Nuestra Carta magna
Perístasis

Jefe de la División de Educación Continua de la Facultad de Derecho de la UNAM, socio de la firma Zeind & Zeind y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

X: @antoniozeind

Nuestra Carta magna
A 107 años de la promulgación de la constitución de 1917. Foto: Envato Elements

A lo largo de los años han existido diversos esfuerzos para construir un concepto de Constitución con el que estemos de acuerdo todas y todos. Si bien es cierto existe gran cantidad de personas autoras que han participado del mismo, también lo es que a este documento se le ha llamado a través de la historia de distintas maneras, como ha sido Ley Fundamental, Ley Suprema o también, de manera repetida, Carta magna.

Es esta última denominación cuyo origen considero es importante recordar en los tiempos que se viven alrededor del mundo en los que se han presentado francos retrocesos democráticos que han generado que las libertades establecidas en estos documentos se estén poniendo en riesgo o, incluso, se hayan ya reducido.

La conocida como Carta magna fue un documento firmado por el rey Juan de Inglaterra en 1215 que fue consecuencia de la exigencia por parte del pueblo de que el entonces soberano suscribiera una serie de compromisos relacionados con lo que de forma incipiente daría lugar a lo que hoy conocemos como los derechos humanos. No era otra cosa que someter la conducta de quien históricamente había actuado de manera ilimitada a un documento que plasmara las demandas de todas aquellas personas que de alguna manera habían padecido de aquella forma de conducirse por parte de quien se desempeñaba como el rey.

Es frecuente y hasta tradicional que la mayoría de las personas dentro de una sociedad (gobernantes y gobernados) acostumbren a referirse a la Constitución como una manera tanto de reafirmar su lugar desde el que ejerce el poder como también una forma de reclamar cuando a su juicio sus libertades y derechos pueden estar en riesgo. Es decir, tanto gobernantes como gobernados presumimos de respetar incondicionalmente lo establecido por aquel documento al que todo el pueblo se ha sometido en aras de promover su convivencia armónica y, a la larga, la viabilidad del Estado mismo.

Esta semana se vivió el CVI aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, documento en el que el pueblo mexicano ha plasmado desde la promulgación de los que le antecedieron (la Constitución de 1824 y la Constitución de 1857) las realidades presentes y las aspiraciones futuras de una sociedad que pasó por diversos momentos que fueron delineando su forma de entender el mundo y la manera en que ha concebido su porvenir.

Particularmente, la Constitución de 1917 logró brindar estabilidad y certidumbre a un conglomerado humano que había pasado por episodios complejos pero que, logró acordar luego de las recién vividas crisis, estándares mínimos para que aquella convivencia armónica se materializara y, por consecuencia, la subsistencia del Estado mexicano fuera posible.

Hoy hablar de nuestra Constitución es hacerlo de un documento que el pueblo hemos decidido otorgarnos para que, sometiéndonos a lo que ahí se ordena, tengamos señalados los derechos humanos que se nos deben respetar y que igualmente prevea un diseño de la estructura institucional que, a nuestro parecer, tenga los atributos para hacer que aquellos derechos sean debidamente garantizados, protegidos, promovidos y respetados.

Así, se debe afirmar que nuestra Constitución después de 106 años de vida es resultado de las exigencias, aspiraciones y esfuerzos conjuntos del pueblo mexicano y, recordar que en su origen aquella Carta magna de 1215, surgió con la idea de limitar el poder ejercido por pocos en beneficio de las libertades a ejercerse por muchos. 

En tiempos en que en diversos lugares se intenta soslayar lo establecido en un documento ideado para beneficio de todas y de todos, es importante rememorar que nuestro sometimiento al mismo es lo único que puede garantizar nuestro bienestar, no las posiciones de grupos que por su propia naturaleza serán estridentes en su estilo y esporádicos en su vigencia.

Nuestra Carta Magna es la prueba viva de un origen y destino comunes, por lo que corresponde que nosotros en comunidad respetemos de manera irrestricta lo que hemos pactado, pues esa será la base para reafirmar lo que fuimos y construir lo que seremos.

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