Nos violentan en el trabajo y a nadie le importa

Periodista especializada en perspectiva de género, miembro de Frontline Freelance. Es titular de la Unidad de Investigaciones Especiales en Once Noticias Digital y hace consultoría en comunicación y gestión de crisis. Con ellas y por ellas.

Twitter: @anagupin

Nos violentan en el trabajo y a nadie le importa
Norma Lucía Piña, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Foto: Mario Jasso/Cuartoscuro.

El pasado sábado 18 de marzo se realizó una concentración pública en el centro de Ciudad de México. La multitud se reunió, convocada por el gobierno federal, para conmemorar la expropiación petrolera que sucedió en 1938. Pero esa no fue la nota, y no porque no fuera relevante sino porque un grupo de individuos creyó que quemar una figura de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, era una manifestación pertinente, proporcionada y sobre todo justa.

Y digo creyó, aunque no sé qué los convenció de hacerlo sabiendo que viven en un país en el que cada día matan a un promedio de 11 mujeres. Quizá no lo saben y por eso llevaron su expresión política y partidista a ese extremo. O quizá es que siendo mujer soy más intolerante a esas muestras para muchos “inofensivas” porque vivo con el miedo de que esos chistes y esas expresiones en cualquier momento pueden atravesar el terreno de la literalidad en contra de cualquiera de nosotras.

Muchas personas en redes sociales desestimaron las condenas al hecho de que la figura de una mujer pública fue quemada porque, aseguran, sus antecedentes políticos y partidistas lo ameritan (cualesquiera que sean), y otros que no están muy interesados en las mujeres normalmente (porque con sus votos en el Congreso nos niegan derechos a las mujeres) condenan el hecho, pero digamos que en lugar de la figura de Norma Piña se hubiera tratado de una mujer perteneciente al gobierno en turno, ¿la hubieran defendido igual? Lo dudo. Incluso, desestimaron la acción porque se hizo lo mismo con la figura de Donald Trump, un hombre que llegó a ser el presidente más poderoso del mundo aun cuando todos supimos que agredió sexualmente a distintas mujeres.

Y es que el punto central es que las mujeres no les importan ni lo que pasa con nosotras en un espacio en el que deberíamos desenvolvernos sin pensar que estamos en riesgo, como nuestro trabajo. 

Ni siquiera por el hecho de que el Poder Legislativo considera como delito la violencia política en razón de género desde 2019 se ha generado un avance en combatir ese tipo de violencia. Tan solo el Instituto Nacional Electoral (INE) suma a 260 personas sancionadas por violencia política en razón de género al corte de enero. Desafortunadamente tampoco se ha avanzado en otras ramas.

Como periodista formo parte de distintos grupos en los cuales colegas nos compartimos información e incluso reflexiones sobre asuntos que nos incumben como gremio. Una conversación reciente llevó a varios y varias periodistas a conversar alrededor de las desventajas laborales que implicarían para lxs profesionales de la información el auge de la inteligencia artificial para la elaboración de textos (sí, como CHAT GPT).

En algún punto de la conversación alguien hizo notar que un personaje femenino a partir de inteligencia artificial reproducía sesgos -supuestamente- inconscientes al mostrar una imagen de ella hipersexualizada. La respuesta textual de un colega hombre fue que le preocupa más cómo seguir vigente y valioso en el mercado antes que la forma en cómo luce alguien. 

En teoría tiene razón, pero como hombre no está sujeto (o no en el mismo grado) al escrutinio sobre nuestro cuerpo y nuestra imagen, incluso en los trabajos. Yo no podría decir con seguridad cuántos empleos no obtuve por mi físico y no necesariamente por no contar con las credenciales necesarias, tampoco sé si alguna vez, por el contrario, he obtenido alguna ventaja no solicitada a raíz de mi físico y no de mi capacidad o potencial. 

Y aunque deberíamos aspirar a que la imagen de una mujer no determine asuntos en su vida, pasa. Y que un hombre lo minimice con indolencia sólo me transmite que no les importa porque ellos tienen otros problemas más importantes que la forma en que sistemáticamente nos violentan a las mujeres en los centros de trabajo. O quizá sólo estaba de muy mal humor.

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