Raquel Welch: una personalidad fuerte y poderosa con un don pocas veces explotado para la comedia
Raquel Welch en 100 Rifles en 1969. Foto: Snap/Rex/Shutterstock

El término “sex symbol” apesta a una época pasada de sexismo burlón, y con frecuencia las estrellas femeninas que caían en esta etiqueta recibían un atuendo exótico. Ursula Andress lució su bikini blanco marfil con un cinturón de hebilla gruesa en Dr. No; Jane Fonda tenía su elegante traje de una pieza con rayas negras y botas hasta el muslo como la glamurosa astronauta en Barbarella.

Sin embargo, el vestuario de sex symbol más escandaloso de todos los tiempos fue el que se concedió a Raquel Welch, que tuvo que lucir un revelador conjunto de dos piezas de piel de ante en su papel de Loana the Fair One en la aventura de dinosaurios de 1966 Un millón de años a.C., que contó con escenas de stop-motion de dinosaurios a cargo de Ray Harryhausen y se basó en la noción poco científica de que los humanos y los dinosaurios coexistieron.

Loana era la ultrasexy cavernícola que tenía tres líneas en la película, pero la imagen de Welch en este extraordinario atuendo la convirtió en una leyenda. Welch se convirtió prácticamente en sinónimo de una exuberante estrella que los hombres de todas las edades deseaban en secreto o no tan en secreto; una especie de chiste de una comedia.

En la reciente película de Kenneth Branagh, Belfast, hay un plano de Welch cautivando a un público familiar de ojos desorbitados en esta película. Y de hecho, Welch se convirtió aún más en una leyenda en Gran Bretaña por un truco publicitario en 1972, cuando –en Londres para promocionar su western de producción británica Hannie Caulder– se declaró aficionada del Chelsea FC, se vistió con la playera del Chelsea para los fotógrafos y acudió a un partido en casa del Chelsea contra el Leicester City en compañía de Jimmy Hill, que tenía una barba picuda. Welch era una personalidad fuerte y poderosa, que no sonreía ni se sonrojaba, sino que parecía permanentemente divertida, como si pudiera comerse a cualquiera de sus admiradores para desayunar.

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Welch con Strother Martin, Jack Elam y Ernest Borgnine en Hannie Caulder. Foto: Cinetext/Paramount/Allstar

De hecho, Welch tuvo momentos de culto antes y después de su glorificación falsa-jurásica. Apareció con Frank Sinatra en una película de misterio ya olvidada titulada La dama en cemento (y de hecho tuvo una pequeña aparición en la película de Elvis Presley titulada Carrusel del amor). Formó parte de la tripulación de la asombrosa película de ciencia ficción Viaje fantástico, encogida a tamaño microscópico y enviada al cuerpo de un importante científico para reparar su cerebro, e inevitablemente tuvo que modelar un traje de neopreno ceñido a su figura.

En Un Fausto moderno, de Stanley Donen, junto a Peter Cook y Dudley Moore, en la que el desdichado Dudley vende su alma al diablo, Welch aparece en el papel de Lilian Lust, que se mete en la cama con él vestida con lencería de color rojo catsup. Welch no obtuvo el respeto de la crítica por su interpretación protagonista en la poco apreciada versión cinematográfica de la novela de Gore Vidal Myra Breckinridge en 1970: su interpretación de un personaje transexual quizás es el menor de los problemas de la película.

No obstante, al igual que muchos otros intérpretes encasillados en el papel de “sex symbol“, Welch tenía un don para la comedia que en ocasiones se le permitió y en otras no: obtuvo un gran éxito con su interpretación de la astuta Constance de Bonacieux en las comedias estelares de Richard Lester Los tres mosqueteros y Los cuatro mosqueteros, basadas en la historia de Dumas, en las que tuvo una ardiente indiscreción con el D’Artagnan de Michael York.

Y tiene una presencia real en el drama de la Edad de Oro de Hollywood de James Ivory, The Wild Party, de 1975 (una influencia en Babylon, de Damien Chazelle), en la que interpreta a la fiel amante de una estrella en decadencia que organiza una orgía para magnates influyentes.

Su fama en los años 70 era colosal y es una pena que ningún cineasta pudiera sacar de ella esa combinación de gracia y estridente fuerza física que bien podría haber dado lugar a una comedia tremenda. Pero fue un icono: una guerrera sexy que no tenía nada que envidiar a ningún humano ni a ningún dinosaurio.

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