Migrar no es llegar
Futuros alternos

Es escritor, periodista, locutor, productor de radio y gestor cultural. Sus textos han aparecido en catálogos como Crafting our Digital Futures (Victoria & Albert Museum) y Do Flex Text (Buró Buró).

Ha escrito para Vogue, RollingStone, Revista 192, Esquire, Código, El Universal, entre otros, y colaborado en Imagen Radio, Ibero 909, Reactor, Milenio Televisión, Bullterrier FM y Aire Libre FM.

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Migrar no es llegar
Vaya guerras que ha desatado y nos recuerdan todos los días que migrar no es llegar. Foto: Especial

“Las cosas en las que creía se desquiciaron”.

Jonas Mekas

Jonas Mekas no tenía ningún lugar adonde ir. Comenzó un diario y en este y desde este retrató el mundo que pasaba frente a sí y el que él mismo iba creando. Mekas se convertiría años después en un referente del cine a nivel mundial, un vanguardista en todo sentido. Mekas había salido de Lituania por razones políticas pensando que “solo la mala suerte” podía llevarlo a América sin saber que terminaría haciendo de Nueva York un nuevo mundo para sí y para quienes han visto su cine.

Lituania no era entonces un país grande ni lo es ahora. Corría 1944 y Mekas huía rumbo a Viena con documentos falsos y casi nada más que eso. Huía de los alemanes y escribía el 19 de julio de ese año: “Lituania es pequeña. En toda nuestra historia las grandes potencias han marchado sobre nuestras cabezas. Si uno se resiste o no tiene cuidado, termina convertido en polvo bajo las ruedas de Oriente y Occidente. Lo único que podemos hacer los pequeños es, de alguna forma, intentar sobrevivir”.

Ese mismo día de hace 89 años, Mekas era tajante al escribir para sí mismo una sentencia: “Si me critican por falta de patriotismo o coraje, a la mierda. Ustedes crearon esta civilización, estas fronteras, y estas guerras (…) en cuanto a mí, soy libre incluso en sus guerras”.

Hace apenas unos días, 40 personas migrantes murieron en un incendio en Ciudad Juárez: dentro de las instalaciones del Instituto Nacional de Migración. Un lugar que debió fungir como refugio fue en realidad la última parada de todos esos caminos. Quienes murieron ahí venían también de una guerra que no era suya, pero que parecía seguirles a todos lados. Una sin bombardeos aéreos, pero una guerra al final.

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Esta misma semana, un ciudadano venezolano fue vinculado a proceso al ser señalado como autor material del incendio en el que murieron 40 personas y 27 resultaron heridas. “Carlos C”, siete letras con las que una guerra cierra un capítulo. No hay sistema que culpar, hay cruces por poner. En el suelo y en las frentes de quienes tuvieron la mala suerte de llegar a México. Pienso en las ruedas del norte y del sur de este continente en que sucede una tragedia así.

Camino por la colonia Juárez en la Ciudad de México. En la Plaza Giordano Bruno ahora hay un nuevo lugar, uno al que los habitantes de este barrio han llamado “Nueva Haití”. Me encuentro con el campamento que desde hace meses han construido los migrantes haitianos que están de paso por el país. Llegaron aquí no necesariamente desde su lugar de origen y, de momento, siguen aquí o en otro albergue que fue dispuesto en Tláhuac. A unas cuadras se encuentra la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Veo la manera en que se asientan –unas cuantas casas de campaña, algunas improvisadas por mantas– y no dejo de cuestionarme sobre lo absurdo que es que, desde las ventanas de los edificios aledaños convertidas en AirBnB o rentadas de manera semipermanente, otro tipo de migrantes con un color distinto de piel puedan observar esto sin sentirse parte de esa misma guerra. Esa que hace a unos huir y a otros sentirse en casa en todos lados.

Vaya momento para cuestionarnos la absurdidad de la idea “patriotismo”.

Vaya guerras que ha desatado y nos recuerdan todos los días que migrar no es llegar.

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