Las milanesas de mi abuela
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Las milanesas de mi abuela
Foto: Pixabay

Como a muchas mujeres de su generación, a mí abuela Enriqueta le gustaba demostrar su afecto con comida, mucha comida. Eran muy celebrados entre la familia su pozole estilo Michoacán (ella era de Morelia), su entomatado, su cuete mechado, su mole rojo, la sopa de fideo y las milanesas. Mi abuela paterna era una mujer dura y distante. Quizá el no conocer a su madre y haber vivido en distintos hogares durante su infancia hicieron de Enriqueta Ponce de León esa mujer que mostraba su cariño a cuentagotas, aunque debo reconocer que a mis hermanos y a mí nos trataba bien, tal vez por ser los descendientes de su único hijo varón. Sin embargo, aunque me distancié de ella durante los últimos años de su vida, me gustaría volver el tiempo atrás para entrar a su cocina y pedirle que me enseñe a preparar esas milanesas inigualables.

Los que saben de milanesas dicen que el empanizado es la clave, yo solo recuerdo a Enriqueta moliendo su pan en un metate, junto con pimienta negra y ajos secos, pero nunca tuve curiosidad de saber qué más le agregaba. He probado con todos los empanizadores comerciales y ninguno me deja satisfecho. He intentado con galletas saladas, galletas Ritz, Corn Flakes, queso parmesano, perejil y mucho ajo, y con nada me quedan como las de mi abuela. Hasta ahora, en mi ranking de empanizados puntea el de Doritos Nacho, que le gusta a mi hermano Iván y a mi amiga Mauri, que ya se las hizo a sus hijos. Esa receta me la pasó un empleado de Mauro en aquel emprendimiento que tenía todo para funcionar y simplemente no jaló: Mondo Milanesa.

De vuelta a casa de Enriqueta, recuerdo que a mi papá le gustaba hacerse tacos con salsa verde y las boronas que quedaban al fondo de la charola donde la abuela ponía a escurrir las “milangas”. Cuando nos quedábamos a dormir allá, me gustaba levantarme de madrugada a comer las milanesas frías que quedaban sobre la mesa en una charola de peltre. Las “milangas” frías se convirtieron en un clásico de mi vida. Recuerdo un fin de semana que mis padres salieron de viaje y le pedimos a mi mamá que nos dejará en el refrigerador dos kilos de milanesas hechas. No nos duraron ni media tarde.

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En Argentina descubrí dos variedades de milanesa que me volvieron loco: la napolitana, con jamón, salsa de tomate y mozzarella derretido, y la “milanga” a caballo, con dos huevos estrellados encima. Sueño con una milanesa napolitana a caballo, con mucho puré de papa al lado.

Durante el año y medio que viví en Puebla, tuve más de una discusión porque no me gustan las milanesas de cerdo. Pero en el Maestro Asador, del Barrio de Analco, encontré el empanizado perfecto. A pesar de que vivo de nuevo en la Ciudad de México, he regresado un par de veces a comer sus milanesas (y unas crujientes mollejas de res que no tienen comparación). Como purista de este platillo, no me gustaban los tacos de milanesa, hasta que entré al ITAM y descubrí los tacos de doña Jovita, aunque no los comía muy seguido porque me regañaba Saúl Monge, un compañero de la carrera que era como una especie de entrenador para mí por aquellos años. Sin embargo, hoy puedo decir que los tacos de milanesa con guacamole son de mis favoritos, aunque la “milanga” no la haya freído mi abuela Enriqueta.

El Día de la Milanesa

Con la intención de homenajear al plato que ha conquistado a millones de personas, cada 3 de mayo, desde 2011, se festeja en Argentina el Día de la Milanesa. La fecha quedó instalada después de la votación que realizaron miles de fanáticos en un grupo de Facebook.

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