¿Cindy Crawford tiene un entrenador de mediana edad?
Columnista invitada

Columnista de The Guardian.

¿Cindy Crawford tiene un entrenador de mediana edad?
'Pensaba que lo único que tenía en común con Cindy Crawford eran los lunares. Pero no, ella también pregunta: ¿para qué demonios sirve todo esto?' Foto: Angela Weiss/AFP/Getty Images

Hace poco me enteré de que la supermodelo Cindy Crawford contrató a un entrenador para que la ayudara a sobrellevar la mediana edad. En un artículo de portada de la revista Haute Living (¿qué tan elegante es tu vida, ¿eh?), Crawford aparece a sus 56 años, como una diosa, vistiendo un bralette de encaje tan pequeño y delicado que parece haber sido tejido por el gremio de las arañas hadas en el Flandes del siglo XV. Se desintegraría si llegara a ver una lavadora. ¿Te lo pones una vez y después lo tiras? Lo siento, me estoy distrayendo con la lencería de Dior: el punto principal era el entrenador de mediana edad.

Crawford dice que experimentó una epifanía en el festival Burning Man (o infierno, como lo llamaría yo, dado que es un acontecimiento que incluye arena, calor de 40ºC, campamentos y “autoexpresión radical”, cuatro de las cosas que menos me gustan). Al parecer, esta libertad sin precedentes le hizo darse cuenta de que, en su vida normal, su tiempo no era suficientemente suyo. “Soy yo la que se cuestiona, en este momento de mi vida, si todavía quiero ser todas esas cosas a las que me inscribí inconscientemente”, comentó.

Pensé que lo único que tenía en común con Crawford eran los lunares. Pero no, ella también está lidiando con la tradicional pregunta de la mediana edad: ¿para qué demonios sirve todo esto? Es reconfortante darse cuenta de que se puede ser legendariamente bella, valer aproximadamente un cuarto de Sunak (la nueva unidad de medición de las personas de alto poder adquisitivo) y aun así ver a tu alrededor y decirte a ti misma: “Pronto estaré muerta; ¿por qué sigo…?” (completa según corresponda, supongo que la respuesta de Crawford es “haciendo esta estúpida entrevista”).

Su idea de contratar a alguien que le ayude a responder esa pregunta me llenó de una envidia que normalmente reservo para las personas que tienen búhos como mascotas y chefs privados. Después de todo, ¿quién no querría un entrenador para cada etapa de su vida? Desde la cuna hasta la tumba, es confuso y con frecuencia terrible. Nadie quiere escuchar a sus padres, nuestros amigos suelen estar tan desorientados como nosotros, y la terapia es un trabajo lento y duro (y sí, enormemente importante). En parte chamán, en parte doula, en parte Dr. Capybara (el feroz alter ego roedor que mi mejor amigo inventó para darme una patada en el trasero cuando fuera necesario), el coach de vida ideal –al menos como yo lo imagino– proporcionaría respuestas, un plan de acción y responsabilidad.

Una vez tuve una única sesión con un coach –un hombre con una confianza de hierro, una positividad superpoderosa y una creencia totalmente errónea de que yo podía proyectar lo mismo– y después ignoré cada uno de sus consejos, pero eso ocurrió antes de entrar en el oscuro bosque de mis 40 años. Existen muchas narrativas contradictorias en torno a la mediana edad (cuestionamiento existencial, pantalones de cuero, lanzamiento de platos), pero la que menos resuena es la de tener más certeza y seguridad en uno mismo. Nunca me he sentido más desconcertada y aceptaría todos los consejos que se me ofrecieran: sobre la vida, la intimidad, el trabajo, las finanzas, una lectora de sensibilidad que evaluara cada una de mis palabras y alguien que me dijera qué hacer con mis crecientes marcas en la piel.

La lista de preguntas que necesito que un coach de vida me ayude a responder es interminable, en realidad. ¿Puedo silenciar la incesante narrativa interna que me compara de forma negativa con los demás? ¿Qué pasa con los pies de mediana edad? ¿Estoy desperdiciando mi jubilación intentando encontrar un pastel vegano decente? ¿Tiene algún sentido esforzarse por cualquier cosa que no sea amar y ser amado, cuando todo se siente inauditamente catastrófico? Y quizás lo más importante, ¿puedo llegar a los 60 años sin sucumbir a la natación desenfrenada?

Por eso quiero lo que tiene Cindy Crawford. No es que aspire a ser ella, recorriendo el abrasador desierto en un “reluciente mono dorado” para que un duende desnudo me explique una escultura hecha con Teslas quemados y cabezas de Barbie. Mi héroe de la mediana edad es Isabella Rossellini, que vive su mejor vida creativa sin compromisos en su granja, rodeada de animales de raza extraña y de su cariñosa familia, vistiéndose en ocasiones con un traje de chimpancé para repartir dulces de Halloween con sus manos peludas, según su cuenta de Instagram. El coach de mediana edad adecuado parece que podría ser el medio para lograr eso. Pero entonces, por supuesto, tendría que afrontar otra pregunta: ¿cómo se encuentra el adecuado? También necesitaría un coach para responder esa pregunta.

Emma Beddington es columnista de The Guardian.

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