Domingo de Super Bowl

No me considero un aficionado promedio al futbol americano, es decir, no participo en ligas de fantasy (equipos virtuales), nunca he jugado Madden ni otro videojuego de football, no apuesto, no colecciono tarjetas ni me gusta Star Wars, no me reúno con amigos a ver los partidos, no me gustan las alitas y tampoco visto ropa de mi equipo fuera de la temporada, aunque en el brazo izquierdo luzco cuatro tatuajes de Raiders… que no ganan un Super Bowl desde hace 38 años, cuando jugaban justamente en Los Ángeles, sede del partido de esta tarde.

Sin embargo, aunque Raiders no gane un partido de playoffs desde hace dos décadas, el Super Bowl es el evento deportivo que más espero año con año y no tiene nada que ver con el show de medio tiempo, porque AC/DC nunca se presentará ahí y la banda de rock más grande de la historia, The Rolling Stones, ya lo hizo en el halftime de la edición XL, el 5 de febrero de 2006, en el Ford Field, de Detroit, Michigan.

Aunque nunca han tocado en un Super Bowl, la canción que más asocio con el juego de campeonato de la NFL es Rock n’roll is King, de Electric Light Orchestra: mi papá, que aprendía a usar una videocasetera Betamax, grabó el video de esa canción encima de la cinta que contenía las acciones del Super Bowl XVIII, aquel en que los Raiders aplastaron 38-9 a los desaparecidos Washington Redskins (¡Maldita corrección política!). Aquel año, la transmisión le tocó a la televisora oficial, y la narración de la carrera de 74 yardas de Marcus Allen para sentenciar el partido la hizo el extraordinario Pepe Espinoza.

Inevitablemente el Super Bowl me recuerda a mi papá. No sé cuántos vimos juntos, pero sí el primero: fue el XIV, cuando Pittsburgh levantó su cuarto Trofeo Vince Lombardi al derrotar 31-19 a los Rams de Vince Ferragamo, cuando ese apellido era algo más que una marca de zapatos de “mirrey” y en su roster jugaba un tal Fred Dryer, antes de que se convirtiera en “El Cazador” (saludos Dee Dee McCall). Afortunadamente para mí, pude disfrutar las victorias de los Raiders en los Súper Tazones XV y XVIII, contra Filadelfia y Washington, respectivamente. Tengo tan arraigados los números de mi equipo en el Super Bowl, que cuando juego Melate mi quiniela fija lleva los números 2, 11, 15, 18, 37 y hasta este año el 56. Se me acabaron los números mientras esperaba otra aparición de los “Malosos” en el “juego grande”.

A pesar de que llegaron dos equipos sin tanto arraigo entre los fanáticos mexicanos como los Rams y los Cincinnati Bengals, el Super Bowl LVI tiene ingredientes que lo hacen especial, pues será el segundo consecutivo en que lo juegue un equipo de casa (el año pasado lo ganaron los Bucaneros, en Tampa) y el primero tras el anunciado retiro de Tom Brady, el mejor jugador de football de la historia.

Si los Rams ganan el Super Bowl el domingo, se convertirán en el tercer equipo en hacerlo jugando en dos ciudades diferentes, pues se coronaron en la edición XXXIV, cuando su sede era San Luis. Las otras franquicias que fueron campeonas después de una mudanza fueron los Colts, en Baltimore e Indianápolis, y los Raiders, en Oakland y Los Ángeles.

Para la escuadra de Los Ángeles será su quinta aparición en un Super Bowl, en donde tiene marca de 1-3; los Bengals buscarán el campeonato por tercera y lo harán otra vez frente a un equipo californiano, pues ya cayeron dos veces ante los San Francisco 49ers.

Los expertos dan como favoritos a los Rams, pero yo estoy con los Bengals. No me gustaría que otro equipo angelino gané un Super Bowl. Lo lamento, manías de un viejo al que su equipo lo ha hecho que viva solo de recuerdos. ¡Disfrutemos el juego!