postman!
Foto: Pixabay

En el fondo de un cajón del librero que tengo en casa de mis padres encontré en diciembre un montón de correspondencia. Cartas que acumulé a lo largo de los años. No estaban atadas con un cordoncito, como en las películas, tampoco acomodadas en orden cronológico ni por nombre, pero me llevaron a preguntarme hace cuánto no escribo una carta. ¿Alguien recuerda quién les mandó la última que recibieron?

La tecnología y las redes sociales han revolucionado de manera significativa nuestra forma de relacionarnos y comunicarnos, las cartas escritas a mano son ahora objetos de culto y de colección para nostálgicos y acumuladores como yo, que conservo algunas de las más significativas que me han escrito, hayan llegado o no por correo.

Entre el montón de sobres hallé uno pequeño hecho con la hoja de un cuaderno. Adentro, entre dibujos de flores y un sol radiante, Camila me pedía perdón por no comer la comida que le preparaba su abuela los viernes. En otro sobre con membrete del Hyatt Regency hay una carta de felicitación escrita por mi papá durante unas vacaciones en Acapulco, con motivo de mi cumpleaños número 16. La misiva tiene la firma de mi mamá y mis dos hermanos. Atesoro también la carta que me escribió Manolo Almazán en mi cumpleaños 21, que llegó acompañada de la camiseta de la película Drugstore cowboy, un simpático texto de María Zorrilla, una ex compañera del ITAM, titulada Manual de instrucciones para conocer a Roberto Vargas y las recomendaciones de Sandra Bucio para disfrutar mi primer viaje a Buenos Aires, en el año 2000.

Mi tío Domingo Vargas, hoy alcalde de la ciudad de Blue Island, Illinois, me mandaba por correo ejemplares de revistas como Rolling Stone y Spin; Joaquín Maidagán, un argentino radicado en Madrid, me hizo llegar montones de recortes del diario AS con notas de Hugo Sánchez y Adriano Di Leo, desde Buenos Aires, me contaba de sus vacaciones en Villa Gesell y las novedades de la última campaña de Newell´s Old Boys. Por correo sostuve un “noviazgo” de más de una año con una chica peruana llamada Marianne Bilder y una “admiradora” de nombre Isis me declaraba su amor en cada carta enviada desde Fortín de las Flores, Veracruz. A través de postales, Alonso Corona me contó sus aventuras en la Universidad de Nebraska cuando se fue de intercambio y desde Londres, Nina me relató su visita a su hermana que estudiaba allá. Por correo también llegaron las cartas de aceptación a la UNAM, primero, y al ITAM, después, así como aquel sobre del Army en donde me rechazaban para ir a pelear la Primera Guerra del Golfo.

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A mí me gustaba escribir a la redacción de revistas y periódicos. Y aunque nunca me pelaron en El Correo Ilustrado, de La Jornada, dos cartas mías fueron publicadas en revistas como El Gráfico, de Argentina, y la Heavy Metal Subterráneo, de México. A raíz de la segunda, en mi buzón comenzaron a aparecer misivas enviadas desde Colombia, Perú, Costa Rica y hasta Cuba, con lo que descubrí que en la isla, además de son, también se escuchaba metal.

En la literatura se conoce como género epistolar al intercambio de cartas entre dos personajes o entre escritores, como el que sostuvieron Jack Kerouac y Allen Ginsberg contenido en un libro llamado simplemente Cartas. Es conocido también el intercambio de correspondencia que sostuvieron durante años Octavio Paz y Carlos Fuentes, los alemanes Hermann Hesse y Thomas Mann o Henry Miller y su amante, Anais Nin. Para mí, el más cercano es el “diálogo” que sostuvieron durante el Mundial de Sudáfrica 2010 el escritor mexicano Juan Villoro y el cronista argentino Martín Caparrós. Una cátedra imperdible sobre futbol.

Por cierto, la última carta que recibí por correo ordinario me la mando en 2015 el Gordo Julio, mi exvecino que desde Ciudad Satélite redactó unas líneas, a manera de disculpa, después del desastre que hizo en mi departamento en una borrachera.

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