Qué desconcertante es escuchar a AMLO extraviar la sensatez
Columnista invitado

Periodista. Fundador de Quinto Elemento Lab. Fundador y director de emeequis (2006-2018). Antes, en El Universal, Milenio, Reforma, El Financiero y La Jornada.

Qué desconcertante es escuchar a AMLO extraviar la sensatez
Andrés Manuel López Obrador, durante una conferencia de prensa en Palacio Nacional. Foto: EFE/Sáshenka Gutiérrez.

Qué desconcertante es ver y escuchar al presidente Andrés Manuel López Obrador extraviar la sensatez y lanzar acusaciones en serie en contra de la periodista Carmen Aristegui: que si conservadora, que si es parte de la conspiración para llamar a votar por la revocación de su mandato, que si es una mujer de conveniencias amarrada a la mafia del poder, que si engañó durante mucho tiempo a millones de mexicanos que creían en ella.

Del opositor tenaz, luchador social atrabancado, pero humilde y equilibrado, que agradecía a Carmen Aristegui los espacios que ella le otorgaba para hablar cuando la mayoría de los medios de comunicación lo vetaban, ya queda muy poco o casi nada

Cuesta trabajo encontrar algún rastro de ese político que expresaba su admiración al ejercicio periodístico de Carmen Aristegui. Sus tuits, sus llamadas telefónicas, sus palabras cálidas para la periodista que valientemente había cuestionado a Vicente Fox, que había enfrentado a Felipe Calderón y había exhibido la impúdica corrupción de Enrique Peña Nieto, solo son un vago recuerdo. 

Cómo no escuchar con perplejidad los ataques de ayer y, a la vez, la misma voz de López Obrador abrazar a Carmen Aristegui en su programa del 18 de enero de 2018 con las siguientes palabras: “Bueno, Carmen, eso es lo que quería decirte y mandarte un abrazo muy cariñoso, y adelante con toda la libertad, con toda la libertad; tú cumples con aquello de que la libertad no se implora, la libertad se conquista. Te mando un abrazo fuerte, fuerte”.    

Los señalamientos de López Obrador en contra de Carmen Aristegui tuvieron un disparador: el espacio que ella le proporcionó a dos reportajes sobre los hijos del presidente. Se podrá argumentar y discutir sobre la calidad de los mismos, eso es legítimo y valioso para elevar la calidad del debate público. 

Lo riesgoso es el llamado implícito del presidente al linchamiento social, la intención de dañar irreflexivamente la credibilidad de una periodista que ha resistido ya los ataques presidenciales desmedidos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. El encono de López Obrador es muy parecido. “No es lo mismo, pero es igual”, diría el cantautor cubano Silvio Rodríguez.  

Su compromiso con el respeto a la libertad de expresión y el derecho a disentir se diluyó en poco tiempo.  ¿Ocurrió algo con el presidente o solo nos engañó con la verdad? Es un lugar común decir que, aunque tengan rasgos muy distintos y estén en los extremos ideológicos, el poder transforma a las personas que lo ejercen y las vuelve iguales. 

El expresidente uruguayo Pepe Mujica no cree en ello. “El poder –dice– no cambia a las personas, solo revela quiénes verdaderamente son“.

La que vimos ayer viernes en su conferencia matutina no es una conducta nueva del presidente, pero cada que cruza la línea y golpea verbalmente a sus críticos desde la posición de enorme poder que le confiere la Presidencia de la República, López Obrador se asemeja más de lo que él piensa a Fox, Calderón o Peña Nieto

Todos ellos, con mejores o peores formas, han mostrado en su oportunidad desprecio por el periodismo de verdad. Molesta, y mucho, que se reivindique la independencia del periodismo y se despliegue una mirada crítica sobre la manera en que ejercieron y ejercen el poder. 

Es notorio que el presidente López Obrador se siente traicionado cuando se hacen ejercicios periodísticos críticos a su gobierno. ¿Cómo supuso que no sería así, quién lo engañó y lo convenció de que los periodistas nos sumaríamos a un coro que empeñaría su pensamiento crítico cuando él llegara al poder? 

Cuesta trabajo pensar que esté convencido de que los periodistas deben acompañar su cruzada política e ideológica, y cuesta más creer que no se dé cuenta del severo daño que sus diatribas causan a la vida democrática del país y el riesgo que entrañan para quienes ejercen el periodismo. ¿No es suficiente que hayan asesinado a cuatro periodistas en lo que va del año?

El titular de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Pedro Vaca Villarreal, advirtió hace unos días que con la “ligereza de sus planteamientos”, el gobierno mexicano está socavando la legitimidad y la trascendencia democrática del periodismo.

Parece poco probable que los llamados a la sensatez y prudencia tengan muchos efectos. La falta de contención verbal del presidente López Obrador no parará y tampoco acabará con el trabajo periodístico de calidad. Serán tres años más de gobierno. Luego, su mandato acabará. Y él también se irá, como los demás. 

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