Defienden las reglas del lenguaje cuando les conviene

El pasado 2 de marzo se abrió un debate para algunos académicos y expertos de la lengua: la Real Academia de la Lengua Española aclaró una doctrina de la “Ortografía” de 2010, ahora dice que se podrá tildar la palabra sólo y los pronombres demostrativos cuando exista riesgo de ambigüedad, aunque esto será a juicio de quien lo escribe. 

¿Qué impacto habrá tenido esta resolución para el grueso de la población? Seguramente los profesionistas que nos dedicamos a la comunicación, a las letras o al lenguaje estamos pendientes de este tipo de temas, ¿pero qué hay de quien sólo se preocupa por anotar sus ventas del día en una libreta?

La noticia causó controversia entre algunos académicos y expertos en lenguaje, pero no escaló más allá. ¿Qué hay de los detractores del lenguaje inclusivo? ¿Dónde están los que defienden las reglas del lenguaje a capa y espada? ¿Realmente le quita el sueño a las personas de a pie las reglas puristas de la RAE? 

En este tipo de situaciones pareciera que no. Conozco un par de casos de profesionistas, donde su eje rector no son las letras, que se limitan a confiar en el autocorrector de la computadora o del celular para enviar un correo del trabajo. En la vida diaria, los mensajes instantáneos como Whatsapp se estilan carentes de signos de puntuación y reglas básicas: con que se entienda el mensaje es suficiente. 

¿Pero qué pasa cuando hay propuestas como el lenguaje inclusivo? Hay quienes se transforman en defensores del idioma y sus usos correctos de la noche a la mañana. Se niegan a aceptar una nueva forma de expresión porque va en contra de todas las reglas de una institución, aunque a ésta no la respetan en su vida diaria. 

De acuerdo con Angelita Martínez, académica de la Universidad Nacional de la Plata, el lenguaje inclusivo surgió como una propuesta con la necesidad de comunicarse con palabras, frases o tonos libres; donde también se omita el prejuicio, el estereotipo y la discrminación a personas o grupos. 

El objetivo de escribir amigues o alumnxs tiene el trasfondo de modificar doctrinas patriarcales en el lenguaje, donde el pronombre masculino no sea la única opción en plural. Más allá de un cambio gramatical, es una propuesta ideológica para modificar comportamientos y conductas. 

La comunicación es una expresión humana que se va modificando según nuestro contexto y necesidades, de tal manera que somos capaces de hablar o escribir de un modo con un grupo de amigos y de otro en una oficina o corporativo. Los productos artísticos o de entretenimiento han modificado nuestro idioma, para muestra el verbo “cantinflear” que aceptó la RAE, a petición popular, en referencia al cómico Cantinflas, quien “hablaba sin decir nada”. 

“(La gramática) se va configurando de acuerdo con las necesidades comunicativas de sus hablantes y los usos comunicativos exitosos y aceptados por la comunidad. Por eso existe el cambio lingüístico”, explica Angelita Martínez en su texto “Disidencias en la conformación de la gramática: el lenguaje inclusivo”. 

La investigadora también detalla que “creamos las palabras que necesitamos para nombrar nuestra realidad” y que el lenguaje “no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto social e histórico que influye en nuestra percepción de la realidad”. 

En ese sentido, ¿por qué molestarse en usar una x o una e para referirse de una manera neutra e inclusiva? ¿Será que da miedo cambiar a un modelo desconocido? ¿O tal vez un macho se siente “menos hombre” cuando se refieren a un grupo donde pertenece con esta nueva propuesta? 

El idioma es de la gente que lo ejecuta de manera local, regional o nacional. Detrás de cómo nos expresamos está nuestra manera de pensar y actuar; por ello las grandes revoluciones también marchan sobre los renglones de un cuaderno.