La historia no contada de Florencia Serranía

Estudió filosofía en Friburgo. Su ocupación principal es ser ghost writer de políticos y otra gente sin oficio ni beneficio.

La historia no contada de Florencia Serranía
Foto: Especial

¿Por qué no se investiga y procesa penalmente a la directora del Metro corresponsable por omisión del desplome de la Línea 12 del Metro? ¿Por qué la protege la fiscalía del simple hecho de declarar? Se le da trato de asunto de Estado porque procesar a Florencia Serranía implicaría indagar una red de complicidades de Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. La historia, que solo leerá con Manuel Olid-Uranga y sus informantes, es la siguiente.

El único mérito de Florencia Serranía para entrar el gobierno de la Ciudad de México en el año 2000 era haber sido amiga y vecina de cubículo de Claudia Sheinbaum en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Serranía llegó de regreso de su posgrado a México marcada por un currículo de fracasos y cambios de temas de especialidad. Ella misma ha contado cómo echó a perder un sistema de refrigeración de pescado en su primer empleo, y su temor fundado de que la metieran a la cárcel. Pero ha tenido suerte desde entonces.

Sheinbaum la invitó al gobierno de la Ciudad de México, a donde, sin experiencia, llegó a la dirección de planeación de transportes, y pasó después a la dirección general del Metro. Desde entonces y desde los consejos de administración y la dirección del Metro, Florencia Serranía manejó contratos oscuros, como la compra de trenes y vagones que fue entonces reservada por años, sucedida en el 2004 y cuestionada desde entonces como usted recordará. Ahí comenzó la relación de negocios.

Al final del gobierno de López Obrador, Florencia Serranía se convirtió en empresaria del área de trenes y planeación del transporte. Su amistad con el hoy presidente hizo que integrara algunos consorcios con Carlos Slim y que se le integrara a todas las grandes obras de movilidad, como los Centros de Transferencia Modal y los trenes metropolitanos. Por ese medio corrió una parte del financiamiento con el que López Obrador ha hecho política todos estos años y que permitió que Florencia pasara, por su cercanía con el poder, de una mediocre investigadora a una muy rica empresaria, beneficiada también por algunas obras estatales y federales. La empresa de Serranía fue igualmente contratada por Marcelo Ebrard y Miguel Mancera en los siguientes sexenios. En el actual forma parte del proyecto del Tren Maya, que le ocupaba más como empresaria (pues de ahí gana millones) que el Metro, de donde solo ganaba su modesto sueldo.

De hecho, el Metro estuvo bajo el control de López Obrador durante los años siguientes a su mandato, pues es un espacio que negociaba a cambio de gobernabilidad para el jefe de gobierno en turno. Salvo un breve período en que se peleó con Miguel Ángel Mancera, López Obrador controla las áreas económicamente sensibles del Metro desde el año 2000 y su protegida, Florencia Serranía, hace negocios ahí desde 2004 como funcionaria y desde 2006 como contratista.

Todo esa historia sucedió al amparo de las dos corcholatas y el gran destapador. Por eso no la investigan y no la investigarán

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