Las dos dedicatorias del ‘Che’ Ventura
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Las dos dedicatorias del ‘Che’ Ventura

A mediados de los años 80, cuando yo era parte de la grey “joserramonesca” (por José Ramón Fernández, entiéndase) y detestaba a todo lo que oliera a Televisa, uno de los personajes que menos me simpatizaba era Jorge “Che” Ventura. El caprichoso destino quiso que después pasara más de la mitad de mi carrera profesional en Televisa y que compartiera charlas inolvidables con don Jorge, como siempre me dirigí a él, durante el último año de su vida.

Lo comencé a tratar por allá del verano de 2015, cuando el portal del Diario AS (“el hermano vago de El País”) inició sus operaciones en México y la redacción se instaló en las oficinas de Televisa Radio. Don Jorge llegaba temprano a la estación y lo veía platicar con los redactores de Súper Estadio antes de entrar a una sala de juntas que estaba en medio de nuestras oficinas. Una mañana, el viejo se paró frente a mi escritorio y miró el perchero de Boca Juniors que estaba en la pared detrás de mi silla, inmediatamente se persignó. “¡Hay alguien que sabe de futbol en este lugar!”, dijo con su inconfundible voz que nunca perdió el acento porteño, pese al medio siglo que vivió en la Ciudad de México. A partir de ahí el señor Ventura, como le decía respetuosamente César Juárez, comenzó a saludarme. Comentábamos la actualidad del balompié argentino y hojeaba alguno de los ejemplares que yo tenía en mi mesa de la revista El Gráfico, de la que él fue corresponsal en México durante muchos años.

Alguna vez, para ponerme a prueba, comenzó a cantar el “Boca Juniors, Boca Juniors, gran campeón del balompié…”, para que yo, desde mi fanatismo bostero, respondiera con la primera estrofa del himno que Ítalo Goyeneche le compuso al equipo de la ribera en 1928. Una mañana llevé a la redacción, para que me firmara, un ejemplar de México’ 86. Como México no hay dos, un libro que publicó en 1983. Al verlo, me dijo: “¿De dónde sacaste esta porquería? Me hubieras dicho que lo querías, en mi casa se quedaron cajas con ese libro”. Y le puso una fría dedicatoria “para Roberto Vargas”. Meses después, tras mi incorporación a TDN comenzamos, a iniciativa de Miguel Padilla, un proyecto de capacitación para redactores, conductores y reporteros del canal. Don Jorge elegía al especialista y el tema del que se iba a hablar, yo buscaba alguna lectura afín y la compartíamos con el equipo.

Después de la charla, don Jorge entraba a mi oficina y comentábamos las lecturas. Lo recuerdo conmovido hasta las lágrimas con El manager de la crisis; tiempos difíciles para Joe Girardi y los Yankees, un texto que Gay Talese publicó en The New Yorker en septiembre de 2012. Terminamos llorando en la oficina recordando la relación que tuvimos con nuestros respectivos “viejos”. Esas pláticas nos acercaron definitivamente. Por las noches, antes de salir de la redacción, don Jorge pasaba a despedirse y me decía: “Rober, ¿te vas por ahí?” Cuando ya había terminado mi trabajo del día, cerraba todo y regresaba con él. Fueron horas de inolvidables conversaciones de su vida, de su familia, de futbol, de periodismo y de la revista argentina El Gráfico.

Periodista de raza

El 6 de marzo de 2017, don Jorge llegó a la redacción de TDN, en el cuarto piso de Televisa Chapultepec, con un pastel en las manos. Quería festejar con nosotros, sus compañeros y alumnos, sus 60 años en el periodismo. Con una terquísima memoria, el “Che” recordó que la primera nota que publicó como reportero fue el 6 de marzo de 1957 en el diario La Afición, apenas a los dos meses de haber llegado con su familia a México. Ahí, en la redacción en la que pasaría 30 años casi de manera ininterrumpida, fue bautizado como el “Che” por don Antonio Andere, a quien reconocía como su padre periodístico, situación nada menor para un hombre que había compartido coberturas con monstruos de la crónica deportiva como Dante Panzeri, Osvaldo Ardizzone, “El Veco”, Juvenal, Diego Bonadeo, Carlos Fontanarrosa, Ernesto Cherquis Bialo y tantos otros periodistas a los que el “Che” conoció en la redacción de El Gráfico, como su entrañable amigo Héctor Vega Onesime, que así lo recordó en su biografía: “Jorge Ventura llegó de México. De allí traía su experiencia en diarios deportivos. Pulcro y cuidadoso al escribir, su candidez y sencillez irradiaban un aire de pureza”. Para mí, un “enfermo” de la revista que comencé a coleccionar a mediados de los 90, era fascinante escucharlo hablar de periodistas a los que había leído tantas veces y a los que admiraba profundamente. Me parecía increíble que aquel viejo, al que acompañaba de regreso a casa, los hubiera conocido. Pero también escuchaba con atención sus anécdotas, como el día que se quedó dormido y llegó tarde a una entrevista con Santiago Bernabéu o la presentación de Renato Cesarini como entrenador del Club Universidad, cuando al ver a sus nuevos jugadores, gorditos muchos de ellos, pensó que estaba ante los trabajadores administrativos del equipo. “¡Qué ispa (país en lunfardo, el lenguaje de los barrios bajos porteños), Venturita, qué ispa!”

Con el olfato periodístico de un veterano, pero el ímpetu de un novato, lo recuerdo entrando a mi oficina agitado para decirme que ese día (4 de marzo de 2017) acababa de morir el ex seleccionado francés Raymond Kopa, para después recitarme de memoria la delantera histórica del Real Madrid que dominó Europa a finales de los 50: Kopa, Puskas, Di Stéfano, Rial y Gento.

El 29 de noviembre de 2017, el “Che” recibió en el Senado de la República el galardón “Glorias de la Crónica Deportiva”. A principios de aquel mes, me llamó para invitarme a su homenaje. Como hacía unos años que había dejado de usar corbata para mi trabajo, decidí comprarme una nueva y una camisa para aquella cita con el “Che”. Las usé para irlo a despedir en su velorio: Jorge Miguel Ventura Salerno murió la mañana del 19 de noviembre de 2017 en Cuernavaca. En la dedicatoria de otro de sus libros, La copa de las fantasías, el viejo le quitó el apellido a mi nombre para distinguirme con su cariño: “Para Roberto, con doble afecto (periodístico y futbolero)”. Me faltó tiempo para conocerlo y aprenderle mucho más. Muchas gracias, don Jorge, “Che” Ventura.

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