El son, ritmo originario de Cuba, sigue presente en México aunque no lo parezca. Basta con ir a darse una vuelta los sábados a fuera del Metro Balderas, junto a la Biblioteca México, para encontrar a un grupo de aficionados bailando lo más underground del género. Con una lona que lleva impresa la imagen de “La fuente del son”, cada ocho días Charly Soriano se encarga de cuidar la semilla de esta cultura en la capital del país.
El próximo 8 de mayo será cuando se celebre el Día Internacional del Son, esto como referencia al nacimiento de dos de los soneros más importantes de la historia: Miguel Matamoros, compositor del clásico Lágrimas Negras; así como de Miguelito Cuní.
México y Cuba tienen una historia ligada como si fueran primos hermanos, ya que la tierra azteca no sólo fue la madre adoptiva del danzón, el mambo y el bolero, también lo hizo con el son. Desde su llegada a principios del siglo XX, se implantó en el ADN de muchos veracruzanos y capitalinos.
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La puerta de entrada de este género al país quedó marcada cuando el 13 de marzo de 1928 llegó a tocar el Son Cuba de Marianao. Según detalla Rafael Figueroa en la biografía de Julio del Razo, se trataba de una guerrilla que vino a México con la intención de compartir su música. Y por guerrilla nos referimos a que era un grupo improvisado de músicos, ya que no se trataba de una agrupación consolidada.
Desde ahí, Figueroa apunta que el grupo Son Clave de Oro fue importante para el desarrollo y promoción de este género musical en el territorio nacional.
La vena sonera en México, específicamente en la capital del país, resiste aún con toda la horda de música comercial que se ha distribuido durante los últimos 70 años. Hay trincheras que tal vez pasen desaparecidas, pero existen, como la misma Fuente del son en Balderas, La embajada Jarocha, la Nueva Cuba o hasta el salón Los Ángeles.
Esa lucha de resistencia se remonta a los años 60, cuando las diferencias políticas y económicas entre Estados Unidos y Cuba provocaron una guerra sin enfrentamientos bélicos, pero sí de pensamiento.Tras la revolución en la isla, muchos músicos y artistas salieron de su lugar de origen y emigraron a otros países, como México y EU.
Ante la gran presencia de afroantillanos en Estados Unidos, fue inminente la integración cultural. ¿Cómo llamarle a la música de Cuba cuando todo lo proveniente de ese lugar debe estar prohibido? Pongámosle otro nombre, que lleve por título “salsa” a esa combinación de ritmos caribeños con jazz, blues y otros géneros contemporáneos desarrollados en Nueva York.
Desde ahí surge la idea de que la salsa no es un género, sino un concepto, según lo expresaron en diversas ocaciones personalidades como Froylán López Narvaéz y Pepe Arévalo. Misma situación que también confunde y conflictúa a la gente común y corriente que sólo baila esta música en fiestas y no tiene interés en sumergirse en la historia de estos ritmos.
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La salsa es una expresión tan bella y sabrosa cómo el mismo son que le dio vida. Por ello, es importante reconocer el papel que tuvo México en el impulso y mantenimiento de este ritmo en su historia, ya que es parte de nuestra idiosincrasia, al menos del capitalino y el veracruzano.
Para celebrar el Día Internacional del Son, hay un homenaje a Eduardo “El Tiburón” Morales, fundador del grupo Son 14 y uno de los soneros más reconocidos que aún siguen de pie. La cita es el 4 de mayo a las 17:00 horas en el salón Los Ángeles.
El son vive y resiste en México, porque más allá de nuestra vena regional como la banda, los huapangos o el norteño; también hay una importante afrodescendencia que nos cataloga como un país mega diverso.