Indiferencia
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Indiferencia
Foto: Pixabay

Hace algunos años, mientras visitaba con mi hija el Museo Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México, Camila se sorprendió al verme llorar en la sala donde hay una exposición permanente dedicada al conflicto de la exYugoslavia. Para sus ojos de una niña de 11 años parecía increíble que su papá hubiera recorrido impávido todos los horrores del Holocausto y dejara escapar algunas lágrimas mientras miraba fotos y videos del “sitio de Sarajevo”.

De todas las guerras que me ha tocado ver por televisión y leer en mi medio siglo de vida, la de la exYugoslavia es una de las que más me conmueve. Aquella mañana, mientras miraba un video de la “avenida de los francotiradores”, se me hizo un nudo en la garganta al ver que uno de los muertos era un muchacho que vestía unos jeans Levi’s y llevaba puestos unos Adidas como los que yo usaba por aquellos años. ¿Dónde estaba yo cuando pasó eso? ¿Qué hacía mientras en Srebrenica se perpetraba la matanza más grande de civiles en Europa desde la Segunda Guerra Mundial?

Días después del inicio del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, el periodista colombiano Jaime Honorio González publicó en Cambio una columna llamada La guerra de al lado, que me hizo reflexionar sobre la normalización de la violencia en nuestro país: “Nos acostumbramos tanto a nuestros muertos diarios y a nuestra guerrita de siempre, que ver a unos delincuentes disfrazados de lo que sea que se disfracen caminando por nuestros pueblos, ya pareciera que no nos importa. Mejor miramos la guerra de al lado. La de los otros. No deja de ser, en todo caso, una extraña forma de escapar de la propia“. ¿Es que acaso ya nos volvimos indiferentes al dolor de “nuestra guerra”, esa que en poco más de una década ha dejado decenas de miles de muertos en México?

Muy pocos de este lado del Atlántico, entre los que me incluyo, habíamos escuchado el nombre de René Robert hasta el 28 de enero pasado. No conozco a nadie, de la gente con la que comenté la noticia, que no se haya horrorizado al saber que un hombre de 84 años murió congelado, tirado en una calle de París, porque nadie lo volteó a ver. Pocos dejaron de conmoverse al saber que un hombre que vive en las calles, un “indigente” o “sin techo”, a saber, fue el que llamó a los servicios de emergencia para que atendieran a Robert. Entre los cientos de mensajes que encontré en las redes sociales me detuve en la reflexión que hizo a través de Twitter José María Rodríguez Olaizola, un sacerdote jesuita que tiene formación como sociólogo y más de 55 mil seguidores en esa red social: “¿Qué habría hecho yo? Porque, ¿cuántas veces paso de largo? (Y cuanta gente caída hay en nuestras calles…)”

La muerte de René Robert se conoció porque era un reputado fotógrafo, muy conocido en el mundo del flamenco, donde retrató a las figuras más representativas del género, como Camarón de la Isla y Paco de Lucía o a cientos de artistas desconocidos del llamado cante jondo. El hombre que aguardaba paciente el lado humano de los flamencos para retratarlos, murió por la extrema indiferencia de una sociedad apurada y egoísta. ¡Vaya ironía, carajo, pero qué hubiera hecho yo!

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