Narcisismo digital
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Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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Narcisismo digital
Foto: Gerd Altman/Pixabay

Las redes sociales son escenarios perfectos para la exploración del “yo”, una búsqueda de nosotros mismos para poder ser vistos por los demás; una invitación a por fin ser reconocido por algo, por lo que sea, sólo falta encontrar un porqué.

El ecosistema digital en la hiperconectividad fomenta un comportamiento narcisista que se retrata en redes sociales en forma de selfie, momentos únicos que reflejan la irrealidad repleta de perfección, necesidades que suplican atención, o bien de la proliferación de guías sobre cómo encontrar el camino a la permanente felicidad, todo a cambio de likes.

Para el narcisista la aceptación de los demás se convierte en algo tan esencial que su vida personal se traslada a posteos que reflejan “intimidades externas o externalidades íntimas”, conceptos con los que el psicólogo francés Jacques-Alain Miller sostienen la definición de Jacques Lacan de extimidad, un fenómeno cultural de exposición de la intimidad paradójico de adentro-afuera por una fisura de identidad.

Esta necesidad en la era digital descubre en el lenguaje de las plataformas digitales un sistema de comunicación de efecto reflejo, en donde la conexión emocional de los “yo” narcisistas encuentra una total comprensión sobre una necesidad afectiva que multiplica el sufrimiento, y celebra fugazmente la felicidad.

La insatisfacción crónico-afectiva del ególatra provoca una constante búsqueda de figuras discursivas para ser visto, o mejor aún recibir un ícono de aceptación como recompensa a un insaciable deseo de pertenecer y ser reconocido, a costa de comportamientos perjudiciales para su salud mental y emocional.  Surge entonces la eterna comparación con el “otro” que, aunque de su mismo club, es desacreditado por un ego endurecido que ha perdido la empatía por lo que no le pertenece.

Se olvida el origen de un lugar de conexión social en línea y se adquiere un comportamiento más allá del “conócete a ti mismo”, y que se traslada a un: “desconócete a ti mismo y busca validación de los otros para tu propia aceptación”. La voluntad narcisista se convierte en una seguidora de los seguidores, en una ruptura de su identidad para revelar una creciente y nunca satisfecha personalidad que buscará, ante todo, el robo del goce ajeno.

Lo paradójico del narcisista digital radica en su miope visualización personal como un ser superior a los demás, y que no sólo merece ser leído sino reiteradamente aplaudido. Se siente dueño de un ecosistema digital del que desconoce las reglas, las condiciones de uso de su información, las capacidades técnicas del terreno en donde compite, y la complejidad en la que está metido.

Las consecuencias empiezan con el cansancio emocional de representar una vida ficticia con sus obvias frustraciones, frente a una realidad que aparentemente no le pertenece y lo desconecta del mundo real. 

El regreso al mundo analógico no parecería ser tan fácil debido a la adicción que las redes sociales producen a nivel químico en el cerebro del narcisista: las endorfinas, serotoninas, dopaminas y oxitocinas le tienen preparado un coctel rico en felicidad y plenitud, pero de corto efecto. 

Cuando el absorto usuario consiga entender su verdadero poder, logrará cambiar su estado de activo en redes sociales para convertirse en un observador que sin duda disfrutará la aclamada novela que todos los días ofrece el narcisismo digital.

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